Thursday, May 4, 2023

La Piramide

Daniel era un joven arqueólogo enamorado de las pirámides de Egipto, siempre soñó con descubrir sus misterios. Por eso, cuando le ofrecieron participar en una expedición al interior de una, recién descubierta, pirámide en la meseta de Guiza, no lo pensó ni un solo instante, aceptó encantado.

Junto con otros tres colegas, se adentró en el turbio laberinto de pasillos y cámaras que formaban la estructura milenaria. Tenían el honor de ser los primeros en entrar en dicha pirámide. Llevaban todo tipo de herramientas para explorar y documentar todo aquello que encontraran: linternas; cámaras; sensores e incluso víveres para no perder tiempo en salir a la superficie a comer. Eran los primeros arqueólogos en utilizar escafandras para entrar en una pirámide, los científicos decían que era mucho más seguro para ellos. Nunca se sabe que tipo de virus podían vivir en ese entorno hostil y en vista de la última pandemia no querían jugársela.

Todo iba bien, inscripciones jeroglíficas en las paredes; vasijas y joyas por los pasillos, hasta que llegaron a la cámara del rey, donde supuestamente estaría el sarcófago del faraón que hizo construir la pirámide. En lugar de eso, lo que encontraron los dejó sin aliento.

En lugar de un ataúd de piedra, lo más habitual en todas las pirámides, encontraron una esfera metálica que irradiaba un brillo azulado y potente. Parecía estar conectada a unos cables que emanaban de paredes y techo. En el centro de la esfera había una abertura triangular que parecía una puerta.

 ¿Qué es esto?, preguntó Daniel incrédulo.

No tengo la menor idea, pero parece que estamos ante un gran descubrimiento -respondió su compañera Afra, acercándose a la esfera con curiosidad

 Cuidado, Afra, no sabemos lo que puede haber ahí dentro -advirtió Ahmed, otro colega.

Tranquilo, no soy idiota, solo voy a echar un vistazo tranquilizó Afra tocando la esfera con la mano.

En ese momento se oyó un zumbido y el triángulo se iluminó considerablemente. Afra asomó su pequeña cabeza y se quedó paralizada con lo que vio. Los compañeros sintieron que algo no iba bien.

 Afra ¿Qué pasa?, gritó Daniel preocupado.

Hay, hay alguien ahí dentro llegó a balbucear Afra.

 ¿Qué? ¿Quién?, preguntó Daniel acercándose a ella.

No, no parecen humanos dijo Afra retrocediendo con evidente terror.

Daniel se asomó y pudo ver lo que Afra había visto. Una docena de seres con aspecto humanoide, pero mucho mas grandes, piel grisácea, ojos negros y grandes y cabezas apepinadas. Se encontraban en unas capsulas transparentes llenas de un líquido verde que parecía viscoso. De sus bocas emergía un tubo conectado a la maquinaria de las capsulas. Parecían estar en coma o aletargados.

A Daniel, le recorrió un escalofrío por toda su columna vertebral, haciéndole flaquear las rodillas, cuando se dio cuenta que posiblemente estaba frente a unos alienígenas.

Mil preguntas le bombardearon la cabeza. ¿Qué hacían ahí? ¿Qué relación tenían con las pirámides? ¿estaban vivos o muertos? ¿estaban realmente dentro de una pirámide o mas bien era una nave?

Antes de que pudiera responderse, a esas o mil preguntas más, uno de los alienígenas comenzó a moverse, tal vez activaron algún mecanismo sin darse cuenta. El ser, lo miró fijamente escudriñándolo. Daniel sintió una presión repentina en su mente, como si quisieran entrar en ella. El alienígena movió sus labios y pronunció unas palabras en un lenguaje indescifrable. Daniel cayó al suelo agarrándose la cabeza, con un dolor inaguantable, creyó que le iba a estallar de un momento a otro. Gritó con todas sus fuerzas.

Sus colegas se acercaron rápidamente para ayudarle, pero cayeron en la red mental del alienígena y uno tras otro fueron cayendo abatidos en el suelo como Daniel. Empezaron a convulsionar y retorcerse de dolor.

Sara resistió el envite mental y sacando fuerzas de donde no las tenía, cogió un objeto metálico del suelo y lo lanzó contra la capsula, produciendo un chispazo que desató un sonido agudo infernal. El alienígena saltó sobre ella atrapándola, Afra se intentó deshacer de él, pero obviamente no podía, era mucho más fuerte que ella. Una pequeña explosión en otra de las capsulas distrajo al cabeza alargada. Aprovechando la distracción Afra, se arrastró hasta la salida de la esfera. Ya en la cámara del rey, se levantó como pudo y echó a correr hacia el pasillo

No sabía si sus compañeros seguirían con vida o no, lo que sí sabía es que ella no podía hacer nada por ellos. Echó a correr como pudo y en seguida comprobó que el alienígena la perseguía. Este corría tanto por el suelo como por las paredes, incluso por el techo, sin duda era más rápido que ella, en poco tiempo la cazaría.

Afra estaba exhausta, ya pensó que no volvería a ver la luz del sol. Su mente se había bloqueado y no recordaba bien la salida. El alienígena aumentaba su velocidad. Ya estaba a escasos metros de ella cuando un silbido ensordecedor hizo que se detuviera en seco. Miró hacia atrás, pensó un instante y continuó con la persecución, pero otro silbido le volvió a hacer parar, esta vez, el silbido era mas intenso y las paredes comenzaron a temblar, el extraterrestre miró a Afra como se alejaba y la dejó escapar, regresó a la cámara del rey y se reencontró con sus congéneres que estaban al mando de lo que parecía una cabina de una nave espacial. Ocupó el sitio que quedaba libre y comenzó a tocar botones de colores. Unos símbolos extraños comenzaron a aparecer en pantallas colgadas del techo. Las paredes cada vez temblaban más y un ruido infernal anunciaba un despegue inminente.

Mientras tanto, Afra, continuaba con su desesperada huida. No entendía bien lo de los temblores, pero suponía que no era algo bueno.

Por fin vislumbró una luz al final del pasillo, sin duda la salida. Corrió más rápido si cabe y consiguió llegar por los pelos. Se lanzó sobre la arena y se puso las mano sobre la cabeza. Creía que la pirámide iba a explotar, pero nada más lejos de la verdad. Los bloques de piedra que formaban la pirámide comenzaron a desplomarse como un castillo de naipes y del interior de la pirámide surgió, con un estruendo descomunal, una nave espectacular, que dejó atónita a Afra, que solo pudo quedarse allí tumbada, en la arena, mirando como se alejaba la nave y con ella, sus colegas.

AUTOR: Vicente Tajuelo Camino

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