Wednesday, February 14, 2024

Cúrate mijita



Cúrate mijita, con la luz del sol y los rayos de la luna.

Con el sonido del río y la cascada.

 Con el vaivén del mar y el aleteo de las aves. 

Cúrate mijita, con las hojas de la menta y la hierbabuena, con el neem y el eucalipto.

 Endúlzate con lavanda, romero y manzanilla. 

Abrázate con el grano de cacao y un toque de canela. 

Ponle amor al té en lugar de azúcar y tómalo mirando las estrellas. 

Con los besos que te da el viento y los abrazos de la lluvia. 

Hazte fuerte con los pies descalzos en la tierra y con todo lo que de ella nace. 

Vuélvete cada día más lista haciendo caso a tu intuición, mirando el mundo con el ojito de tu frente. 

¡Salta, baila, canta para que vivas más feliz! 

Cúrate mijita, con amor bonito, y recuerda siempre, tú eres la medicina


Maria Sabina Curandera Mejicana

Saturday, January 20, 2024

Gratitud: Cuento Corto



Había una vez un Zar que se encontraba muy enfermo. Un día no puedo más y en su desesperación por librarse de ese mal que le aquejaba desde hacía ya mucho tiempo pronunció las siguientes palabras:

“Daré la mitad de mi reino a quien pueda curarme”

Todos los médicos y sabios se reunieron para intentar curar al zar, mas no encontraron remedio alguno.

A punto de darse por vencidos, uno de ellos exclamó: ¡Hay una forma de curar al zar!, los demás médicos y sabios lo miraron con asombro y preguntaron: “¿cuál es la solución?”, el sabio respondió: “si logramos encontrar a un hombre de emociones positivas que sea verdaderamente feliz, basta con quitarle su camisa y ponérsela al zar para que se cure.”
Se requería un hombre feliz

Entonces el zar hizo buscar en su reino a un hombre verdaderamente feliz. Los enviados del soberano se esparcieron por todo el reino, pero no pudieron hallar al afortunado hombre. Uno era sumamente rico, pero estaba enfermo, otro gozaba de plena salud, pero era pobre, otro más era rico y sano, pero se quejaba de su mujer y de sus hijos, en fin, a todos les faltaba algo para ser verdaderamente felices.


Cierta noche el hijo del zar pasaba afuera de una choza muy sencilla y escuchó que adentro alguien exclamaba: “Gracias Dios mío porque tengo todo para ser feliz. He trabajado y he comido bien. Nada me falta.” El hijo del zar se sintió lleno de alegría y mandó a sus sirvientes a que le llevaran la camisa de aquel hombre, a quien en cambio había que darle cuanto dinero exigiera.

Se dirigieron a toda prisa a la choza para quitarle la camisa al hombre feliz, pero grande fue sorpresa pues éste hombre era tan pobre que no tenía camisa. :

Sunday, January 14, 2024

La mariposa blanca




Había una vez en Japón un anciano cuyo nombre era el de Takahama, y que vivía desde su juventud en una pequeña casa que él mismo había construido junto a un cementerio, en lo alto de una colina. Era un hombre amado y respetado por su amabilidad y generosidad, pero los lugareños a menudo se preguntaban porqué vivía en soledad al lado del cementerio y por qué nunca se había casado.

Un día el anciano enfermó de gravedad, estando cercana ya su muerte, y su cuñada y su sobrino fueron a cuidarle en sus últimos momentos y le aseguraron que estarían junto a él todo lo que necesitara. Especialmente su sobrino, quien no se separaba del anciano.

Un día, en que la ventana de la habitación estaba abierta, se coló una pequeña mariposa blanca en el interior. El joven intentó espantarla en varias ocasiones, pero la mariposa siempre volvía al interior, y finalmente, cansado, la dejó revolotear al lado del anciano.

Tras largo rato, la mariposa abandonó la habitación y el joven, curioso por su comportamiento y maravillado por su belleza, la siguió. El pequeño ser voló hasta el cementerio que existía al lado de la casa y se dirigió a una tumba, alrededor de la cual revolotearía hasta desaparecer. Aunque la tumba era muy antigua, estaba limpia y cuidada, rodeada de flores blancas frescas. Tras la desaparición de la mariposa, el joven sobrino volvió a la casa con su tío, para descubrir que este había muerto.

El joven corrió a contarle a su madre lo sucedido, incluyendo el extraño comportamiento de la mariposa, ante lo que la mujer sonrió y le contó al joven el motivo por el que el anciano Takahana había pasado su vida allí.

En su juventud, Takahana conoció y se enamoró de una joven llamada Akiko, con la cual iba a casarse. Sin embargo, pocos días antes del enlace la joven falleció. Ello sumió a Takahama en la tristeza, de la que conseguiría recuperarse. Pero sin embargo decidió que nunca se casaría, y fue entonces cuando construyó la casa al lado del cementerio con el fin de poder visitar y cuidar todos los días la tumba de su amada.

El joven reflexionó y entendió quién era la mariposa, y que ahora su tío Takahama se había reunido al fin con su amada Akiko".