Wednesday, June 29, 2016

Resiliencia


Hablamos de Resiliencia cuando queremos definir la capacidad que tiene una persona para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien a traumas, tragedias, amenazas o fuentes de estrés severo como pueden ser problemas de salud, problemas familiares, situaciones económicas precarias, etc. El término Resiliencia viene de la palabra Resilio que significa “rebotar”, entendiendo rebotar en el sentido de coger impulso tras una caída.

Ser resiliente no significa estar exento de sentir malestar emocional. Cualquier persona sufre cuando pierde a un ser querido, lo echan del trabajo sin esperarlo o le sobreviene una catástrofe natural, sufrimiento éste que viene acompañado de sensaciones de inseguridad y dolor emocional. Se trata de un camino complejo, desde el punto de vista del estado de ánimo, pero pese a ello la persona saca la fuerza suficiente que le ayuda a afrontar la situación, sobreponerse y adaptarse.

No se trata de una capacidad que se tenga o no se tenga, sino que son conductas, pensamientos y acciones que se pueden aprender y desarrollar a lo largo de la vida. Para ello será importante saber con qué potencial contamos y la actitud con la que enfrentemos las situaciones adversas.

¿Cuál será el punto de partida?

1. Aceptación
 Debemos asumir lo trágico de la vida como parte de la misma, tomándonos nuestro tiempo para asimilar lo que ha pasado. Hay que asumir el dolor como parte del desarrollo, para así poder transcenderlo de manera que nos suponga un aprendizaje más en el camino del crecimiento personal.
2. Actitud Positiva
Al mal tiempo buena cara. Se trata de ver dentro de lo traumático, la oportunidad que nos hará renacer. Por ejemplo, si me despiden de mi trabajo sin previo aviso ni motivo aparente, tengo dos opciones; o me quedo hundido pensado que se ha cometido una injusticia conmigo, o utilizo ese dolor para buscar un nuevo puesto donde tenga mejores condiciones y se me valore como trabajador.
3. Sin temor
 Se trata de dejar atrás los miedos, buscando con ello ganar en confianza con uno mismo y con los demás. El miedo, aunque totalmente imprescindible como mecanismo de defensa de nuestro organismo, acaba siendo limitador si no ponemos el empeño en afrontarlo. Debemos permitirnos sentir emociones intensas sin temerlas ni huir de ellas. Hay que afrontar los problemas y buscar soluciones.

CIARA MOLINA
Psicóloga Emocional
Ciara Molina es la Autora del Libro Emociones Expresadas Emociones Superadas
Una guía para lograr el equilibrio psicológico a través de la gestión de nuestras 
emociones. Escritos se comparten con su autorización de autora.


Un guerrero responsable no es alguien que toma el peso del mundo en sus hombros,
sino alguien que ha aprendido a tratar con los desafíos del momento. Paulo Coelho
"Al final del día podemos aguantar mucho mas de lo 
que pensamos" Frida Carlo
"Nuestra mayor gloria no está en nunca caer, sino en levantarnos
cada vez que caemos" Confucio

"El fracaso no es caer, sino negar a levantarse" Proverbio 

"Adquirimos la fuerza que hemos superado" Ralph Waldo Emerson

"No dejes que un mal día te haga sentir como si tuvieras una mala vida" 

 "Quien tiene un por qué vivir puede soportar  cualquier cómo"Friedrich Nietzsche

"Cada problema tiene las semillas de su propia solución. Si no tienes problemas, no recibes las semillas" Norman Vincent Peale

"Del sufrimiento surgen las almas mas fuertes. Los carácteres 
más sólidos estan plagados de cicatrices" Khalil Gibran


Wednesday, June 22, 2016

El viejo perro cazador

Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran parte de las facultades que lo adornaban en su juventud. Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza junto a su amo, se topó con un hermoso jabalí, al que quiso atrapar para su dueño. Poniendo en ello todo su empeño, consiguió morderle una oreja, pero como su boca ya no era la de siempre, el animal consiguió escaparse.

Al escuchar el escándalo, su amo corrió hacia el lugar, encontrando únicamente al viejo perro. Enfadado porque hubiera dejado escapar a la pieza, comenzó a regañarle muy duramente.

El pobre perro, que no se merecía semejante regañina, le dijo:
Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal por gusto. He intentado retenerlo, al igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que lo deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.


"En los ojos del joven arde la llama,en los ojos del viejo brilla la luz" Víctor Hugo

"El problema de la vejez, es que el alma no envejece con el cuerpo, 
por tal motivo cometemos imprudencias creyendo 
que aun tenemos la energía de la juventud"
Simone de Beauvier

Los jóvenes van por grupos, los adultos por parejas y los viejos van solos.
Proverbio

Thursday, June 16, 2016

Oír & Escuchar

Los sonidos del corazón
Cuenta esta historia que, hace mucho tiempo, un rey envió a su hijo
 a estudiar con un gran maestro, con el objetivo de prepararlo
 para ser una gran persona y un buen gobernante al heredar su corona.

Cuando el joven llegó ante el maestro, éste lo envió al bosque. 
Le explicó que debería permanecer allí un año y, al regresar junto a él, 
tendría que describir todos los sonidos que escuchará durante ese tiempo.

Al cumplirse el plazo, cuando el joven volvió, el maestro le pidió 
que hiciera un relato de todo lo que había conseguido oír.
El príncipe le dijo:
Maestro, pude escuchar el canto de los pájaros, el ruido de las hojas, 
el regocijo de los grillos, el rítmico croar de las ranas, la brisa rozando 
el pasto, el zumbido de las abejas, el rumor del viento cortando los cielos

Al terminar la detallada y extensa narración del joven, el maestro 
le pidió que regresara al bosque, para oír todo aquello que fuera posible.

El príncipe se sintió un poco intrigado, pensando: “No entiendo, ya distinguí 
todos los sonidos del bosque” Sin embargo, obedeció el encargo del maestro.

Por días y noches permaneció en soledad con sus oídos atentos, 
pero no conseguía distinguir nada nuevo, además de lo que ya había dicho al maestro.
No obstante, cierta mañana, comenzó a distinguir sonidos vagos,
 diferentes a todos los que escuchara antes.
Y mientras más atención prestaba, más claro se volvían los sonidos. 
Una sensación de encantamiento se apodero del muchacho.
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Pensó: “Esos deben ser los sonidos que el maestro quería que yo escuchara”
Y, sin prisa, con una sensación de deleite, permaneció allí
oyendo y oyendo, pacientemente.
Quería tener la seguridad de que estaba en el camino correcto. 
Cuando regresó con su maestro, éste le preguntó qué más había logrado oír.
El muchacho respondió:
Maestro, con el correr de los días, sólo y reconcentrado en intentar
 percibir algo nuevo, al fin pude oír el inaudible sonido de las
 flores abriéndose, el sonido del sol naciente y calentando la tierra
 y el del pasto bebiendo el rocío de la noche.

Luego, el maestro dijo al muchacho:

Solamente cuando se aprende a oír con el corazón es posible percibir 
de las personas, sus sentimientos mudos, sus miedos no confesados y sus quejas silenciosas. Asimismo, podrás inspirar confianza a tu alrededor, entender
 lo que está equivocado y atender las necesidades reales de cada uno.

No ocurre así, prosiguió el maestro, cuando se escuchan solamente las palabras pronunciadas por la boca, sin que atiendas lo que está en el interior del ser 
que las emite y sin oír sus sentimientos, deseos y opiniones reales. Es necesario, entonces, escuchar el lado inaudible de las cosas, el lado no medido, 
pero que tiene su valor, pues es el lado más importante del ser humano.


Oír y escuchar.

  Escuchar es prestar atención a quien habla,
 para pensar y razonar.
El sentido auditivo  permite percibir 
  sonidos 

"Nadie es tan sordo como el hombre que no escucha
"Me gusta escuchar. He aprendido mucho
de escuchar atentamente.
La mayoría de la gente nunca escucha"
Ernest Hemingway

Escuchar parece fácil, pero no es sencillo. Proverbio

"Lo que usted ve y oye depende mucho de donde usted está parado;
también depende de qué tipo de persona es usted" C.S. Lewis

"Un buen oyente no solo es popular en todas partes,
pero después de un tiempo llega a saber algo" Wilson Mizner

"Siempre hay música entre los árboles del jardín,
pero nuestro corazón debe estar
 muy tranquilo para escucharlo" Minnie Aumonier

Tuesday, June 14, 2016

La belleza de la vida


En tiempos remotos vivía en Georgia una noble y prudente mujer, la reina Magdana, que gobernaba con justicia su rico y verde país. Al morir su esposo, su hijo Rostomel se convirtió en el único amor de su vida. Lo amaba mucho más de lo que yo pueda deciros con mis palabras, y veía amorosamente cómo crecía el tierno e ingenuo joven y se convertía en un hombre robusto. Y no era ella la única que pensaba que era más hermoso que los demás.

Mientras los días iban convirtiéndose en años, Magdana comenzó a notar una nube en la hermosa frente del joven que, sin razón aparente, se volvió taciturno y melancólico. Ni las impetuosas galopadas por las verdes colinas de Georgia, ni las canciones melancólicas, ni las apasionadas miradas de las jóvenes de ojos negros al bailar, podían alejar sus negros humores ni borrar su tristeza.

Meditabundo y abatido, arrastraba su pesar hasta un alejado rincón de los jardines de palacio y se entregaba a sus ensoñaciones melancólicas. Hasta que la buena reina ya no pudo soportar más la tristeza de su hijo.

Hijo mío, dime qué pensamientos dolorosos roen tu cabeza, qué penas impiden que en tus labios se dibuje una sonrisa.

Madre, me gustaría contestarle con otra pregunta: ¿dónde está mi padre?
¿Tu padre? -preguntó sorprendida la reina. Pero… hace mucho tiempo que ha muerto.
¿Muerto? ¿Qué significa eso? preguntó el príncipe con ansiedad.
Hijo mío, todos nosotros procedemos de la tierra y a ella debemos volver un día. Llegará el momento en que la buena Madre Tierra nos recibirá de nuevo en su seno. Eso, hijo mío, es lo que significa morir.

No entiendo. Así que Dios que nos ha dado la vida, ¿lo hizo para volvérnosla a quitar? No, eso no es posible. Tiene que haber en la tierra un lugar donde exista la vida eterna y personas que no conozcan la muerte. Iré en busca de ese lugar a encontrar la inmortalidad. Madre querida, te ruego me perdones por dejarte, pero si me quedara, estoy seguro que moriría de pesar.

En vano le suplicó la pobre madre que permaneciera a su lado; en vano derramó amargas lágrimas; en vano se consumía en su dolor. Su hijo no cedió a sus súplicas. Un buen día la abrazó y se puso en camino en busca de la vida eterna.

Durante mucho, muchísimo tiempo el príncipe vagó por el mundo y visitó muchos países, y por ninguna parte encontró la tierra de la inmortalidad. Un día llegó a una llanura  sin árboles. Al mirar a lo lejos vio contra el claro cielo azul la figura de un ciervo inmóvil con la cornamenta erguida.

Al acercarse Rostomel, el ciervo le preguntó:
Joven, ¿qué buscas en esta tierra estéril?
Busco el país de la inmortalidad.

¿La inmortalidad? No existe semejante cosa. Pero, mira, ¿ves el cielo inmenso y azul sobre nosotros? Mi destino es permanecer inmóvil en esta llanura, hasta que mis cuernos lleguen al cielo. ¿Quieres quedarte conmigo todo este largo tiempo? Te prometo que durante todos esos años serás inmortal. Únicamente cuando mi misión haya sido cumplida, morirás.

¡Oh, no! -contestó el príncipe-. Ni siquiera cientos de siglos son la inmortalidad. Y yo quiero ser inmortal. Adiós, amigo.

Continuó su camino y poco después llegó a unas desnudas rocas, cuyas cimas se alzaban tanto que atravesaban las nubes. Y en la cima más alta, sobre un profundísimo barranco, estaba un cuervo negro. El príncipe se afanó día y noche para subir la escarpada montaña hasta que llegó a donde se hallaba el cuervo.


¿Por qué has venido? -le preguntó el cuervo. ¿Qué buscas en esta montaña dejada de la mano de Dios?

La inmortalidad  contestó el joven.

¿La inmortalidad? No existe tal cosa. Pero, escucha: mira ese profundísimo barranco que se abre ante ti. Mi desventurado sino es permanecer aquí hasta que con mi pico quite todos los granos de arena y todos los granos de tierra de esta montaña y llene con ellos totalmente el barranco. Te invito a quedarte conmigo todo el tiempo que dure mi tarea. Te prometo que serás inmortal todo este tiempo.

¡Oh, no! -dijo el príncipe-. ¿Qué me importan a mí todos esos siglos? Yo busco la inmortalidad y algún día la encontraré. iAdiós! y de nuevo encaminó sus pasos hacia lo desconocido.

Después de andar leguas y leguas llegó hasta el fin del mundo.

Bajo un espléndido arco iris, un inmenso y maravilloso océano se extendía ante él. Olas azules y transparentes rompían con fragor, espuma blanca como la nieve salpicaba la arena de la playa y chocaba suavemente contra sus pies. Y lejos, muy lejos en la ilimitada distancia, más allá del fin del arco iris, a través de una niebla dorada y rosácea, brillaba una luz divina y maravillosa. Parecía estar llamando a Rostomel, acariciaba su alma, hacía latir con fuerza su corazón y lo atraía hacia ella.

En un instante el extasiado príncipe fue transportado hasta la otra orilla. Se vio en un reluciente y deslumbrante palacio y ante él, radiante en medio del brillo de infinitas piedras preciosas, vio a la más hermosa doncella que nunca hubiera visto.

No sabía quién podía ser, pero incluso las estrellas y los rayos del sol palidecían ante su deslumbrante belleza. Su voz llegó hasta él como el suave susurro del terciopelo sobre un lecho de seda.

Bienvenido, Rostomel, a mi reino eterno. Nací el primer día de la creación y he de permanecer aquí hasta el fin de los tiempos. Mientras permanezcas a mi lado, renunciando a la vida eterna, la muerte no te podrá alcanzar. Lograrás la inmortalidad. Porque yo soy la Belleza de la Vida.
Rostomel se quedó muy a gusto. Pasaron mil años y él, sin cansarse nunca de la belleza de ella, no apartaba los ojos de su maravilloso rostro.

Y pasaron más siglos. Pero, poco a poco, a lo largo de los tiempos, comenzó a dolerle el corazón, y un día le dijo a la hermosa diosa:
Divina beldad, ¿cuántos años han pasado desde que vi por última vez a mi amada madre y las colinas y verdes valles de Georgia?

¡Ah!, ya me doy cuenta -dijo la Belleza- de que la Madre Tierra no renuncia fácilmente a lo que le pertenece. Ve, pues; doblégate a la ley universal, cumple tu humano destino. Pero llévate este regalo en memoria mía: dos flores, una roja como la sangre y otra blanca como la leche. Si deseas vivir tu vida en la tierra otra vez para disfrutar los muchos años que has perdido contemplando mi belleza, no tienes más que oler la flor roja. Si llegas a entender la belleza de la muerte, lleva la flor blanca a tu nariz y aspira profundamente su olor.

Y tras despedirse de la divina Belleza de la Vida, Rostomel volvió a dirigir sus pasos por el camino por el que había llegado. En su viaje de regreso vio la montaña sobre cuya cumbre todavía estaba el cuervo. Lo llamó, pero no obtuvo respuesta. Subió a la cima para verlo de cerca y al tocarlo su cuerpo se deshizo en polvo. Miró hacia abajo y no vio ni rastro del profundo barranco: estaba lleno de arena y de la tierra de la montaña. Aquel viejo cuervo negro había cumplido su misión en la tierra y, en consecuencia, había ganado la paz eterna.

Rostomel siguió andando y llegó hasta la tranquila llanura donde estaba el ciervo. Todo lo que quedaba era un blanco esqueleto y una calavera quemada por el sol de la que salían dos cuernos que, a través de las nubes, llegaban hasta la bóveda celeste. Igual que el cuervo, también el ciervo había cumplido su misión y merecido el descanso eterno.

Por fin, Rostomel llegó a su Georgia natal. Pero, ¿qué es lo que veía? No reconocía ni a una sola persona, ni una sola casa. Donde una vez hubo desiertos, se alzaban ahora pueblos y ciudades bulliciosas. Personas desconocidas vestidas de modo raro hablaban una extraña lengua y poblaban aquel país; y él no era capaz de entender lo que decían. Allí estaban las montañas conocidas donde había visto la luz por primera vez, donde había crecido, donde había abandonado a su amada madre.

Pero, ¿dónde estaba ella? ¿Dónde el castillo en que vivía la reina Magdana y desde el que gobernaba a su valeroso pueblo? Ahora todo estaba yermo, todo silencioso como una tumba y únicamente los bloques de piedra cubiertos de musgo eran testigos del, en otro tiempo, inmenso palacio.

Lentamente se acercó todavía un poco más y vio con el corazón anhelante la antigua atalaya todavía erguida en la colina donde había cantarinas fuentes, donde resonaban dulces melodías y donde los pies de las muchachas en otro tiempo corrían por el césped.

Corrió hacia la atalaya y se encontró con un anciano curvado por el peso de los años. El anciano estaba sentado sobre la lápida de una tumba, murmurando una plegaria con labios temblorosos.

Dime, padre santo -dijo Rostomel atropelladamente, interrumpiendo el rezo de aquel hombre-. ¿No es este el lugar donde en otro tiempo vivía Magdana, la gloriosa y gran reina que gobernaba a su pueblo con tanta justicia? Yo soy su hijo, el heredero del trono. Si mi madre ya no vive, entonces yo soy ahora el rey soberano.

¿Magdana? ¿Magdana? -repitió el anciano-. Apenas puedo entender tus palabras, joven; no hablas nuestro idioma. Hablas igual que las antiguas crónicas. Hace tiempo que las estudié y por eso entiendo algo de lo que dices. ¿Magdana, dices? Sí, existe una leyenda, no sé si es cierta, que cuenta que vivió una gran reina hace miles de años. Si no recuerdo mal, se llamaba Magdana. Tenía un hijo -o, al menos, eso es lo que dice la leyenda- que se fue del reino y desapareció sin dejar huellas. Magdana murió con el corazón destrozado y, al cabo de muy poco tiempo, su reino se extinguió con ella.


El príncipe Rostomel guardó silencio mucho rato, mientras resbalaban por sus mejillas abundantes lágrimas de dolor. Por fin, alzó su lloroso rostro a los cielos y exclamó:
¡Oh eterno secreto del tiempo! ¿Qué soy yo ahora? ¿Nada más que una leyenda olvidada?

Inmediatamente, sacó la flor roja, la acercó a su nariz y aspiró su fragante olor. Al instante envejeció; se convirtió en un anciano, débil y encorvado; sus vivos ojos se apagaron, su bronceada piel se secó y arrugó sobre sus viejos huesos. Ya no le quedaban fuerzas ni para llevar la mano hasta el bolsillo donde guardaba la flor blanca. Con un sordo murmullo llamó al viejo sacerdote:

Pronto, padre, toma la flor blanca de mi bolsillo y acércala a mi nariz, para que pueda aspirar su fragancia y conocer por fin las misteriosas delicias de la muerte.

Rostomel murió. Lo enterraron y volvió a la tierra de donde había venido, y nadie molestó su sueño. Pero sobre su tumba crecen todos los años dos flores: una roja y otra blanca.


"El mundo es una etapa y todos los hombres y mujeres simplemente actores: tienen sus salidas y sus entradas; y un hombre en su tiempo juega muchas partes, siendo sus actos siete edades"  William Shakespeare



Wednesday, June 8, 2016

No me olvides:Leyenda

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En la mañana del mundo envió Dios un ángel con un mensaje

para cierto santo varón que habitaba en un desierto de Persia.

Al cruzar el divino mensajero el espacio vio a una encantadora 

joven persa que, sentada al lado de un manantial, 

entretejía sus hermosos cabellos con no-me-olvides.

Enamorado de ella el ángel, descendió, le declaró su amor

y por largo tiempo vivieron juntos llenos de felicidad.



Sin embargo, un día se acordó el ángel de que no había llevado su mensaje, 

y pesaroso y arrepentido volvió al cielo en demanda de perdón por su falta, 

mas las puertas del paraíso estaban cerradas. 

Ante ellas se quedó lloroso y acongojado el ángel 

hasta que el arcángel Gabriel se le apareció y le dijo: 

Es orden de Dios que antes de traer al Cielo una hija de la Tierra, 

has de poblar el suelo de hijos del Cielo. 

No comprendiendo el ángel lo que esto quería decir, 

pidió a su esposa una explicación de ello. 

Sí, le dijo ésta, tomando unas flores de sus cabellos, 

Estas preciosas flores azules no m eolvides, son hijas del Cielo. 

Ambos cogidos de la mano, erraron por el mundo plantando 

no me olvides por doquier, y terminada su tarea, 

tomó el ángel a su esposa en los brazos y con ella voló al Cielo.




Buda: Cuando te gusta una flor, solo la arrancas. Pero cuando amas una flor, la cuidas y riegas a diario. Quien entienda esto, entiende la vida.

Sunday, June 5, 2016

La solterona


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Apoyada de brazos en el balcón, la solterona doña Teodolinda,contemplaba el pequeño jardín que se extendía ante su hotel.A la luz débil de aquel atardecer otoñal,
 las siluetas de los árboles destacaban en el fondo de un empalidecido cielo.
 A veces, bruscas ráfagas de viento movían las ramas haciendo desprenderse las hojas,
 ya marchitas, que caían revoloteando como obscuras mariposas,
 yendo a posarse entre las hirsutas ramas de los arbustos del jardín.

 Y así como los pájaros, presintiendo la noche cercana, acudían a refugiarse en las espesuras del boscaje, en aquella hora silenciosa y nostálgica del crepúsculo,
 acudieron a la mente de la solterona sombríos pensamientos, sumiendo su siempre 
alegre y sereno espíritu en el lago profundo de la melancolía.

Y contemplando como al caer de las hojas, perdían los árboles la belleza
 lozana que allá en los tiempos primaverales lucieran, pensó con tristeza
 infinita en su, poco a poco, perdida hermosura; y en sus tiempos de esplendor, de alegrías, de amorosas ilusiones, ¡de juventud! . 
Y resucitando en su mente el ya lejano ayer, recordaba los paternales
 cuidados; los deseos cumplidos; los admiradores galantes; los apasionados celosos de cuantos rendían homenaje a sus gracias. Y al rememorar 
el dichoso pasado,n se lamentaba
 de la soledad en que, voluntariamente, se había recluido; 
y un lúgubre y cruel pensamiento la atormentaba.

La idea de que el día en que muriese no habría ni un ser querido que, pesaroso,
 la acompañase en su viaje postrero, la hizo estremecer, pensando en lo ¡sola! 
que haría la última jornada... Y vivamente impresionada ante la visión 
desconsoladora, demudada y pálida, acometida por un terror extraño,
 entró rápida en su gabinete, cerrando brusca, tras de sí 
las puertas cristaleras del balcón.

Más serena ya en el ambiente sedante de su habitual estancia, procuró distraerse evocando el pasado venturoso; y sentada ante un legítimo vargueño, a la 
amable luz de una velada lámpara, fue sacando de
 la cajonería del viejo mueble ¡cosas! que allí conservaba desde los
 floridos días juveniles, y de las que hasta aquel instante no se había 
vuelto a acordar. Y salieron nuevamente a la luz cartas, rizos, llores, anillos, retratos ¡todo el tesoro de lo que fueron sus amores!


El corazón le latía con violencia al desatar las ya pálidas cintas de colores
 de los paquetes de cartas, que, palpitante de emoción, fue una tras
 otra leyendo. Estaban todas; desde la de aquel casi un niño, que, tímido,
 le declaraba su amor primero, hasta la del enamorado vehemente e impetuoso, 
que se  mostraba casi iracundo, en el fuego de su pasión.
Había de poetas que la invocaban como a su divina musa; de pintores que,
 reconocidos, la consideraban causa de su inspiración; de militares dispuestos
 por ella a las más atrevidas empresas; de viejos que ante su vista decían 
sentirse rejuvenecidos; de románticos atormentados por su ideal amor.
 ¡Y ávidamente las iba leyendo todas, y ante el desfile de amorosas
 y tiernas palabras, fue reviviendo hasta en sus menores detalles los pasados
 días de amor, de esperanzas, de incumplidas promesas
 y sus ojos fueron poco a poco nublándose y, al desaparecer de su vista los amados renglones, surgió un sollozo desde lo más hondo de su corazón!

Largo rato permaneció angustiada ante sus recuerdos amorosos,
 cuando una súbita y extraña idea la hizo sonreír, a pesar de tener 
aún los ojos arrasados en lágrimas.
Y, afirmándose en su pensamiento, enjugó su llanto,
 y comenzó a ordenar las cartas por el tablero del vargueño esparcidas.


Poco a poco fue serenándose acariciando la realización de aquello 
que tan de pronto se le  había ocurrido. ¿Por qué no?
 La cosa no era imposible ni mucho menos. 
Todo consistía en averiguar los domicilios de los que fueron sus rendidos amadores. Algunos habían ya fallecido; otros vivían en distinta población; 
pero ¡como fueron tantos! le constaba que vivían en la ciudad los bastantes 
para lograr su objeto. A éstos les escribiría. La misma rareza de su nombre 
les ayudaría a recordarla a pesar de los años transcurridos, y,
 ¿quién sabe si acudirían a su llamamiento?


Y doña Teodolinda desplegando su sutil ingenio, y apelando al caudal de sus amorosos recuerdos, desde aquella noche comenzó a 
escribir cartas a sus ya viejos amadores.  A cada uno le decía, según su 
temperamento y condición, lo que más pudiera agradarle, 
halagando sobre todo su vanidad donjuanesca, esa vanidad de la que no se libran ni los más pobres hombres.Elogiaba también en los artistas, sus obras.
Les  citaba, a los poetas, estrofas de las que ellos 
consideraban sus insuperables poesías. A los militares, sus casi siempre más 
de lo debido ponderadas hazañas; y a todos les juraba que en el transcurso de los años, 
en que ni se habían visto, había ella vivido consagrada al 
recuerdo del amor, de su amor, que fue el único verdadero de su vida.

Con los casados exageraba la nota, mostrándose envidiosa de la compañera, por ellos tan escrupulosamente elegida, y por la que su vivir sería una continua sucesión de horas dichosas; de esas horas por ella tan anheladas y perdidas, por no haberle él hecho la ofrenda de su amor .

¡Y al final de cada carta, en una súplica emocionante, les rogaba encarecidamente, ya que ¡ingratos! en vida le negaron tanta felicidad, la acompañaran, al menos, en el día de su muerte, hasta el sagrado lugar del eterno reposo!.
Y doña Teodolinda, a pesar de la fatídica terminación, cada vez que
 finalizaba una de las carlas, sonreía, mientras cuidadosa y 
con clara letra ponía en el sobre el nombre del destinatario.

Pensando en la eficacia de su sutil y halagadora palabrería, 
sentíase esperanzada y se decía interiormente: 
¡lrá! ¡Ya lo creo que éste irá! 

Y la lástima para ella fue el no verlo.
La Divina Providencia, como si no hubiese estado esperando
 para ello más que doña Teodolinda escribiese sus epístolas, 
a los pocos días de terminada la tarea, le ofrendó un dulce mal, 
con el que alcanzaría pronto una buena muerte.

Y la solterona, sintiéndose morir, despachó su postrera correspondencia,
 disponiéndose resignada a recibir la visita de la que no perdona 
La "intrusa", sin embargo, hízose esperar aún varias semanas;
 mas al fin llegó, y se llevó, en su compañía, aquella alma
 buena y sentimental a los elíseos campos


El pequeño jardín del hotel de doña Teodolinda aparecía invadido por graves señores enlutados, que esperaban la hora del entierro. 
Cada uno de los cuales, en su presunción varonil, creía ver en los otros concurrentes simples amigos de la muerta. Porque ninguno 
dudaba ser él solo ¡el único amor!, nunca olvidado, de aquella mujer, 
que ahora se les representaba a través de los velos del recuerdo, embellecida por el tiempo transcurrido y sublimada con todas las perfecciones que imaginamos poseen aquellos que ya no volveremos a ver jamás.

¡Cuánto lamentaban los poetas haberse olvidado de la que
 fué su preclara musa! Y se enorgullecían al pensar en que, hasta en sus últimos momentos, recordaba sus inspiradas estrofas ...

Los casados que, después de mucho elegir mujer, se  sumergieron al fin con una en la realidad prosaica de la vida, se arrepentían de no haberlo hecho con aquella que, ahora creían hubiera sido la ideal esposa que los deseos de cada uno se imaginaba ...

Romántico hubo que se desesperó de haberse alejado de la que, 
en aquel instante, tenía la certeza, fue la encarnación real de sus ensueños. 
Dolíanse todos de haber truncado su vida, que con aquella mujer hubiese
 sido muy otra, y sintiendo un inconfesado rencor contra ellos mismos,
 tendían imaginariamente sus manos suplicantes hacia el fantasma
 de la felicidad por siempre desaparecido.


Y fue que la solterona, inconscientemente, hizo con sus carta reverdecer en lo más íntimo de cada uno las ansias infinitas de una dicha jamás lograda; por lo que su nombre amable, al ser pronunciado después de tantos años, despertó en aquellos hombres el deseo
 de ser amados infinitamente. ¡Y encontrándose, ya en la vejez, en el 
desconsuelo de sus vulgares existencias, lloraban desolados el bien perdido!

Y el entierro indiferente que temía doña Teodolinda, tuvo un cordial
 y lucido cortejo de hombres que marchaban tras el féretro, 
silenciosos, entristecidos, meditabundos!
 ¡Y era que los que iban tras de la fenecida solterona,
 rendían, sin saberlo, un postrer homenaje a la fortuna incierta
 al destino ignorado, ¡a lo desconocido!



Thursday, June 2, 2016

Error::Fracaso 2º: +2 Imágenes con reflexiones cortas


Fracaso no es sinónimo de ser fracasado
Significa que todavía no tuviste éxito 

Fracaso no significa que no lograste nada
Significa que aprendiste algo

Fracaso no significa que actuaste como un necio
Significa que no tuviste mucha fe

Fracaso no significa que sufriste descrédito
Significa que estuviste dispuesto a probar

Fracaso no es sinónimo de falta de capacidad
Significa que debes hacer las cosas de distinta manera

Fracaso no significa que eres inferior
Significa que tu no eres perfecto

Fracaso no significa que perdiste tu vida
Significa que tienes buenas razones para empezar de nuevo

Fracaso no significa que tengas que echarte atrás
Significa que tienes que luchar con mayor ahínco

Fracaso no significa que jamás lograrás tus metas
Significa que tardaras un poco mas en alcanzarlas.

Fracaso no significa que Dios te haya abandonado
Significa que El tiene una mejor idea para ti.

Fracaso es sinónimo de no haber intentado



El error más grande
El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte,
 te equivocas dejando de arriesgar en el viaje hacia tus objetivos.

No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino,
 retrocede para seguir avanzando hacia el mar; se equivoca el agua que por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la laguna.

No se equivoca la semilla cuando muere en el surco para hacerse planta;
 se equivoca la que por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida.


No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos
 para alcanzar sus metas, se equivoca aquel que
 por temor a equivocarse no acciona.

No se equivoca el pájaro que ensayando el primer
 vuelo cae al suelo, se equivoca aquel que por temor
 a caerse renuncia a volar permaneciendo en el nido.

Pienso que se equivocan aquellos que no aceptan
 que ser hombre es buscarse a sí mismo cada día, 
sin encontrarse nunca plenamente.

Creo que al final del camino no te premiarán por 
lo que encuentres, sino por aquello que hayas
 buscado honestamente.