Tuesday, June 14, 2016

La belleza de la vida


En tiempos remotos vivía en Georgia una noble y prudente mujer, la reina Magdana, que gobernaba con justicia su rico y verde país. Al morir su esposo, su hijo Rostomel se convirtió en el único amor de su vida. Lo amaba mucho más de lo que yo pueda deciros con mis palabras, y veía amorosamente cómo crecía el tierno e ingenuo joven y se convertía en un hombre robusto. Y no era ella la única que pensaba que era más hermoso que los demás.

Mientras los días iban convirtiéndose en años, Magdana comenzó a notar una nube en la hermosa frente del joven que, sin razón aparente, se volvió taciturno y melancólico. Ni las impetuosas galopadas por las verdes colinas de Georgia, ni las canciones melancólicas, ni las apasionadas miradas de las jóvenes de ojos negros al bailar, podían alejar sus negros humores ni borrar su tristeza.

Meditabundo y abatido, arrastraba su pesar hasta un alejado rincón de los jardines de palacio y se entregaba a sus ensoñaciones melancólicas. Hasta que la buena reina ya no pudo soportar más la tristeza de su hijo.

Hijo mío, dime qué pensamientos dolorosos roen tu cabeza, qué penas impiden que en tus labios se dibuje una sonrisa.

Madre, me gustaría contestarle con otra pregunta: ¿dónde está mi padre?
¿Tu padre? -preguntó sorprendida la reina. Pero… hace mucho tiempo que ha muerto.
¿Muerto? ¿Qué significa eso? preguntó el príncipe con ansiedad.
Hijo mío, todos nosotros procedemos de la tierra y a ella debemos volver un día. Llegará el momento en que la buena Madre Tierra nos recibirá de nuevo en su seno. Eso, hijo mío, es lo que significa morir.

No entiendo. Así que Dios que nos ha dado la vida, ¿lo hizo para volvérnosla a quitar? No, eso no es posible. Tiene que haber en la tierra un lugar donde exista la vida eterna y personas que no conozcan la muerte. Iré en busca de ese lugar a encontrar la inmortalidad. Madre querida, te ruego me perdones por dejarte, pero si me quedara, estoy seguro que moriría de pesar.

En vano le suplicó la pobre madre que permaneciera a su lado; en vano derramó amargas lágrimas; en vano se consumía en su dolor. Su hijo no cedió a sus súplicas. Un buen día la abrazó y se puso en camino en busca de la vida eterna.

Durante mucho, muchísimo tiempo el príncipe vagó por el mundo y visitó muchos países, y por ninguna parte encontró la tierra de la inmortalidad. Un día llegó a una llanura  sin árboles. Al mirar a lo lejos vio contra el claro cielo azul la figura de un ciervo inmóvil con la cornamenta erguida.

Al acercarse Rostomel, el ciervo le preguntó:
Joven, ¿qué buscas en esta tierra estéril?
Busco el país de la inmortalidad.

¿La inmortalidad? No existe semejante cosa. Pero, mira, ¿ves el cielo inmenso y azul sobre nosotros? Mi destino es permanecer inmóvil en esta llanura, hasta que mis cuernos lleguen al cielo. ¿Quieres quedarte conmigo todo este largo tiempo? Te prometo que durante todos esos años serás inmortal. Únicamente cuando mi misión haya sido cumplida, morirás.

¡Oh, no! -contestó el príncipe-. Ni siquiera cientos de siglos son la inmortalidad. Y yo quiero ser inmortal. Adiós, amigo.

Continuó su camino y poco después llegó a unas desnudas rocas, cuyas cimas se alzaban tanto que atravesaban las nubes. Y en la cima más alta, sobre un profundísimo barranco, estaba un cuervo negro. El príncipe se afanó día y noche para subir la escarpada montaña hasta que llegó a donde se hallaba el cuervo.


¿Por qué has venido? -le preguntó el cuervo. ¿Qué buscas en esta montaña dejada de la mano de Dios?

La inmortalidad  contestó el joven.

¿La inmortalidad? No existe tal cosa. Pero, escucha: mira ese profundísimo barranco que se abre ante ti. Mi desventurado sino es permanecer aquí hasta que con mi pico quite todos los granos de arena y todos los granos de tierra de esta montaña y llene con ellos totalmente el barranco. Te invito a quedarte conmigo todo el tiempo que dure mi tarea. Te prometo que serás inmortal todo este tiempo.

¡Oh, no! -dijo el príncipe-. ¿Qué me importan a mí todos esos siglos? Yo busco la inmortalidad y algún día la encontraré. iAdiós! y de nuevo encaminó sus pasos hacia lo desconocido.

Después de andar leguas y leguas llegó hasta el fin del mundo.

Bajo un espléndido arco iris, un inmenso y maravilloso océano se extendía ante él. Olas azules y transparentes rompían con fragor, espuma blanca como la nieve salpicaba la arena de la playa y chocaba suavemente contra sus pies. Y lejos, muy lejos en la ilimitada distancia, más allá del fin del arco iris, a través de una niebla dorada y rosácea, brillaba una luz divina y maravillosa. Parecía estar llamando a Rostomel, acariciaba su alma, hacía latir con fuerza su corazón y lo atraía hacia ella.

En un instante el extasiado príncipe fue transportado hasta la otra orilla. Se vio en un reluciente y deslumbrante palacio y ante él, radiante en medio del brillo de infinitas piedras preciosas, vio a la más hermosa doncella que nunca hubiera visto.

No sabía quién podía ser, pero incluso las estrellas y los rayos del sol palidecían ante su deslumbrante belleza. Su voz llegó hasta él como el suave susurro del terciopelo sobre un lecho de seda.

Bienvenido, Rostomel, a mi reino eterno. Nací el primer día de la creación y he de permanecer aquí hasta el fin de los tiempos. Mientras permanezcas a mi lado, renunciando a la vida eterna, la muerte no te podrá alcanzar. Lograrás la inmortalidad. Porque yo soy la Belleza de la Vida.
Rostomel se quedó muy a gusto. Pasaron mil años y él, sin cansarse nunca de la belleza de ella, no apartaba los ojos de su maravilloso rostro.

Y pasaron más siglos. Pero, poco a poco, a lo largo de los tiempos, comenzó a dolerle el corazón, y un día le dijo a la hermosa diosa:
Divina beldad, ¿cuántos años han pasado desde que vi por última vez a mi amada madre y las colinas y verdes valles de Georgia?

¡Ah!, ya me doy cuenta -dijo la Belleza- de que la Madre Tierra no renuncia fácilmente a lo que le pertenece. Ve, pues; doblégate a la ley universal, cumple tu humano destino. Pero llévate este regalo en memoria mía: dos flores, una roja como la sangre y otra blanca como la leche. Si deseas vivir tu vida en la tierra otra vez para disfrutar los muchos años que has perdido contemplando mi belleza, no tienes más que oler la flor roja. Si llegas a entender la belleza de la muerte, lleva la flor blanca a tu nariz y aspira profundamente su olor.

Y tras despedirse de la divina Belleza de la Vida, Rostomel volvió a dirigir sus pasos por el camino por el que había llegado. En su viaje de regreso vio la montaña sobre cuya cumbre todavía estaba el cuervo. Lo llamó, pero no obtuvo respuesta. Subió a la cima para verlo de cerca y al tocarlo su cuerpo se deshizo en polvo. Miró hacia abajo y no vio ni rastro del profundo barranco: estaba lleno de arena y de la tierra de la montaña. Aquel viejo cuervo negro había cumplido su misión en la tierra y, en consecuencia, había ganado la paz eterna.

Rostomel siguió andando y llegó hasta la tranquila llanura donde estaba el ciervo. Todo lo que quedaba era un blanco esqueleto y una calavera quemada por el sol de la que salían dos cuernos que, a través de las nubes, llegaban hasta la bóveda celeste. Igual que el cuervo, también el ciervo había cumplido su misión y merecido el descanso eterno.

Por fin, Rostomel llegó a su Georgia natal. Pero, ¿qué es lo que veía? No reconocía ni a una sola persona, ni una sola casa. Donde una vez hubo desiertos, se alzaban ahora pueblos y ciudades bulliciosas. Personas desconocidas vestidas de modo raro hablaban una extraña lengua y poblaban aquel país; y él no era capaz de entender lo que decían. Allí estaban las montañas conocidas donde había visto la luz por primera vez, donde había crecido, donde había abandonado a su amada madre.

Pero, ¿dónde estaba ella? ¿Dónde el castillo en que vivía la reina Magdana y desde el que gobernaba a su valeroso pueblo? Ahora todo estaba yermo, todo silencioso como una tumba y únicamente los bloques de piedra cubiertos de musgo eran testigos del, en otro tiempo, inmenso palacio.

Lentamente se acercó todavía un poco más y vio con el corazón anhelante la antigua atalaya todavía erguida en la colina donde había cantarinas fuentes, donde resonaban dulces melodías y donde los pies de las muchachas en otro tiempo corrían por el césped.

Corrió hacia la atalaya y se encontró con un anciano curvado por el peso de los años. El anciano estaba sentado sobre la lápida de una tumba, murmurando una plegaria con labios temblorosos.

Dime, padre santo -dijo Rostomel atropelladamente, interrumpiendo el rezo de aquel hombre-. ¿No es este el lugar donde en otro tiempo vivía Magdana, la gloriosa y gran reina que gobernaba a su pueblo con tanta justicia? Yo soy su hijo, el heredero del trono. Si mi madre ya no vive, entonces yo soy ahora el rey soberano.

¿Magdana? ¿Magdana? -repitió el anciano-. Apenas puedo entender tus palabras, joven; no hablas nuestro idioma. Hablas igual que las antiguas crónicas. Hace tiempo que las estudié y por eso entiendo algo de lo que dices. ¿Magdana, dices? Sí, existe una leyenda, no sé si es cierta, que cuenta que vivió una gran reina hace miles de años. Si no recuerdo mal, se llamaba Magdana. Tenía un hijo -o, al menos, eso es lo que dice la leyenda- que se fue del reino y desapareció sin dejar huellas. Magdana murió con el corazón destrozado y, al cabo de muy poco tiempo, su reino se extinguió con ella.


El príncipe Rostomel guardó silencio mucho rato, mientras resbalaban por sus mejillas abundantes lágrimas de dolor. Por fin, alzó su lloroso rostro a los cielos y exclamó:
¡Oh eterno secreto del tiempo! ¿Qué soy yo ahora? ¿Nada más que una leyenda olvidada?

Inmediatamente, sacó la flor roja, la acercó a su nariz y aspiró su fragante olor. Al instante envejeció; se convirtió en un anciano, débil y encorvado; sus vivos ojos se apagaron, su bronceada piel se secó y arrugó sobre sus viejos huesos. Ya no le quedaban fuerzas ni para llevar la mano hasta el bolsillo donde guardaba la flor blanca. Con un sordo murmullo llamó al viejo sacerdote:

Pronto, padre, toma la flor blanca de mi bolsillo y acércala a mi nariz, para que pueda aspirar su fragancia y conocer por fin las misteriosas delicias de la muerte.

Rostomel murió. Lo enterraron y volvió a la tierra de donde había venido, y nadie molestó su sueño. Pero sobre su tumba crecen todos los años dos flores: una roja y otra blanca.


"El mundo es una etapa y todos los hombres y mujeres simplemente actores: tienen sus salidas y sus entradas; y un hombre en su tiempo juega muchas partes, siendo sus actos siete edades"  William Shakespeare



Wednesday, June 8, 2016

No me olvides:Leyenda


En la mañana del mundo envió Dios un ángel con un mensaje

para cierto santo varón que habitaba en un desierto de Persia.

Al cruzar el divino mensajero el espacio vio a una encantadora 

joven persa que, sentada al lado de un manantial, 

entretejía sus hermosos cabellos con no-me-olvides.

Enamorado de ella el ángel, descendió, le declaró su amor

y por largo tiempo vivieron juntos llenos de felicidad.
Sin embargo, un día se acordó el ángel de que no había llevado su mensaje, 

y pesaroso y arrepentido volvió al cielo en demanda de perdón por su falta, 

mas las puertas del paraíso estaban cerradas. 

Ante ellas se quedó lloroso y acongojado el ángel 

hasta que el arcángel Gabriel se le apareció y le dijo: 

Es orden de Dios que antes de traer al Cielo una hija de la Tierra, 

has de poblar el suelo de hijos del Cielo. 

No comprendiendo el ángel lo que esto quería decir, 

pidió a su esposa una explicación de ello. 

Sí, le dijo ésta, tomando unas flores de sus cabellos, 

Estas preciosas flores azules no m eolvides, son hijas del Cielo. 

Ambos cogidos de la mano, erraron por el mundo plantando 

no me olvides por doquier, y terminada su tarea, 

tomó el ángel a su esposa en los brazos y con ella voló al Cielo.
Buda: Cuando te gusta una flor, solo la arrancas. Pero cuando amas una flor, la cuidas y riegas a diario. Quien entienda esto, entiende la vida.

Sunday, June 5, 2016

La solterona


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Apoyada de brazos en el balcón, la solterona doña Teodolinda,contemplaba el pequeño jardín que se extendía ante su hotel.A la luz débil de aquel atardecer otoñal,
 las siluetas de los árboles destacaban en el fondo de un empalidecido cielo.
 A veces, bruscas ráfagas de viento movían las ramas haciendo desprenderse las hojas,
 ya marchitas, que caían revoloteando como obscuras mariposas,
 yendo a posarse entre las hirsutas ramas de los arbustos del jardín.

 Y así como los pájaros, presintiendo la noche cercana, acudían a refugiarse en las espesuras del boscaje, en aquella hora silenciosa y nostálgica del crepúsculo,
 acudieron a la mente de la solterona sombríos pensamientos, sumiendo su siempre 
alegre y sereno espíritu en el lago profundo de la melancolía.

Y contemplando como al caer de las hojas, perdían los árboles la belleza
 lozana que allá en los tiempos primaverales lucieran, pensó con tristeza
 infinita en su, poco a poco, perdida hermosura; y en sus tiempos de esplendor, de alegrías, de amorosas ilusiones, ¡de juventud! . 
Y resucitando en su mente el ya lejano ayer, recordaba los paternales
 cuidados; los deseos cumplidos; los admiradores galantes; los apasionados celosos de cuantos rendían homenaje a sus gracias. Y al rememorar 
el dichoso pasado,n se lamentaba
 de la soledad en que, voluntariamente, se había recluido; 
y un lúgubre y cruel pensamiento la atormentaba.

La idea de que el día en que muriese no habría ni un ser querido que, pesaroso,
 la acompañase en su viaje postrero, la hizo estremecer, pensando en lo ¡sola! 
que haría la última jornada... Y vivamente impresionada ante la visión 
desconsoladora, demudada y pálida, acometida por un terror extraño,
 entró rápida en su gabinete, cerrando brusca, tras de sí 
las puertas cristaleras del balcón.

Más serena ya en el ambiente sedante de su habitual estancia, procuró distraerse evocando el pasado venturoso; y sentada ante un legítimo vargueño, a la 
amable luz de una velada lámpara, fue sacando de
 la cajonería del viejo mueble ¡cosas! que allí conservaba desde los
 floridos días juveniles, y de las que hasta aquel instante no se había 
vuelto a acordar. Y salieron nuevamente a la luz cartas, rizos, llores, anillos, retratos ¡todo el tesoro de lo que fueron sus amores!


El corazón le latía con violencia al desatar las ya pálidas cintas de colores
 de los paquetes de cartas, que, palpitante de emoción, fue una tras
 otra leyendo. Estaban todas; desde la de aquel casi un niño, que, tímido,
 le declaraba su amor primero, hasta la del enamorado vehemente e impetuoso, 
que se  mostraba casi iracundo, en el fuego de su pasión.
Había de poetas que la invocaban como a su divina musa; de pintores que,
 reconocidos, la consideraban causa de su inspiración; de militares dispuestos
 por ella a las más atrevidas empresas; de viejos que ante su vista decían 
sentirse rejuvenecidos; de románticos atormentados por su ideal amor.
 ¡Y ávidamente las iba leyendo todas, y ante el desfile de amorosas
 y tiernas palabras, fue reviviendo hasta en sus menores detalles los pasados
 días de amor, de esperanzas, de incumplidas promesas
 y sus ojos fueron poco a poco nublándose y, al desaparecer de su vista los amados renglones, surgió un sollozo desde lo más hondo de su corazón!

Largo rato permaneció angustiada ante sus recuerdos amorosos,
 cuando una súbita y extraña idea la hizo sonreír, a pesar de tener 
aún los ojos arrasados en lágrimas.
Y, afirmándose en su pensamiento, enjugó su llanto,
 y comenzó a ordenar las cartas por el tablero del vargueño esparcidas.


Poco a poco fue serenándose acariciando la realización de aquello 
que tan de pronto se le  había ocurrido. ¿Por qué no?
 La cosa no era imposible ni mucho menos. 
Todo consistía en averiguar los domicilios de los que fueron sus rendidos amadores. Algunos habían ya fallecido; otros vivían en distinta población; 
pero ¡como fueron tantos! le constaba que vivían en la ciudad los bastantes 
para lograr su objeto. A éstos les escribiría. La misma rareza de su nombre 
les ayudaría a recordarla a pesar de los años transcurridos, y,
 ¿quién sabe si acudirían a su llamamiento?


Y doña Teodolinda desplegando su sutil ingenio, y apelando al caudal de sus amorosos recuerdos, desde aquella noche comenzó a 
escribir cartas a sus ya viejos amadores.  A cada uno le decía, según su 
temperamento y condición, lo que más pudiera agradarle, 
halagando sobre todo su vanidad donjuanesca, esa vanidad de la que no se libran ni los más pobres hombres.Elogiaba también en los artistas, sus obras.
Les  citaba, a los poetas, estrofas de las que ellos 
consideraban sus insuperables poesías. A los militares, sus casi siempre más 
de lo debido ponderadas hazañas; y a todos les juraba que en el transcurso de los años, 
en que ni se habían visto, había ella vivido consagrada al 
recuerdo del amor, de su amor, que fue el único verdadero de su vida.

Con los casados exageraba la nota, mostrándose envidiosa de la compañera, por ellos tan escrupulosamente elegida, y por la que su vivir sería una continua sucesión de horas dichosas; de esas horas por ella tan anheladas y perdidas, por no haberle él hecho la ofrenda de su amor .

¡Y al final de cada carta, en una súplica emocionante, les rogaba encarecidamente, ya que ¡ingratos! en vida le negaron tanta felicidad, la acompañaran, al menos, en el día de su muerte, hasta el sagrado lugar del eterno reposo!.
Y doña Teodolinda, a pesar de la fatídica terminación, cada vez que
 finalizaba una de las carlas, sonreía, mientras cuidadosa y 
con clara letra ponía en el sobre el nombre del destinatario.

Pensando en la eficacia de su sutil y halagadora palabrería, 
sentíase esperanzada y se decía interiormente: 
¡lrá! ¡Ya lo creo que éste irá! 

Y la lástima para ella fue el no verlo.
La Divina Providencia, como si no hubiese estado esperando
 para ello más que doña Teodolinda escribiese sus epístolas, 
a los pocos días de terminada la tarea, le ofrendó un dulce mal, 
con el que alcanzaría pronto una buena muerte.

Y la solterona, sintiéndose morir, despachó su postrera correspondencia,
 disponiéndose resignada a recibir la visita de la que no perdona 
La "intrusa", sin embargo, hízose esperar aún varias semanas;
 mas al fin llegó, y se llevó, en su compañía, aquella alma
 buena y sentimental a los elíseos campos


El pequeño jardín del hotel de doña Teodolinda aparecía invadido por graves señores enlutados, que esperaban la hora del entierro. 
Cada uno de los cuales, en su presunción varonil, creía ver en los otros concurrentes simples amigos de la muerta. Porque ninguno 
dudaba ser él solo ¡el único amor!, nunca olvidado, de aquella mujer, 
que ahora se les representaba a través de los velos del recuerdo, embellecida por el tiempo transcurrido y sublimada con todas las perfecciones que imaginamos poseen aquellos que ya no volveremos a ver jamás.

¡Cuánto lamentaban los poetas haberse olvidado de la que
 fué su preclara musa! Y se enorgullecían al pensar en que, hasta en sus últimos momentos, recordaba sus inspiradas estrofas ...

Los casados que, después de mucho elegir mujer, se  sumergieron al fin con una en la realidad prosaica de la vida, se arrepentían de no haberlo hecho con aquella que, ahora creían hubiera sido la ideal esposa que los deseos de cada uno se imaginaba ...

Romántico hubo que se desesperó de haberse alejado de la que, 
en aquel instante, tenía la certeza, fue la encarnación real de sus ensueños. 
Dolíanse todos de haber truncado su vida, que con aquella mujer hubiese
 sido muy otra, y sintiendo un inconfesado rencor contra ellos mismos,
 tendían imaginariamente sus manos suplicantes hacia el fantasma
 de la felicidad por siempre desaparecido.


Y fue que la solterona, inconscientemente, hizo con sus carta reverdecer en lo más íntimo de cada uno las ansias infinitas de una dicha jamás lograda; por lo que su nombre amable, al ser pronunciado después de tantos años, despertó en aquellos hombres el deseo
 de ser amados infinitamente. ¡Y encontrándose, ya en la vejez, en el 
desconsuelo de sus vulgares existencias, lloraban desolados el bien perdido!

Y el entierro indiferente que temía doña Teodolinda, tuvo un cordial
 y lucido cortejo de hombres que marchaban tras el féretro, 
silenciosos, entristecidos, meditabundos!
 ¡Y era que los que iban tras de la fenecida solterona,
 rendían, sin saberlo, un postrer homenaje a la fortuna incierta
 al destino ignorado, ¡a lo desconocido!



Thursday, June 2, 2016

Error::Fracaso 2º: +2 Imágenes con reflexiones cortas


Fracaso no es sinónimo de ser fracasado
Significa que todavía no tuviste éxito 

Fracaso no significa que no lograste nada
Significa que aprendiste algo

Fracaso no significa que actuaste como un necio
Significa que no tuviste mucha fe

Fracaso no significa que sufriste descrédito
Significa que estuviste dispuesto a probar

Fracaso no es sinónimo de falta de capacidad
Significa que debes hacer las cosas de distinta manera

Fracaso no significa que eres inferior
Significa que tu no eres perfecto

Fracaso no significa que perdiste tu vida
Significa que tienes buenas razones para empezar de nuevo

Fracaso no significa que tengas que echarte atrás
Significa que tienes que luchar con mayor ahínco

Fracaso no significa que jamás lograrás tus metas
Significa que tardaras un poco mas en alcanzarlas.

Fracaso no significa que Dios te haya abandonado
Significa que El tiene una mejor idea para ti.

Fracaso es sinónimo de no haber intentado



El error más grande
El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte,
 te equivocas dejando de arriesgar en el viaje hacia tus objetivos.

No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino,
 retrocede para seguir avanzando hacia el mar; se equivoca el agua que por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la laguna.

No se equivoca la semilla cuando muere en el surco para hacerse planta;
 se equivoca la que por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida.


No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos
 para alcanzar sus metas, se equivoca aquel que
 por temor a equivocarse no acciona.

No se equivoca el pájaro que ensayando el primer
 vuelo cae al suelo, se equivoca aquel que por temor
 a caerse renuncia a volar permaneciendo en el nido.

Pienso que se equivocan aquellos que no aceptan
 que ser hombre es buscarse a sí mismo cada día, 
sin encontrarse nunca plenamente.

Creo que al final del camino no te premiarán por 
lo que encuentres, sino por aquello que hayas
 buscado honestamente.

Sunday, May 29, 2016

Mujer, Poema de Gioconda Belli



Si eres una mujer fuerte prepárate para la batalla:

aprende a estar sola, a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo, 
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta, a nadar contra corriente. Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto. 
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo, rodéalo de fosos profundos, pero hazle anchas puertas y ventanas. 
Es menester que cultives enormes amistades, 
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres, 
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños. 
Si eres una mujer fuerte protégete con palabras y 
árboles e invoca la memoria de mujeres antiguas. 
Has de saber que eres un campo magnético hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados y el óxido mortal de todos los naufragios.
 Ampara, pero ampárate primero. Guarda las distancias. 
Constrúyete. 
Cuídate. 
Atesora tu poder.
 Defiéndelo.
 Hazlo por ti.
 Te lo pido en nombre de todas nosotras. 

 Gioconda Belli




Saturday, May 28, 2016

La Flor de la honestidad

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Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país iba a ser coronado emperador y de acuerdo con la ley, debía casarse.

Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración.

Sin poder creerlo le preguntó: “¿Hija mía, que vas a hacer allí? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte acudirán. Quítate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura”

Y la hija respondió: “No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz”.

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, las más bellas joyas y las más determinadas intenciones.

Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: “Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China”.

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo.

Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores.

Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó: Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles”
 Leyenda China




"Trate a aquellos que son buenos y los que no son buenos con bondad. 
Así se obtiene la bondad. 
Sea honesto con los que son honestos y los que no son honestos.
 Así se logra la honestidad" 
Lao Tzu

Thursday, May 26, 2016

La leyenda de Bamako


Hace mucho, mucho tiempo, en la época en la que la noche era negra, sombría e impenetrable ya que la luna no la iluminaba todavía, una joven llamada Bamako vivía en la aldea Kikamo. Ella era muy bella y amable. Amaba tiernamente a sus padres y a su pueblo que la estimaba y la respetaba. Todos los habitantes de la aldea admiraban sus grandes ojos que brillaban como el sol.

Un día, unos soldados venidos del norte atacaron la aldea de Bamako, así como todas aquellas de los alrededores. Astutos, feroces y sanguinarios sólo luchaban por las noches y se escondían durante el día.

Los amigos de Bamako les hacían frente valientemente, pero no sabían luchar durante la noche y, después de largas noches de combates, todos corrían el peligro de perder la vida frente a los feroces enemigos.

Una noche, el dios N’Togini se le apareció a Bamako y le dijo:

¡“Bamako! Si quieres salvar a tu pueblo sigue mi consejo. Mi hijo Djambé, que vive en la gruta, al borde del río, está enamorado de ti desde hace mucho tiempo. Si aceptas casarte con él, te llevará al cielo donde brillarás todas las noches. Tu pueblo no tendrá que luchar en la oscuridad, puesto que tú iluminarás sus noches. Gracias a ti él vencerá a sus enemigos”

“¿Qué debo hacer?” preguntó Bamako.

N’Togini le explicó:

“Por la noche, cuando el sol se ponga, sube a la gran roca que está sobre la gruta y lánzate al río. No tengas miedo. Djambé estará allí para recibirte. Ten confianza y nada te sucederá”.

Valiente, Bamako no dudó en seguir las recomendaciones del Dios en todos sus puntos. Saltó al vacío, Djambé la atrapó y la llevó al cielo como lo había prometido su padre.

Entonces, un milagro se produjo. El resplandor de sus grandes ojos iluminaban la noche oscura.

Esa noche, los aldeanos lograrían una rotunda victoria y expulsaron a sus enemigos


Desde entonces, la cara resplandeciente de Bamako aparece cada noche en el cielo. Cuando el sol desapareció, el relumbrante rostro de Bamako apareció en la noche. 



Monday, May 23, 2016

La princesa y el guisante


Érase una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, 
pero tenía que ser una verdadera princesa. Viajó por todo el mundo
 buscando una, pero no pudo encontrar en ningún sitio lo que buscaba.
 Había muchas, pero era difícil saber si eran auténticas princesas. 
Había siempre algo en ellas que no era como debía ser. Así, volvió a casa
 de nuevo muy triste porque le hubiera gustado mucho haber encontrado
 la verdadera princesa de sangre real. 



Una noche estalló una terrible tormenta con rayos y truenos. 
La lluvia caía torrencialmente. De repente se oyó como alguien golpeaba
 la puerta del castillo con fuerza. ¡Toc! ¡Toc!¡Toc!. El anciano rey fue a abrirla.



Era una princesa que estaba afuera, frente a la puerta. Pero, ¡Dios mio! 
¡qué aspecto presentaba con la lluvia y el mal tiempo! 
El agua le goteaba del pelo y de las ropas, le corría por la
 punta de los zapatos y le salía por el tacón y, sin embargo, 
decía que era una princesa auténtica.



“Bueno, eso pronto lo sabremos”, pensó la anciana reina.
 Y sin decir palabra, fue a la alcoba, apartó toda la ropa de
 la cama y puso un guisante en el fondo. Después cogió veinte
 colchones y los puso sobre el guisante, y además colocó veinte
 edredones sobre los colchones.

La princesa tuvo que dormir allí toda la noche.

A la mañana siguiente le preguntaron como había dormido.

El príncipe la tomó por esposa, porque ahora podía estar seguro de
 que se casaba con una princesa auténtica, y el guisante entró a
formar parte de las joyas de la corona, donde todavía
puede verse, si no lo ha robado.

HANS CHRISTIAN ANDERSEN



Thursday, May 19, 2016

Quejas 2º Reflexión & El reto de los 21 días







Todos nos quejamos y es como algo normal,
¿Lo será? 
Tal vez sea una excusa que usamos para bloquear
las posibilidades de considerar alternativas.
Y escogemos destacar siempre los problemas, 
cuando no va de acuerdo a lo que se desea.

Cada queja descolla desánimo 
inconformidad e insatisfacción. 
Escoger cobijar la queja, la negatividad, 
el sarcasmo y la crítica. señalar las cosas 
que no gustan y lo que esta mal 

¿Será lo fácil? 
Esquivar situaciones que retan a 
explorar  alternativas en circunstancias
que causan incomodidad, tal vez  sean 
complejas, quizas porque es mas sencillo desentenderse.

Las opciones al alcance están en constante desafío,
por las posturas que adoptamos y repetir lo que 
se da por sentado que esta bien. 

Seguir usando la queja y no responsabilizarse
Hacer hábito de expresar el descontento y de paso olvidar
todas las razones por las que agradecer.

En cambio reparar en las cosas agradables;
esas pequeñeces que con facilidad se olvidan, las que 
se obvian y son motivación para nutrir la dicha y bienestar.
©мєяуєм/єм∂ρєη






Mientras era ministro de Christ Church Unity en Kanzas City, Missouri en 2006
Will Bowen ofreció una idea sencilla para las personas monitorear su éxito en la erradicación de las quejas de sus vidas.
Al abrazar el Concepto Libre de quejas las personas han transformado sus vidas, 
las de sus familias sus trabajos y sus amistades.

1.  Comienza usando el brazalete en cualquiera de la muñecas.

2.  Cuando te das cuenta de que estas quejándote,
criticando,murmurando o siendo sarcástica, 
mueve el brazalete a la otra muñeca.
3.  Mantente en el reto.


 Toma alrededor de 4 a 8 meses completar los 21 dias consecutivos sin quejarte.

Sin desanimarse y siendo honesto con uno mismo

puede tomar hasta meses para lograr llegar al día 2.

Por que 21 dias?

Los científicos creen que toma aproximadamente

21 días de un comportamiento consistente en convertirse en habito.

Cambia el brazalete cada vez que te quejas. 

Una persona se queja un promedio de 15 a 30 veces al día.

En cada cambio del brazalete te haces consciente de tu comportamiento.

Cuando te das cuenta deque te estas quejando comienzas a cambiar.

Hasta que se completen 21 dias consecutivos sin quejarse, criticar o murmurar.

Se habrá formado un nuevo habito. Al hacerse consciente de sus palabras y 

cambiándolas, habrán cambiado sus pensamientos 

y se comienza a crear una vida por diseño.


Del Libro
“A complaint free world” How to Stop Complaining
 and Start Enjoying the Life You Always Wanted by Bill Bowen

Bill Bowen es el Fundador de la Organización sin fines de lucro 
Un Mundo Libre de Quejas.

http://www.willbowen.com/
https://www.willbowen.com/blog/


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