Monday, July 26, 2021

Cuestión de elección

No puedes elegir si el día
esta nublado o soleado 
pero si puedes decidir entre sufrirlo o disfrutarlo
ELIGE...!!!

Nuestra actitud frente la vida, es decir, lo que entiendo como el tipo de vida que llevamos, es, al fin y al cabo, una elección propia de cada uno de nosotros con respecto a si mismo. Somos lo que somos porque así hemos elegido serlo, aunque algunas veces se es lo que se es porque irremediablemente uno está configurado para serlo. Las cosas que vivimos, las cosas por las que pasamos, y lo que recibimos de cada una de las personas que se cruza por nuestras vidas nos afecta de un modo que queda corto a la hora de exponerlo mediante la palabra, dicha o escrita, porque tal acto comunicativo minimiza de una forma imposible de definir aquello que por dentro tiene carácter de inmensidad. De todas formas, el determinismo del que somos presa tiene, sin duda, mucho que decir cuando se trata de entender lo que somos.

Cuando hablo de mi, de lo que yo soy o lo que creo que soy, de lo que las cosas por las que he pasado y las cosas que me han pasado han hecho que sea y, en última instancia, de las elecciones que he tomado para ser así, no puedo olvidarme de tener en cuenta las disposiciones de mi carácter, de mi forma de ser, de mi "alma" (en un corte más platónico) que marcan el camino de mis elecciones (en este sentido, el determinismo actúa también) y la ardua empresa de remontarme, en una cadena causal, de causa en causa para buscar la causa última, que sea causa de si misma (causa sui) que hace que yo mismo sea aquello que soy resulta una tarea tan complicada como aquel que se pregunta sobre qué se aguanta Atlas, el titán que sostiene el mundo según la mitología griega. Decían los griegos que se aguantaba sobre un caparazón de tortuga pero una mente inquisitiva podría preguntar, "vale, bien, pero ¿ése caparazón de tortuga, sobre qué se aguanta?" Evidentemente, la respuesta era que sobre otro caparazón de tortuga, y de ahí para abajo todo lo demás son caparazones de tortuga. Por lo tanto, me olvidaré de causas últimas y me centraré en causas primeras, inidentificables a simple vista, causas que estén al alcance de una mente tan poco habituada a la reflexión puramente académica como lo es la mía (en el fondo, tampoco me arrepiento de ello, es más, me gusta).

La disposición de cada cual para ser más propenso a ser un tipo de persona u otra viene determinada, más que por motivos racionales o genéticos, por motivos sentimentales. Lo que nos pasa, lo que vivimos, es interpretado según nuestra disposición sentimental para afectarnos de una forma u otra, de una manera más fuerte o débil, con una intensidad u otra, en función de nuestra forma de ser y nuestra manera de sentir. Los sentimientos, aquella asignatura olvidada de las ciencias por su elevada complejidad de comprensión y sus múltiples manifestaciones cambiantes sin seguir un patrón lógico o explicable mediante la razón, deben ser tomados en cuenta de una forma más relevante más allá de la simple psicología, pues, creo, dicen más de nosotros mismos, de lo que somos y del porqué lo somos, que cualquier otro tipo de razonamiento o "excusa" científica que nos hable de procesos mecanizados que llevan a algún tipo de verdad a medias. Puede uno escudarse con esa "verdad", pensar que ciertos estímulos eléctricos en nuestro cerebro son la causa de tales o cuales comportamientos pero, sin duda, existe un factor de desarrollo sentimental que no podemos explicar con nuestra "ciencia" actual. Por encima de seres racionales y, sobre todo, antes de que eso, somos seres sentimentales. Y es el sentimiento lo que nos guía, no la falacia de la razón. Porque, ¿Qué papel tendría la pasión (el sentimiento pasionario) en el desarrollo de cierto invento, puesta en perspectiva junto con la razón, sino es el de mayor importancia en una escala de valores sobre qué es aquello que nos impulsa? La razón seria la máquina, la pasión su propulsión. No hay razón verdadera manifestándose en todo su esplendor sin ir acompañada de este sentimiento, la pasión, pero si puede haber pasión sin razón. De hecho, la gran mayoría de pasiones resultan del todo irracionales.

Lo que somos lo marcan, mayoritariamente, nuestras elecciones, nuestras elecciones que, sin duda, son guiadas por lo que sentimos, por nuestros sentimientos. No hay más lógica a la hora de valorar qué somos que la ausencia de lógica que implica el sentir. La gran mayoría de decisiones más importantes de nuestras vidas las tomamos guiadas más por un sentimiento que por una decisión racional. ¿Esto es así? Me gustaría pensar que es así, porque yo soy un ser humano y los seres humanos actúan así, por pasión antes que por razón. La razón no es más que la auténtica máscara bajo la que creemos actuar la gran mayoría de tiempo pero, con un análisis crítico de las causas, veremos que toda racionalidad esconde detrás un fuerte sentimiento del tipo que sea. Yo pienso así, y me gustaría pensar que la gran mayoría de mis contemporáneos también sienten que es así, aunque la experiencia muchas veces nos demuestre lo contrario. Al fin y al cabo, supongo que la situación, a todas las escalas, está como está debido justamente a ese factor, a que "pensamos demasiado y sentimos muy poco", tal como decía el gran Charles Chaplin del cual mucho deberíamos aprender. De todas formas, no entraré a valorar el proceder de los demás en cuanto a qué es lo que les lleva a la creación de su identidad y a la aceptación de una determinada forma de vida en vez de otra, pues seria imposible comprender las razones verdaderas de tal proceder al no encontrarme como no me encuentro en su propia cabeza, sino que me centraré en valorar única y exclusivamente aquello que conozco, o creo conocer, o en realidad en lo que menos conozco, que soy yo mismo.

¿Qué es lo que ha hecho que yo, a estas alturas de la película de mi vida en las que me encuentro, sea como soy? Sin duda, deben ser, en primera o en última instancia y en función de la elección en concreto que decida analizar, los sentimientos. Soy así, así he elegido y así he actuado. La disposición de mi "alma" así lo ha querido, y yo he sido fiel a esta disposición. He llegado a ser lo que soy queriéndolo y no queriéndolo. Ha sido inevitable. Y, en realidad, no he llegado a ser lo que soy, pues, en el fondo, estaba destinado a serlo. Curiosa contradicción. Cada elección que he hecho me ha llevado a ser lo que soy, y cada elección estaba impregnada de una dosis más o menos fuerte de cierto determinismo en relación a lo que había ido viviendo hasta la fecha, y lo que ha sido determinante es como eso me había afectado a nivel personal. No encuentro otra causa más firme e inamovible que esa, que lo que he ido extrayendo de todas y cada una de las vivencias que conforman mi vida hasta la fecha, no de una forma racional sino sentimental, ha posibilitado que mi realización se esté llevando a cabo en el devenir de los días, hasta llegar al día de hoy, día que estoy analizando en perspectiva, mirando hacia atrás. Dedico mi vida al estudio de una materia tan compleja, volátil y inestable como es el pensamiento, justo porque el sentimiento se me ha mostrado claramente en el trasfondo de esta tarea. ¿Qué resulta más preconfigurado, más esencial, más básico y más fundamental que el simple pensamiento o el hecho de pensar, hecho que resulta el principal elemento edificador de cualquiera de las cosas habidas y por haber en la realidad que contemplo? Todo lo que vemos en este mundo, todo lo que ha sido tratado y modificado por el alma humana, ha sido pensado antes de haber sido creado. No existe creación sin previo pensamiento. Y, sin duda, el mundo puede llegar a ser un lugar tan triste, frío y devastador como alegre, cálido y bonito al mismo tiempo, y de la toma de consciencia de este hecho extraigo la idea de que resulta imposible no contemplar aunque sea la más mínima posibilidad de un previo sentimiento impulsor tras el pensamiento que ha posibilitado la creación de lo que veo, porque si así se manifiesta y así puede ser interpretado es porque así ha sido creado para manifestarse e interpretarse.

El sentimiento, la posibilidad de causar una emoción, está presente en todo lo que podemos encontrar en este mundo y, sin querer caer en creacionismos ni diseños inteligentes de ningún tipo que justificaría que así fuera, se encuentra presente detrás de algo tan complejo como es la propia vida como detrás de la simple cuchara que nos ayuda, práctica y funcionalmente, a tomarnos una sopa, o el simple zapato que se amolda y adapta, conforme a nuestro diseño pero también conforme a su realización zapatilla, a la forma y tamaño de nuestro pie, o la triste observación de la lágrima ajena ("ese simple proceso fisiológico mecanizado") que cae por la mejilla del otro cuando un corazón está roto, o la contemplación de un paisaje que, compuesto por elementos puramente naturales, evocan en nuestra mente una serie de sentimientos de nostalgia o tristeza que no podemos identificar o atribuir de una forma lógica a las formas que observamos, pues simplemente se dan, o la mariquita que recorre volando la ciudad recordando melancólicamente ese campo de amapolas del cual, definitivamente, no debería haber salido nunca. De todo lo que vemos podemos extraer un sentimiento, como observadores. Así como también de todo lo que vivimos en primera persona, y está en nuestra mano prestarle atención a este hecho o no prestárselo. Lo que importa es lo que sigue: que de darse, como es el caso, resulta imposible, al menos bajo mi inexperto juicio, no dejarse llevar por dicho sentimiento, que tal emoción no sea una emoción tan simple pero al mismo tiempo profunda e indudablemente configuradora en las decisiones que tomamos como realmente es, así como lo que decidimos creer y lo que hacemos también lo es. Somos creadores de sentimientos, somos interpretadores de sentimientos y somos, en sí, sentimientos pensantes. Así soy yo, y mi primera verdad no es el "pienso, luego existo" cartesiano, sino el "siento, luego pienso, luego existo". Existir como humanos implica sentir, de una forma tanto o más indudable, a mi parecer, como el sentir. ¿Como, si no, podría yo existir, sin sentir? Posiblemente podría, pero ¿sería una vida que merecería la pena vivir? Posiblemente lo fuera, pero mis reglas de la lógica me invitan a pensar que si, y solo si, jamás hubiese experimentado el "sentir" porque, de darse, no podría vivir más sin ese sentir, quedaría profunda e inevitablemente pegado, anexionado, unido a esa posibilidad, la posibilidad de sentir, de vivir mi vida sintiendo.

Pero eso no es una posibilidad, es una realidad: soy un ser que siente, incluso antes de ser un ser que piensa. Soy un animal sentimental, incluso antes de ser un animal racional. El sentimiento siempre es previo al pensamiento, el sentimiento siempre es previo a la razón. Esta es mi primera gran verdad que no precisa más objetividad que la que garantiza la universalidad de las "tablas de la verdad" de mi propio pensamiento, dentro de mi diminutamente infinito mundo. Como "ser sintiente" que soy, expreso mi sentir en el pensamiento. Eterno soñador, eterno melancólico, eterno ganador y eterno perdedor. Explorador incansable, buscador insatisfecho, siempre buscando, de aquí para allá, en pequeños detalles, el mínimo resquicio de emotividad en cualquier hecho cotidiano, aunque la expresión no siempre se lleva a cabo por motivos circunstanciales: la penitencia o el fiesta son, en la mayoría de los casos, internos. Ni mi acto de pensar ni mi pensamiento pretenden ser una manifestación racional de cierta comprensión estructurada del mundo (o quizá si, pero a mi manera). Se razona a partir del sentir, y el sentir no tiene una estructura. Por este sentir pienso, y por este pensar de carácter irremediablemente sentimental escribo ahora mismo: pienso, luego escribo, pero pienso porque siento y siento porque siento, esta es mi razón última, causa de ella misma, "causa sui". Lo que sienta o deja de sentir es, en el fondo, lo que menos importancia tiene, pues no hay razón ni lógica alguna para justificar este texto más allá que el puro frenesí desenfrenado de un sentir que mueve mis dedos casi aleatoriamente para componer esta sinfonía desafinada de palabras con cierta conexión mutua que pretenden configurar la totalidad de un mensaje que resulta imposible expresar como tal pero que sale de mi y se transforma en estas líneas. Quizá no llegue a nada en concreto, tampoco esa es mi pretensión: en el fondo solo es una búsqueda (o recordatorio) de mis porqués eternos. Y es que toda razón última de mis "porqués" (así mi propia vida me lo ha enseñado) surgen de la forma más espontánea a través de un sentir previo que urge a ello, sea acto sea pensar, y, aunque se muestren enmascaradas con la excusa de la razón, que no es más que un medio, un modo de expresarse, debo recordarme a mi mismo, de vez en cuando y para no olvidar, cual es el verdadero caparazón de tortuga que sostiene mi mundo en toda su totalidad.
                                                                                                            Desconocido

Saturday, July 24, 2021

Intentos

Imagen de: https://wallpaperim.net/




Intentos

Intento seguir adelante sin dejar que el desanimo tome el control completo de cada minuto de mi día

Intento ser paciente, en cada paso, cada obstáculo y cada dificultad

Intento ser compasiva con cada persona que no es compasiva conmigo

Intento encontrar ese motivo especial que me empuje a dedicarle tiempo cada día.

Intento encontrar siempre el lado bueno de las cosas.

Intento que cada pensamiento negativo se disuelva sin darle poder.

Intento ser mejor hoy que ayer.

Intento ser persistente, porque de los intentos se escribe nuestra historia,

Algo que nos caracteriza, sin discriminar, son nuestros esfuerzos y determinación, imprescindibles si queremos conseguir algo. De esos esfuerzos, perseverancia y resiliencia se componen los sueños, poder lograr metas y cumplir nuestros objetivos, Trabajar por lo que deseamos conseguir

Intentar alcanzar lo que te propones a veces requiere constancia y voluntad para no dejarte vencer. Activando la energía de la motivación: la cual es definida por la Real Academia Española como "Conjunto de factores internos o externos que determinan en parte las acciones de una persona y la voluntad para salir adelante,
Si bien es cierto, hay que arroparse de valentía para levantarte
despues de cada intento fallido. Porque "las veces que caes no definen tu éxito, sino las veces que te levantas y continuas trabajando hacia tu meta" Lo importante mas bien, es no darse por vencido. Creer en ti mismo es fundamental para alcanzar lo que quieres. No todo se dará de una y siempre habrá obstáculos que superar.
©мєяуєм/єм∂ρєη

No olvides que si la vida no te tumba hoy, mañana lo intentara
de nuevo. Confia, persevera y ten paciencia
©мєяуєм/єм∂ρєη

Intentos Frases

"Ganar no lo es todo, pero el esfuerzo por ganar lo es"
Zig Ziglar

"El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo"
Winston Churchill

El fracaso es un desvío, no un callejón sin salida" Zig Ziglar

El coraje permite a la mujer con éxito fracasar y aprender poderosas lecciones de ese fracaso, para que al final, ella no fracase en lo absoluto” Maya Angelou

"La vida se encoge o se expande en proporción al coraje de uno Anais Nin
Lo que haces habla tan fuerte que no puedo oír lo que dices" Ralph Waldo Emerson

"No se trata de si te derriban, se trata de si te levantas" Vince Lombardi
No hay fracaso, excepto en no intentarlo». Elbert Hubbard.
¿Cuánto tiempo deberías intentarlo? Hasta que lo logres». Jim Rohn.

"Establece tu objetivo y sigue intentándolo hasta que lo alcance. Napoleón Hill.
Hacer lo mejor que puedas significa no dejar de intentarlo" Helen Keller.

Monday, July 19, 2021

Pensamientos 4


"Si no es para ti, ni aunque te pongas"


"Quédate con quien se quedo cuando ni tu misma estabas"

"Todo lo que haces por los demás, se quedara en el mundo como tu legado"

"Recuerda siempre que eres mas grande que tus circunstancias,
 eres mas que cualquier cosa que te pueda ocurrir"
 
"Cuando una puerta se cierra, se abre el universo entero"
Proverbio.

Sunday, July 18, 2021

"Soltar, dejar, partir" de Jorge Bucay


"Todo vale la pena. Porque somos quienes somos por aquello que hemos vivido. 
Somos quienes somos por aquello que algunas personas dejaron en nosotros, 
pero somos absolutamente quienes somos gracias a aquello que hemos perdido, gracias a eso que ya no está con nosotros.

Es tan fácil darse cuenta cuando a uno no lo quieren: basta con mirar al
 otro fijamente a los ojos. ¿Alcanza con verlo moverse en el mundo? 
¿Es suficiente con preguntarle o preguntarme? Si así fuera, ¿Cómo se explica
 tanto desengaño? ¿Por qué la gente se defrauda tan seguido si, en realidad,
 es tan sencillo darse cuenta de cuanto les importamos o no les importamos a
 los que queremos? ¿Cómo puede asombrarnos el descubrimiento de la verdad del desamor? ¿Cómo pudimos pensarnos queridos cuando, en realidad, 
no lo fuimos? Hay aquí algo para aprender: nadie es mas vulnerable a
 creerse algo falso que aquel que desea que la mentira sea cierta.

Y es mentira que tenemos que cargar con cada cosa que hemos querido
 y valorado; y es mentira que debemos seguir adelante con todo lo de antes,
 con todo lo que ya no está. Perdemos. Perdemos no solo a través de la
 muerte sino a través del abandono, del cambio, a través de seguir adelante. 
Nuestras perdidas incluyen también nuestras renuncias conscientes o 
inconscientes: la perdida de los sueños románticos, la cancelación de
 nuestras esperanzas irrealizables, la perdida de las ilusiones de libertad, 
de poder, de seguridad y, porque no, tambien, la perdida de nuestra juventud.

Es imposible poder aceptar con una sonrisa todas las cosas que, 
lamentablemente, son ciertas e ineludibles. Hace falta aceptar la verdad que no queremos asumir de una vez y para siempre. Que nuestra madre va a dejarnos, y nosotros vamos a dejarla a ella, que el amor de nuestros padres nunca será exclusivamente para nosotros, que aquello que nos hiere no siempre puede ser remediado con besos, que esencialmente estamos aquí solos. 
Que tendremos que aceptar el amor mezclado con el odio, con lo bueno
 y con lo malo. Que a pesar de ser como se esperaba que sea una
 niña no podrá casarse con su padre, que alguna de nuestras 
elecciones están limitadas por nuestra anatomía, que existen 
defectos y conflictos en todas las relaciones humanas. Que no importa 
cuan listos seamos, a veces nos toca perder. Habrá que aceptar
 que somos irremediablemente incapaces de ofrecer a nuestros seres 
queridos o a nosotros mismos la protección contra todo peligro, 
contra todo dolor, contra el tiempo perdido, contra la vejez o
 contra la muerte.

Muchas veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó, 
soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente creyendo que
 tenerlas es lo que nos va a seguir salvando de la caída.

Imagínate que vas por una selva. Te encuentras un río y debes seguir tu camino.
 El río es muy profundo, no lo puedes cruzar caminando, no hay un puente
 ni un barco ni un botero ni un vado. Entonces, durante dias y dias, 
durante semanas o meses, te dedicas a construir un bote, un bote 
que te permita cruzar el río. Y lo haces. Y estas contento contigo al 
otro lado del río porque construiste tu bote que te permitió seguir. 
Y piensas: "quizás haya otro río", "quizás pueda evitarme el trabajo de
 seguir construyendo otros botes", "debo llevar el bote conmigo". 
Y entonces, intento avanzar por la selva cargando con él, pero es tan difícil, 
es tan complicado... Tropiezo con cada rama, me llevo por delante 
cada liana. Es imposible, pero persisto. No quiero dejar este bote después 
de todo, ha sido tan útil para mi. Y sin embargo, esto, que un día me salvó, 
este bote que un día representó la posibilidad de seguir, hoy es mi mayor impedimento. Ser un adulto significará aceptar que soy capaz de hacerlo, 
una vez más. Significará dejar atrás aquello que hoy no me sirve, 
aquello que alguna vez me sirvió pero que hoy no tiene sentido 
en este camino. Y apostar, a que si hay un nuevo río, seré 
hoy más sabio para construir un nuevo bote.

 No hay perdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal, 
porque lo que sigue, despues de haber llorado cada perdida,
 despues de haber elaborado el duelo de cada ausencia, despues de
 habernos animado a soltar, es el encuentro con uno mismo enriquecido 
con aquello que hoy no tengo pero pasó por mi y también por la
 experiencia vivida en el proceso.

Me dirás, es horrible pensar que la muerte de un ser querido significa 
una ganancia para mi. Yo entiendo. Podría dejar fuera de esta conversación
 la perdida de un ser querido, podría ponerla en el casillero de las excepciones,
 pero no creo que lo sea. En todo caso, la muerte de un ser querido es un hecho inevitable en nuestras vidas, y el crecimiento que de ello deviene, también. 
No estamos entrenados a pensar que no debemos sufrir. Hemos sido educados
 por nuestros amorosos padres para convencernos de que sufrir 
es algo dañoso, que sufrir nos puede destruir, que el dolor puede aniquilarnos. 
Pero el dolor es tan saludable en nuestras vidas como lo es la tristeza. 
El dolor es tan constructivo como puede ser cualquier alerta de que algo se ha desacomodado. Es importante no transformar el dolor en sufrimiento. 
El dolor es el paso por un lugar no deseado; el sufrimiento es armar
 una carpa y quedarse a vivir en ese lugar indeseable. 
El duelo es el pasaporte que nos saca del sufrimiento
 y que permite que el dolor pase.
Pero es imposible dejar de desear y también es imposible poseer
 infinitamente y para siempre todo lo que deseamos. No somos omnipotentes, 
ninguno de nosotros puede ni podrá jamás tener todo lo que desea.
 ¿Existe la solución?
Yo creo que existe. Y creo que está a la mano para cualquiera.
 La posibilidad es aprender a entrar y salir del deseo, es desarrollar 
la capacidad de desear sin quedarse pegado a ese deseo, sin agarrarle como 
se agarra un alpinista a la soga que cree que le va a salvar la vida. 
Aprender es, sobre todo, aprender a soltar: soltar herramientas que ya
 no necesito, soltar personas que ya he perdido, soltar situaciones 
que se transforman, soltar vínculos que cambian, soltar etapas de 
la propia vida que han quedado atrás, soltar los momentos que han terminado.
 Y cada uno de ellos ha sido una perdida que hay que devorar, 
han sido etapas de mi vida que han pasado, y es mi responsabilidad
 enriquecerme al despedirlas.

"Gran maestro -dijo el discípulo- he venido desde muy lejos para aprender 
de ti. Durante años he estudiado con todos los iluminados y gurús del país 
y todos han dejado mucha sabiduría en mi. Ahora creo que tu eres el único
 que puede completar mi búsqueda. Enséñame, maestro, lo que me falta saber.

Baduín el sabio, siempre sereno, le dijo que tendría mucho gusto
 en mostrarle todo lo que sabia, pero antes de empezar iban a beber un té. 
El alumno, agradecido, se sentó junto al maestro. Baduín trajo una tetera y 
dos tazas de té, ya llenas. Alcanzó una de ellas al alumno y tomó la otra. 
Antes de que el discípulo empezará a beber, Baduín empezó a volcar más té
 en la taza llena del alumno. El líquido no tardó en derramarse al plato, y 
del plato a la alfombra. "¡Maestro, maestro, por favor deja de echar el 
té sobre mi taza!", dijo el alumno. Baduín parecía no escucharlo. Luego,
 lo miró a los ojos y le dijo: "hasta que no seas capaz de vaciar tu taza, 
ni yo ni nadie podremos poner más conocimiento en ella".

Hay que vaciarse para poder llenarse. Una taza, dice Krishnamurti, 
solo sirve cuando esta vacía. No sirve una taza llena: 
no hay nada que se pueda agregar en ella.

Esta es tu vida. Vas a tener que deshacerte del contenido de tus tazas 
llenas si quieres llenarla otra vez. Tu vida se enriquece cada vez que 
llenas una taza, pero también se enriquece cada vez que la vacías, 
porque cada vez que vacías tu taza estas abriendo la posibilidad de 
llenarla de un contenido nuevo. Y una de las tazas que más me cuesta 
vaciar, y que seguramente más te cuesta vaciar a ti, es la imagen que 
tenemos del mundo, porque queremos atenernos a que el mundo 
siga siendo como nosotros lo vimos, porque no queremos aceptar 
que el mundo cambia, no queremos aceptar que el mundo no es como yo 
quiero que sea y que esto implica un duelo. Si me animo a soltar el contenido 
de la taza de un sueño, quizás, pueda encontrarme en la mejor ruta
 para descubrir la verdad.

Hamlet Lima Quintana escribió una poesía, "Transferencia", 
que dice:
"Después de todo, la muerte es una gran farsante.
La muerte miente cuando anuncia que se robará la vida,
como si se pudiera cortar la primavera,
porque al final de cuentas la muerte solo puede robarnos el tiempo,
las oportunidades de sonreír, de comer una manzana,
de decir algún discurso, de pisar el suelo que se ama,
de encender el amor de cada día,
de dar la mano, de tocar la guitarra,
de transitar la esperanza, solo nos cambia los espacios,
los lugares donde extender el cuerpo,
bailar bajo la luna, o cruzar a nado un río,
habitar una cama, llegar a otra vereda,
sentarse en una rama,
descolgarse cantando de todas las ventanas.
Eso puede hacer la muerte, pero robar la vida,
robar la vida no puede.
No puede concretar esa farsa porque la vida,
la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta, irremediablemente, las tinieblas."

Claro que cuesta trabajo soltar aquello que no tengo, claro que es 
trabajoso poder desligarse y empezar a pensar en lo que sigue.
 Por supuesto, es el peor de los desafíos que implica ser un adulto sano y, 
sin embargo, no hay otro camino. Este es el coraje, esta es la fortaleza de la
 madurez, saber que puedo afrontar lo que me pase, que inclusive puedo 
afrontar la idea de que alguna vez, alguna vez, yo mismo, no voy a estar. 
Quizás pueda, por el camino de entender lo transitorio de todos mis vínculos, 
aceptar también algunas de las cosas que son más difíciles de aceptar; 
que no soy infinito, que hay un tiempo para mi paso por este lugar y
 por este espacio. Y, sobre todo, que debo hacer hoy las cosas
 que voy dejando de lado.

Creo que lo que más nos duele cuando un ser querido se muere es aquello
 que no le dijimos, es aquello que no le acercamos, es aquello que no nos
 dijo. Son esas cosas pendientes las que nos duelen con la muerte de 
aquellos queridos. Bueno sería a empezar a darnos cuenta que este es el 
momento, quizás mañana no estés, quizás mañana yo no esté. 
Hoy es el día de llamarte y decirte lo que siento.

La muerte de un ser querido, cualquiera que sea el vínculo, es la 
experiencia mas dolorosa que pueda pasar una persona. Toda la vida, 
en su conjunto, duele. Nos duele el cuerpo, nos duele la identidad 
y el pensamiento, nos duele la sociedad y nuestra relación con ella, 
nos duele el dolor de la familia y los amigos. Nos duele el corazón 
y el alma, duele el pasado, duele el presente, y, especialmente, 
duele el futuro.

"Y la única manera es transitar ese dolor".

Cuando entiendas que no se
trata de luchar sino de aceptar
y fluir, habrás entendido la vida.


Soltar. Dejar Ir. Porque en realidad
nunca te ha pertenecido.

"Soltar, Entregar, Dejar ir. Dejar
partir, fluir.  vivir en el presente,
sin el peso del pasado, sin 
expectativas hacia el futuro.  Saber de
nuestra infinitud.  Saber que
somos pasajeros sin poses sin culpas.


Si no trae alegría a tu vida suelta.
Si no te ilumina ni construye
suelta. Si permanece pero no crece, suelta.
Si son mas los desencuentros que encuentros, suelta
Si no acaricia tu ser suelta
Si dice pero no hace suelta
Si intenta cambiarte suelta
Si te impone el yo suelta
Si no suma a tu vida suelta.

Friday, July 9, 2021

El cortador de bambú y la princesa de la Luna


                 
"El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la hecha a perder 
por tener prisa en terminarla"
Lao Tse

Según la leyenda hubo una vez una humilde pareja de ancianos que nunca había podido tener hijos pese a desearlo profundamente. Para vivir, la pareja dependía de la recolección de bambú y de su uso para elaborar diferentes artículos. Una noche, el anciano se internó en el bosque para cortar y recoger bambú, pero de repente se dió cuenta de que una de las muestras que había cortado brillaba a la luz de la Luna. Tras examinar el tallo, encontró dentro de él a una pequeña niña, de pocos centímetros de tamaño.

Dado que su mujer y él nunca habían podido tener hijos, el hombre la llevó a su hogar, donde la pareja le daría el nombre de Kaguya y decidiría criarla como a su hija. Además de ello, la rama de la cual había salido la niña empezó con el tiempo a generar oro y piedras preciosas, haciendo rica a la familia.


La niña fue creciendo con el paso del tiempo, convirtiéndose en una hermosa mujer. Su belleza sería tal que empezaría a tener numerosos pretendientes, pero ella se negó a casarse con ninguno. Las noticias sobre su belleza llegaron a oídos del emperador, quien intrigado solicitó que acudiera a su presencia, a lo que Kaguya-hime se negó. Ante la negativa el emperador acudiría en persona a visitarla, cayendo rápidamente enamorado de ella y pretendiendo llevarla con él a su castillo, a lo que la joven también se negaría. A partir de entonces el emperador seguiría manteniendo la comunicación con Kaguya-hime a través de numerosas cartas.

Un día, la joven habló con su padre adoptivo sobre el porqué de sus negativas, así como el motivo por el que cada noche pasaba las horas mirando al cielo: ella provenía de la Luna, su hogar, de la cual era princesa y a la cual estaba destinada a volver en poco tiempo. Angustiados, los padres se lo comunicaron al emperador, el cual envió guardias para intentar evitar que la mujer fuera devuelta a la Luna.

Pese a las medidas de seguridad, una noche de luna llena una nube descendió desde la Luna con intención de llevársela. Antes de partir de nuevo a su hogar natal, sin embargo, Kaguya-hime se despidió de sus padres y dejó atrás una carta de amor para el emperador, junto con una botella en la que le dejaba al segundo el elixir de la vida eterna. La carta y la botella le fueron entregados al emperador, quien decidió llevarlos a la montaña más alta y crear una hoguera. Allí, una vez salió la Luna, el emperador arrojó la carta y el elixir al fuego, generando un humo que ascendería hacia el lugar donde había partido su amada. Ese monte es el monte Fuji-yama, y aún hoy en día podemos ver en su cima el humo procedente de la hoguera del emperador.


Aprende a doblarte como el bambú cuando sople fuerte el viento."

Proverbio japonés

El bambú de la suerte significa buena fortuna, salud y prosperidad.

                                   

"Sin resistirme voy al compás  del viento como el bambú." 
#Haiku


Wednesday, July 7, 2021

Soy perfecta tal como soy de Louise Hay


No soy demasiado ni demasiado poco. No tengo que demostrar quién soy a nadie ni a nada. He llegado a saber que soy la perfecta expresión de la Unidad de la Vida. En la Infinitud de la Vida he tenido muchas. Imagina que debes iniciar un largo viaje con una persona. Se trata de un trayecto que puede durar décadas y en el que estaréis obligados además a resolver múltiples desafíos. Uno de los primeros objetivos podría ser llevarte bien con ese compañero; hacer uso de la comprensión, del respeto y de una voz compasiva con la que facilitar el trato cotidiano para alcanzar acuerdos.


Esta pequeña metáfora nos sirve para situarnos en un escenario muy concreto: el de nuestro propio interior. Cada persona emprende, desde que llega al mundo, un viaje vital donde no siempre actúa para sí mismo como un buen copiloto, ese capaz de facilitar las cosas. En ocasiones, casi sin darnos cuenta, activamos esa voz crítica y desgastante con la que nos convertirnos en nuestros peores enemigos.


No podemos abandonarnos en la siguiente parada y acoger otro compañero de viaje, porque estamos solos, porque somos todo lo que tenemos y no siempre somos capaces de activar ese maravilloso potencial humano que nos viene de fábrica. Se nos olvida amarnos, se nos olvida cuidarnos, escucharnos y facilitar esa auto convivencia donde disfrutar de cada pequeño instante de nuestro ciclo vital.


La carencia en nuestro interior de una voz compasiva causa estragos y destruye autoestimas. Peor aún, nos resta impulso para ser felices y eso es algo que nadie merece. Hay diversas causas por las que uno activa de manera constante ese diálogo interno que todo lo opaca con su negatividad. Sin embargo, si somos capaces de detectar sus mecanismos y de hablarnos de manera más respetuosa, nuestra realidad dará un giro de 180º


Imagina que debes iniciar un largo viaje con una persona. Se trata de un trayecto que puede durar décadas y en el que estaréis obligados además a resolver múltiples desafíos. Uno de los primeros objetivos podría ser llevarte bien con ese compañero; hacer uso de la comprensión, del respeto y de una voz compasiva con la que facilitar el trato cotidiano para alcanzar acuerdos.


Esta pequeña metáfora nos sirve para situarnos en un escenario muy concreto: el de nuestro propio interior. Cada persona emprende, desde que llega al mundo, un viaje vital donde no siempre actúa para sí mismo como un buen copiloto, ese capaz de facilitar las cosas. En ocasiones, casi sin darnos cuenta, activamos esa voz crítica y desgastante con la que nos convertirnos en nuestros peores enemigos.


No podemos abandonarnos en la siguiente parada y acoger otro compañero de viaje, porque estamos solos, porque somos todo lo que tenemos y no siempre somos capaces de activar ese maravilloso potencial humano que nos viene de fábrica. Se nos olvida amarnos, se nos olvida cuidarnos, escucharnos y facilitar esa auto convivencia donde disfrutar de cada pequeño instante de nuestro ciclo vital.


La carencia en nuestro interior de una voz compasiva causa estragos y destruye autoestimas. Peor aún, nos resta impulso para ser felices y eso es algo que nadie merece. Hay diversas causas por las que uno activa de manera constante ese diálogo interno que todo lo opaca con su negatividad. Sin embargo, si somos capaces de detectar sus mecanismos y de hablarnos de manera más respetuosa, nuestra realidad dará un giro de 180º.


“Puedes buscar en todo el universo a alguien que merezca más tu amor y afecto que tú mismo, y esa persona no se encuentra en ningún lado. Tú mismo, tanto como cualquiera en todo el universo, merece tu amor y afecto”.


Buda, Puedes buscar en todo el universo a alguien que merezca más tu amor y afecto que tú mismo, y esa persona no se encuentra en ningún lado. Tú mismo, tanto como cualquiera en todo el universo, merece tu amor y afecto”.-Buda- cada una de ellas una expresión perfecta para aquella vida en particular. Estoy contenta de ser quien soy y lo que soy esta vez. No deseo ser como nadie más, porque no es esa la expresión que he elegido para esta vida. La próxima vez seré diferente. Soy perfecta tal como soy aquí y ahora. Soy suficiente. Soy una con la totalidad de la Vida. No tengo que luchar para ser mejor. Todo lo que necesito es amarme hoy más que ayer y tratarme a mí misma como a un ser profundamente amado. Al ser querida por mí misma, floreceré con un júbilo y una belleza que apenas si puedo empezar a vislumbrar. El amor es el alimento que necesitamos los seres humanos para realizar nuestra grandeza. Al aprender a amarme más a mí misma, aprendo a amar más a todo el mundo. Juntos alimentamos amorosamente un mundo cada vez más hermoso. Todos sanamos, y el planeta sana también. Con júbilo reconozco mi perfección y la perfección de la Vida. Y así es.


Amare a uno mismo es también abrirse y liberarse de ciertos condicionamientos y expectativas que otros han depositado en nosotros. No podemos permitir que nuestra vida transcurra en una especie de burbuja, debemos tratar de superar las ataduras, comprender que solo están en nuestra mente y empezar a conectar con personas o aficiones que no nos habíamos dado la oportunidad de conocer.


Amarse a uno mismo es, despojarnos de mascaras y convencionalismos. No debes agradar a todo el mundo: si te muestras tal como eres, muchos sabrán apreciar tu honestidad y gustarán de compartir buenos ratos. Cada uno de nosotros posee instintos y talentos naturales que pueden mejorarse si nos lo proponemos. Una de las claves para desarrollarnos como personas es realizarnos en base a actividades que nos supongan un reto divertido y apasionante. Tenemos que dejar fluir nuestra creatividad e ingenio para ser consientes del gran potencial que atesoramos.

Ver pasar los días sin salir de la rutina es una de las maneras de tener una autoestima nefasta. Hay que aprender a arriesgar, sea en el plano sentimental, laboral, o en cualquier otro. Arriesgar implica liberarse de muchos temores que acarreamos. Este punto es imprescindible para que nuestra fuerza interior despierte de una vez por todas y nos amemos cada vez




"Tómate un momento para apreciar lo increíble que eres"

Aprendí que las caídas eran lecciones
y que las 
inseguridades podían ser
mi mejor arma.

Soy feliz de ser como soy
Tal vez no soy perfecta,
Pero soy honesta y leal,
No trato de ser 
Lo que no soy
Ni pretendo impresionar 
A nadie
Simplemente soy yo


Si esperamos a ser perfectos
Para amarnos a nosotros mismos,
Perderíamos la vida entera. 
Ya somos perfectos aquí 

"No soy perfecta, pero Dios me hizo única y especial".

Sunday, June 20, 2021

Espantos de Agosto de Gabriel García Márquez

Imagen de: https://www.bancodeimagenesgratis.com/

Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.

"Menos mal" dijo ella, porque en esa casa espantan.

Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos de1 medio día, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.

Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo.

El más grande,  sentenció,   fue Ludovico.

Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.


El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.

Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio.

Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.

Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no.

Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el más apacible de los inocentes. Qué tontería – me dije –, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos. Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de
sangre todavía caliente de su cama maldita.

Sunday, June 6, 2021

Decidir, elegir


                    
En la vida hay que decidir y hay que elegir. 
Y  en un mayor o menor grado, hay que dar cuenta de las razones que llevan
 a decidir sobre algo, personalmente y a los demás. 
No siempre sera así , pero si  exigen razones se deben dar, por la estima y el amor 
que se profesa hacia esas personas. Se le deben razones porque se les quiere.
 
No verlo así implica un inevitable distanciamiento, una lenta pero 
segura transformación en un 
"lobo solitario" que decide no depender de nadie porque no 
está para dar razones, un distanciamiento interpersonal fruto de
 la incomprensión que identificamos en los demás,  
con respecto a nosotros mismos, a los motivos que nos llevan a elegir y actuar. 

Una  actitud que implica que queremos que nos valoren, queremos evitar que nos configuren, nos sentimos incomprendidos, no aceptamos una realidad: vivimos rodeados de gente,  que da sentido a lo que somos, y sin nadie a nuestro alrededor no somos más que "todo" solipsista que ya no debe enfrentarse a este tipo de problemáticas, "que errónea actitud." 

Como yo elijo, no quiero eso, me enfrento al dilema  del yo y los demás. En consecuencia de mi elección (todo es elección), a veces, debo dar razones de mis porqués. Y luego hay que embarcarse en tratar de dar razones 
de nuestras decisiones y elecciones a los demás, 
si esas personas son importantes para nosotros , por lo tanto, es importante que  comprendan porqué hacemos o dejamos de hacer ciertas cosas

 Sin embargo no es explicar a cualquier persona,  solo si es una decisión importante para mi.   Por consideración , por respeto y por amor.  Todo esto, inevitablemente, abruma la mente y el espíritu, cansa, debilita. A esta difícil tarea se enfrenta aquel que no puede evitar depender de la "comprensión" (importante matiz, pues la aprobación en última instancia no importa) de los demás para estar plenamente seguro de tirar adelante aquello que, en el fondo, en su fuero interno ya ha decidido antes incluso de plantearse deliberarlo.

 Porque para uno mismo, la deliberación es, en el fondo, la intrincada y compleja red de autojustificaciones que fortalecen y dan sentido a lo que en un principio ya estaba claro,  en una actitud decisiva desde el mismo momento en el que aparecía la encrucijada. En el fondo, todo ya está decidido: solo cabe descubrir (o redescubrir) el porque de esa decisión ya existente.

Una actitud positiva, hasta cierto punto finalizada. Si estoy viviendo, debo elegir: el "deber" me obliga a ello. Así es la vida, a ello me obliga la situación llegado a este punto de la historia. No tomarla implica no moverme, no avanzar, quedarme quieto, esperar... 

pero, ¿esperar a qué? ¿a que alguien tome otro tipo de decisión que, a la larga, puede ser peor? ¿existe un miedo real al elegir por nosotros mismos y nos conformamos en que los demás elijan por nosotros? ¿hasta este punto rehuimos del vivir con toda su magnitud y problemática? 

Los hechos son los siguientes: todos elegimos, todos nos vemos afectados por nuestras elecciones y  afectamos a los demás con nuestras elecciones. Decidir no tomar una elección no cierra antiguas ni abre nuevas posibilidades, deja todo en el mismo punto en el que está, paralizado, sin vida... no hay un avance real, no hay una transitación por la vida misma. 

Decidir no tomar una decisión ya es decidir algo, hasta este punto nos vemos configurados por nuestras decisiones. ¿Qué es lo mejor que puedo hacer, en el amplio término de posibilidades de "mejor"? ¿Qué es, en un primer término, lo más adecuado que puedo hacer teniendo en cuenta lo que quiero hacer y lo que necesito hacer y qué es, en segundo término, lo más correcto que podría hacer para con los demás?

 Tomar decisiones, bajo deliberación, sospesando cuidadosamente lo bueno y lo 
malo, aceptando con gratitud y merecimiento lo bueno pero, de igual 
manera, aguantar también estoicamente las consecuencias malas que de 
ello se puedan derivar es la forma más valiente, más vitalista para transitar por el camino de la vida, y si de la vida es de lo que estamos hablando, adoptar una actitud que no sea vitalista no debe siquiera contemplarse. 

Las razones pueden ser lo más importante como trasfondo meramente racional pero, al fin y al cabo, acaban siendo lo que menos importa. Tratar de auto justificarse o justificar a los demás con porqués resulta absurdo, pero aun así  en ocasiones se muestra como algo necesario, algo que es necesario  hacer porque,  es muy importante que los planetas que orbitan alrededor del Sol de mi vida, que soy yo mismo, y se nutren tanto de mi como yo me nutro de ellos (soy Sol y soy planeta al mismo tiempo) no se ven afectadas por una  decisión  mal hecha.

Y en el fondo, no hay buenas o malas elecciones, solo elecciones que traen un tipo de consecuencias u otras. Es la vida misma, no se puede evitar. La complejidad de la vida en sus múltiples manifestaciones contempla este tipo de situaciones que, bajo el análisis racional, se muestran como grandes contradicciones en sí mismas. Es necesario y, al mismo tiempo, es absurdo. 

Y solo estoy hablando de decisiones... Solo eso, nada importante. O, quizá, lo más importante sea hablar de decisiones. Pero en lo más fondo del fondo, todo esto da igual, pues no debo tomar una decisión: desde el principio, la decisión ya estaba tomada.  ©Gül
 

La vida tiene muchas opciones,
No tienes que escoger siempre
La que parece mejor, sino la que
te haga feliz.


La intuición es el susurro del
alma. 
Krishnamurti
        


No puedes elegir si el día
esta nublado o soleado, 
pero si puedes elegir 
entre sufrirlo o disfrutarlo.
Elige!!!!!


Solo es cuestión de saber
elegir bien.


La toma de decisiones realmente exitosa
reside en un equilibrio entre pensamiento
deliberado e intuitivo. Malcom Gladwell
                  

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