En la vida hay que decidir y hay que elegir.
Y en un mayor o menor grado, hay que dar cuenta de las razones que llevan
a decidir sobre algo, personalmente y a los demás.
No siempre sera así , pero si exigen razones se deben dar, por la estima y el amor
que se profesa hacia esas personas. Se le deben razones porque se les quiere.
No verlo así implica un inevitable distanciamiento, una lenta pero
segura transformación en un
"lobo solitario" que decide no depender de nadie porque no
está para dar razones, un distanciamiento interpersonal fruto de
la incomprensión que identificamos en los demás,
con respecto a nosotros mismos, a los motivos que nos llevan a elegir y actuar.
Una actitud que implica que queremos que nos valoren, queremos evitar que nos configuren, nos sentimos incomprendidos, no aceptamos una realidad: vivimos rodeados de gente, que da sentido a lo que somos, y sin nadie a nuestro alrededor no somos más que "todo" solipsista que ya no debe enfrentarse a este tipo de problemáticas, "que errónea actitud."
Como yo elijo, no quiero eso, me enfrento al dilema del yo y los demás. En consecuencia de mi elección (todo es elección), a veces, debo dar razones de mis porqués. Y luego hay que embarcarse en tratar de dar razones
de nuestras decisiones y elecciones a los demás,
si esas personas son importantes para nosotros , por lo tanto, es importante que comprendan porqué hacemos o dejamos de hacer ciertas cosas
Sin embargo no es explicar a cualquier persona, solo si es una decisión importante para mi. Por consideración , por respeto y por amor. Todo esto, inevitablemente, abruma la mente y el espíritu, cansa, debilita. A esta difícil tarea se enfrenta aquel que no puede evitar depender de la "comprensión" (importante matiz, pues la aprobación en última instancia no importa) de los demás para estar plenamente seguro de tirar adelante aquello que, en el fondo, en su fuero interno ya ha decidido antes incluso de plantearse deliberarlo.
Porque para uno mismo, la deliberación es, en el fondo, la intrincada y compleja red de autojustificaciones que fortalecen y dan sentido a lo que en un principio ya estaba claro, en una actitud decisiva desde el mismo momento en el que aparecía la encrucijada. En el fondo, todo ya está decidido: solo cabe descubrir (o redescubrir) el porque de esa decisión ya existente.
Una actitud positiva, hasta cierto punto finalizada. Si estoy viviendo, debo elegir: el "deber" me obliga a ello. Así es la vida, a ello me obliga la situación llegado a este punto de la historia. No tomarla implica no moverme, no avanzar, quedarme quieto, esperar...
pero, ¿esperar a qué? ¿a que alguien tome otro tipo de decisión que, a la larga, puede ser peor? ¿existe un miedo real al elegir por nosotros mismos y nos conformamos en que los demás elijan por nosotros? ¿hasta este punto rehuimos del vivir con toda su magnitud y problemática?
Los hechos son los siguientes: todos elegimos, todos nos vemos afectados por nuestras elecciones y afectamos a los demás con nuestras elecciones. Decidir no tomar una elección no cierra antiguas ni abre nuevas posibilidades, deja todo en el mismo punto en el que está, paralizado, sin vida... no hay un avance real, no hay una transitación por la vida misma.
Decidir no tomar una decisión ya es decidir algo, hasta este punto nos vemos configurados por nuestras decisiones. ¿Qué es lo mejor que puedo hacer, en el amplio término de posibilidades de "mejor"? ¿Qué es, en un primer término, lo más adecuado que puedo hacer teniendo en cuenta lo que quiero hacer y lo que necesito hacer y qué es, en segundo término, lo más correcto que podría hacer para con los demás?
Tomar decisiones, bajo deliberación, sospesando cuidadosamente lo bueno y lo
malo, aceptando con gratitud y merecimiento lo bueno pero, de igual
manera, aguantar también estoicamente las consecuencias malas que de
ello se puedan derivar es la forma más valiente, más vitalista para transitar por el camino de la vida, y si de la vida es de lo que estamos hablando, adoptar una actitud que no sea vitalista no debe siquiera contemplarse.
Las razones pueden ser lo más importante como trasfondo meramente racional pero, al fin y al cabo, acaban siendo lo que menos importa. Tratar de auto justificarse o justificar a los demás con porqués resulta absurdo, pero aun así en ocasiones se muestra como algo necesario, algo que es necesario hacer porque, es muy importante que los planetas que orbitan alrededor del Sol de mi vida, que soy yo mismo, y se nutren tanto de mi como yo me nutro de ellos (soy Sol y soy planeta al mismo tiempo) no se ven afectadas por una decisión mal hecha.
Y en el fondo, no hay buenas o malas elecciones, solo elecciones que traen un tipo de consecuencias u otras. Es la vida misma, no se puede evitar. La complejidad de la vida en sus múltiples manifestaciones contempla este tipo de situaciones que, bajo el análisis racional, se muestran como grandes contradicciones en sí mismas. Es necesario y, al mismo tiempo, es absurdo.
Y solo estoy hablando de decisiones... Solo eso, nada importante. O, quizá, lo más importante sea hablar de decisiones. Pero en lo más fondo del fondo, todo esto da igual, pues no debo tomar una decisión: desde el principio, la decisión ya estaba tomada. ©Gül
No tienes que escoger siempre
La que parece mejor, sino la que
te haga feliz.
alma.
Krishnamurti
esta nublado o soleado,
pero si puedes elegir
entre sufrirlo o disfrutarlo.
Elige!!!!!
Solo es cuestión de saber
elegir bien.
La toma de decisiones realmente exitosa
reside en un equilibrio entre pensamiento
deliberado e intuitivo. Malcom Gladwell
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