Sunday, July 18, 2021

"Soltar, dejar, partir" de Jorge Bucay


"Todo vale la pena. Porque somos quienes somos por aquello que hemos vivido. 
Somos quienes somos por aquello que algunas personas dejaron en nosotros, 
pero somos absolutamente quienes somos gracias a aquello que hemos perdido, gracias a eso que ya no está con nosotros.

Es tan fácil darse cuenta cuando a uno no lo quieren: basta con mirar al
 otro fijamente a los ojos. ¿Alcanza con verlo moverse en el mundo? 
¿Es suficiente con preguntarle o preguntarme? Si así fuera, ¿Cómo se explica
 tanto desengaño? ¿Por qué la gente se defrauda tan seguido si, en realidad,
 es tan sencillo darse cuenta de cuanto les importamos o no les importamos a
 los que queremos? ¿Cómo puede asombrarnos el descubrimiento de la verdad del desamor? ¿Cómo pudimos pensarnos queridos cuando, en realidad, 
no lo fuimos? Hay aquí algo para aprender: nadie es mas vulnerable a
 creerse algo falso que aquel que desea que la mentira sea cierta.

Y es mentira que tenemos que cargar con cada cosa que hemos querido
 y valorado; y es mentira que debemos seguir adelante con todo lo de antes,
 con todo lo que ya no está. Perdemos. Perdemos no solo a través de la
 muerte sino a través del abandono, del cambio, a través de seguir adelante. 
Nuestras perdidas incluyen también nuestras renuncias conscientes o 
inconscientes: la perdida de los sueños románticos, la cancelación de
 nuestras esperanzas irrealizables, la perdida de las ilusiones de libertad, 
de poder, de seguridad y, porque no, tambien, la perdida de nuestra juventud.

Es imposible poder aceptar con una sonrisa todas las cosas que, 
lamentablemente, son ciertas e ineludibles. Hace falta aceptar la verdad que no queremos asumir de una vez y para siempre. Que nuestra madre va a dejarnos, y nosotros vamos a dejarla a ella, que el amor de nuestros padres nunca será exclusivamente para nosotros, que aquello que nos hiere no siempre puede ser remediado con besos, que esencialmente estamos aquí solos. 
Que tendremos que aceptar el amor mezclado con el odio, con lo bueno
 y con lo malo. Que a pesar de ser como se esperaba que sea una
 niña no podrá casarse con su padre, que alguna de nuestras 
elecciones están limitadas por nuestra anatomía, que existen 
defectos y conflictos en todas las relaciones humanas. Que no importa 
cuan listos seamos, a veces nos toca perder. Habrá que aceptar
 que somos irremediablemente incapaces de ofrecer a nuestros seres 
queridos o a nosotros mismos la protección contra todo peligro, 
contra todo dolor, contra el tiempo perdido, contra la vejez o
 contra la muerte.

Muchas veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó, 
soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente creyendo que
 tenerlas es lo que nos va a seguir salvando de la caída.

Imagínate que vas por una selva. Te encuentras un río y debes seguir tu camino.
 El río es muy profundo, no lo puedes cruzar caminando, no hay un puente
 ni un barco ni un botero ni un vado. Entonces, durante dias y dias, 
durante semanas o meses, te dedicas a construir un bote, un bote 
que te permita cruzar el río. Y lo haces. Y estas contento contigo al 
otro lado del río porque construiste tu bote que te permitió seguir. 
Y piensas: "quizás haya otro río", "quizás pueda evitarme el trabajo de
 seguir construyendo otros botes", "debo llevar el bote conmigo". 
Y entonces, intento avanzar por la selva cargando con él, pero es tan difícil, 
es tan complicado... Tropiezo con cada rama, me llevo por delante 
cada liana. Es imposible, pero persisto. No quiero dejar este bote después 
de todo, ha sido tan útil para mi. Y sin embargo, esto, que un día me salvó, 
este bote que un día representó la posibilidad de seguir, hoy es mi mayor impedimento. Ser un adulto significará aceptar que soy capaz de hacerlo, 
una vez más. Significará dejar atrás aquello que hoy no me sirve, 
aquello que alguna vez me sirvió pero que hoy no tiene sentido 
en este camino. Y apostar, a que si hay un nuevo río, seré 
hoy más sabio para construir un nuevo bote.

 No hay perdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal, 
porque lo que sigue, despues de haber llorado cada perdida,
 despues de haber elaborado el duelo de cada ausencia, despues de
 habernos animado a soltar, es el encuentro con uno mismo enriquecido 
con aquello que hoy no tengo pero pasó por mi y también por la
 experiencia vivida en el proceso.

Me dirás, es horrible pensar que la muerte de un ser querido significa 
una ganancia para mi. Yo entiendo. Podría dejar fuera de esta conversación
 la perdida de un ser querido, podría ponerla en el casillero de las excepciones,
 pero no creo que lo sea. En todo caso, la muerte de un ser querido es un hecho inevitable en nuestras vidas, y el crecimiento que de ello deviene, también. 
No estamos entrenados a pensar que no debemos sufrir. Hemos sido educados
 por nuestros amorosos padres para convencernos de que sufrir 
es algo dañoso, que sufrir nos puede destruir, que el dolor puede aniquilarnos. 
Pero el dolor es tan saludable en nuestras vidas como lo es la tristeza. 
El dolor es tan constructivo como puede ser cualquier alerta de que algo se ha desacomodado. Es importante no transformar el dolor en sufrimiento. 
El dolor es el paso por un lugar no deseado; el sufrimiento es armar
 una carpa y quedarse a vivir en ese lugar indeseable. 
El duelo es el pasaporte que nos saca del sufrimiento
 y que permite que el dolor pase.
Pero es imposible dejar de desear y también es imposible poseer
 infinitamente y para siempre todo lo que deseamos. No somos omnipotentes, 
ninguno de nosotros puede ni podrá jamás tener todo lo que desea.
 ¿Existe la solución?
Yo creo que existe. Y creo que está a la mano para cualquiera.
 La posibilidad es aprender a entrar y salir del deseo, es desarrollar 
la capacidad de desear sin quedarse pegado a ese deseo, sin agarrarle como 
se agarra un alpinista a la soga que cree que le va a salvar la vida. 
Aprender es, sobre todo, aprender a soltar: soltar herramientas que ya
 no necesito, soltar personas que ya he perdido, soltar situaciones 
que se transforman, soltar vínculos que cambian, soltar etapas de 
la propia vida que han quedado atrás, soltar los momentos que han terminado.
 Y cada uno de ellos ha sido una perdida que hay que devorar, 
han sido etapas de mi vida que han pasado, y es mi responsabilidad
 enriquecerme al despedirlas.

"Gran maestro -dijo el discípulo- he venido desde muy lejos para aprender 
de ti. Durante años he estudiado con todos los iluminados y gurús del país 
y todos han dejado mucha sabiduría en mi. Ahora creo que tu eres el único
 que puede completar mi búsqueda. Enséñame, maestro, lo que me falta saber.

Baduín el sabio, siempre sereno, le dijo que tendría mucho gusto
 en mostrarle todo lo que sabia, pero antes de empezar iban a beber un té. 
El alumno, agradecido, se sentó junto al maestro. Baduín trajo una tetera y 
dos tazas de té, ya llenas. Alcanzó una de ellas al alumno y tomó la otra. 
Antes de que el discípulo empezará a beber, Baduín empezó a volcar más té
 en la taza llena del alumno. El líquido no tardó en derramarse al plato, y 
del plato a la alfombra. "¡Maestro, maestro, por favor deja de echar el 
té sobre mi taza!", dijo el alumno. Baduín parecía no escucharlo. Luego,
 lo miró a los ojos y le dijo: "hasta que no seas capaz de vaciar tu taza, 
ni yo ni nadie podremos poner más conocimiento en ella".

Hay que vaciarse para poder llenarse. Una taza, dice Krishnamurti, 
solo sirve cuando esta vacía. No sirve una taza llena: 
no hay nada que se pueda agregar en ella.

Esta es tu vida. Vas a tener que deshacerte del contenido de tus tazas 
llenas si quieres llenarla otra vez. Tu vida se enriquece cada vez que 
llenas una taza, pero también se enriquece cada vez que la vacías, 
porque cada vez que vacías tu taza estas abriendo la posibilidad de 
llenarla de un contenido nuevo. Y una de las tazas que más me cuesta 
vaciar, y que seguramente más te cuesta vaciar a ti, es la imagen que 
tenemos del mundo, porque queremos atenernos a que el mundo 
siga siendo como nosotros lo vimos, porque no queremos aceptar 
que el mundo cambia, no queremos aceptar que el mundo no es como yo 
quiero que sea y que esto implica un duelo. Si me animo a soltar el contenido 
de la taza de un sueño, quizás, pueda encontrarme en la mejor ruta
 para descubrir la verdad.

Hamlet Lima Quintana escribió una poesía, "Transferencia", 
que dice:
"Después de todo, la muerte es una gran farsante.
La muerte miente cuando anuncia que se robará la vida,
como si se pudiera cortar la primavera,
porque al final de cuentas la muerte solo puede robarnos el tiempo,
las oportunidades de sonreír, de comer una manzana,
de decir algún discurso, de pisar el suelo que se ama,
de encender el amor de cada día,
de dar la mano, de tocar la guitarra,
de transitar la esperanza, solo nos cambia los espacios,
los lugares donde extender el cuerpo,
bailar bajo la luna, o cruzar a nado un río,
habitar una cama, llegar a otra vereda,
sentarse en una rama,
descolgarse cantando de todas las ventanas.
Eso puede hacer la muerte, pero robar la vida,
robar la vida no puede.
No puede concretar esa farsa porque la vida,
la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta, irremediablemente, las tinieblas."

Claro que cuesta trabajo soltar aquello que no tengo, claro que es 
trabajoso poder desligarse y empezar a pensar en lo que sigue.
 Por supuesto, es el peor de los desafíos que implica ser un adulto sano y, 
sin embargo, no hay otro camino. Este es el coraje, esta es la fortaleza de la
 madurez, saber que puedo afrontar lo que me pase, que inclusive puedo 
afrontar la idea de que alguna vez, alguna vez, yo mismo, no voy a estar. 
Quizás pueda, por el camino de entender lo transitorio de todos mis vínculos, 
aceptar también algunas de las cosas que son más difíciles de aceptar; 
que no soy infinito, que hay un tiempo para mi paso por este lugar y
 por este espacio. Y, sobre todo, que debo hacer hoy las cosas
 que voy dejando de lado.

Creo que lo que más nos duele cuando un ser querido se muere es aquello
 que no le dijimos, es aquello que no le acercamos, es aquello que no nos
 dijo. Son esas cosas pendientes las que nos duelen con la muerte de 
aquellos queridos. Bueno sería a empezar a darnos cuenta que este es el 
momento, quizás mañana no estés, quizás mañana yo no esté. 
Hoy es el día de llamarte y decirte lo que siento.

La muerte de un ser querido, cualquiera que sea el vínculo, es la 
experiencia mas dolorosa que pueda pasar una persona. Toda la vida, 
en su conjunto, duele. Nos duele el cuerpo, nos duele la identidad 
y el pensamiento, nos duele la sociedad y nuestra relación con ella, 
nos duele el dolor de la familia y los amigos. Nos duele el corazón 
y el alma, duele el pasado, duele el presente, y, especialmente, 
duele el futuro.

"Y la única manera es transitar ese dolor".

Cuando entiendas que no se
trata de luchar sino de aceptar
y fluir, habrás entendido la vida.


Soltar. Dejar Ir. Porque en realidad
nunca te ha pertenecido.

"Soltar, Entregar, Dejar ir. Dejar
partir, fluir.  vivir en el presente,
sin el peso del pasado, sin 
expectativas hacia el futuro.  Saber de
nuestra infinitud.  Saber que
somos pasajeros sin poses sin culpas.


Si no trae alegría a tu vida suelta.
Si no te ilumina ni construye
suelta. Si permanece pero no crece, suelta.
Si son mas los desencuentros que encuentros, suelta
Si no acaricia tu ser suelta
Si dice pero no hace suelta
Si intenta cambiarte suelta
Si te impone el yo suelta
Si no suma a tu vida suelta.

Friday, July 9, 2021

El cortador de bambú y la princesa de la Luna


                 
"El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la hecha a perder 
por tener prisa en terminarla"
Lao Tse

Según la leyenda hubo una vez una humilde pareja de ancianos que nunca había podido tener hijos pese a desearlo profundamente. Para vivir, la pareja dependía de la recolección de bambú y de su uso para elaborar diferentes artículos. Una noche, el anciano se internó en el bosque para cortar y recoger bambú, pero de repente se dió cuenta de que una de las muestras que había cortado brillaba a la luz de la Luna. Tras examinar el tallo, encontró dentro de él a una pequeña niña, de pocos centímetros de tamaño.

Dado que su mujer y él nunca habían podido tener hijos, el hombre la llevó a su hogar, donde la pareja le daría el nombre de Kaguya y decidiría criarla como a su hija. Además de ello, la rama de la cual había salido la niña empezó con el tiempo a generar oro y piedras preciosas, haciendo rica a la familia.


La niña fue creciendo con el paso del tiempo, convirtiéndose en una hermosa mujer. Su belleza sería tal que empezaría a tener numerosos pretendientes, pero ella se negó a casarse con ninguno. Las noticias sobre su belleza llegaron a oídos del emperador, quien intrigado solicitó que acudiera a su presencia, a lo que Kaguya-hime se negó. Ante la negativa el emperador acudiría en persona a visitarla, cayendo rápidamente enamorado de ella y pretendiendo llevarla con él a su castillo, a lo que la joven también se negaría. A partir de entonces el emperador seguiría manteniendo la comunicación con Kaguya-hime a través de numerosas cartas.

Un día, la joven habló con su padre adoptivo sobre el porqué de sus negativas, así como el motivo por el que cada noche pasaba las horas mirando al cielo: ella provenía de la Luna, su hogar, de la cual era princesa y a la cual estaba destinada a volver en poco tiempo. Angustiados, los padres se lo comunicaron al emperador, el cual envió guardias para intentar evitar que la mujer fuera devuelta a la Luna.

Pese a las medidas de seguridad, una noche de luna llena una nube descendió desde la Luna con intención de llevársela. Antes de partir de nuevo a su hogar natal, sin embargo, Kaguya-hime se despidió de sus padres y dejó atrás una carta de amor para el emperador, junto con una botella en la que le dejaba al segundo el elixir de la vida eterna. La carta y la botella le fueron entregados al emperador, quien decidió llevarlos a la montaña más alta y crear una hoguera. Allí, una vez salió la Luna, el emperador arrojó la carta y el elixir al fuego, generando un humo que ascendería hacia el lugar donde había partido su amada. Ese monte es el monte Fuji-yama, y aún hoy en día podemos ver en su cima el humo procedente de la hoguera del emperador.


Aprende a doblarte como el bambú cuando sople fuerte el viento."

Proverbio japonés

El bambú de la suerte significa buena fortuna, salud y prosperidad.

                                   

"Sin resistirme voy al compás  del viento como el bambú." 
#Haiku


Wednesday, July 7, 2021

Soy perfecta tal como soy de Louise Hay


No soy demasiado ni demasiado poco. No tengo que demostrar quién soy a nadie ni a nada. He llegado a saber que soy la perfecta expresión de la Unidad de la Vida. En la Infinitud de la Vida he tenido muchas. Imagina que debes iniciar un largo viaje con una persona. Se trata de un trayecto que puede durar décadas y en el que estaréis obligados además a resolver múltiples desafíos. Uno de los primeros objetivos podría ser llevarte bien con ese compañero; hacer uso de la comprensión, del respeto y de una voz compasiva con la que facilitar el trato cotidiano para alcanzar acuerdos.


Esta pequeña metáfora nos sirve para situarnos en un escenario muy concreto: el de nuestro propio interior. Cada persona emprende, desde que llega al mundo, un viaje vital donde no siempre actúa para sí mismo como un buen copiloto, ese capaz de facilitar las cosas. En ocasiones, casi sin darnos cuenta, activamos esa voz crítica y desgastante con la que nos convertirnos en nuestros peores enemigos.


No podemos abandonarnos en la siguiente parada y acoger otro compañero de viaje, porque estamos solos, porque somos todo lo que tenemos y no siempre somos capaces de activar ese maravilloso potencial humano que nos viene de fábrica. Se nos olvida amarnos, se nos olvida cuidarnos, escucharnos y facilitar esa auto convivencia donde disfrutar de cada pequeño instante de nuestro ciclo vital.


La carencia en nuestro interior de una voz compasiva causa estragos y destruye autoestimas. Peor aún, nos resta impulso para ser felices y eso es algo que nadie merece. Hay diversas causas por las que uno activa de manera constante ese diálogo interno que todo lo opaca con su negatividad. Sin embargo, si somos capaces de detectar sus mecanismos y de hablarnos de manera más respetuosa, nuestra realidad dará un giro de 180º


Imagina que debes iniciar un largo viaje con una persona. Se trata de un trayecto que puede durar décadas y en el que estaréis obligados además a resolver múltiples desafíos. Uno de los primeros objetivos podría ser llevarte bien con ese compañero; hacer uso de la comprensión, del respeto y de una voz compasiva con la que facilitar el trato cotidiano para alcanzar acuerdos.


Esta pequeña metáfora nos sirve para situarnos en un escenario muy concreto: el de nuestro propio interior. Cada persona emprende, desde que llega al mundo, un viaje vital donde no siempre actúa para sí mismo como un buen copiloto, ese capaz de facilitar las cosas. En ocasiones, casi sin darnos cuenta, activamos esa voz crítica y desgastante con la que nos convertirnos en nuestros peores enemigos.


No podemos abandonarnos en la siguiente parada y acoger otro compañero de viaje, porque estamos solos, porque somos todo lo que tenemos y no siempre somos capaces de activar ese maravilloso potencial humano que nos viene de fábrica. Se nos olvida amarnos, se nos olvida cuidarnos, escucharnos y facilitar esa auto convivencia donde disfrutar de cada pequeño instante de nuestro ciclo vital.


La carencia en nuestro interior de una voz compasiva causa estragos y destruye autoestimas. Peor aún, nos resta impulso para ser felices y eso es algo que nadie merece. Hay diversas causas por las que uno activa de manera constante ese diálogo interno que todo lo opaca con su negatividad. Sin embargo, si somos capaces de detectar sus mecanismos y de hablarnos de manera más respetuosa, nuestra realidad dará un giro de 180º.


“Puedes buscar en todo el universo a alguien que merezca más tu amor y afecto que tú mismo, y esa persona no se encuentra en ningún lado. Tú mismo, tanto como cualquiera en todo el universo, merece tu amor y afecto”.


Buda, Puedes buscar en todo el universo a alguien que merezca más tu amor y afecto que tú mismo, y esa persona no se encuentra en ningún lado. Tú mismo, tanto como cualquiera en todo el universo, merece tu amor y afecto”.-Buda- cada una de ellas una expresión perfecta para aquella vida en particular. Estoy contenta de ser quien soy y lo que soy esta vez. No deseo ser como nadie más, porque no es esa la expresión que he elegido para esta vida. La próxima vez seré diferente. Soy perfecta tal como soy aquí y ahora. Soy suficiente. Soy una con la totalidad de la Vida. No tengo que luchar para ser mejor. Todo lo que necesito es amarme hoy más que ayer y tratarme a mí misma como a un ser profundamente amado. Al ser querida por mí misma, floreceré con un júbilo y una belleza que apenas si puedo empezar a vislumbrar. El amor es el alimento que necesitamos los seres humanos para realizar nuestra grandeza. Al aprender a amarme más a mí misma, aprendo a amar más a todo el mundo. Juntos alimentamos amorosamente un mundo cada vez más hermoso. Todos sanamos, y el planeta sana también. Con júbilo reconozco mi perfección y la perfección de la Vida. Y así es.


Amare a uno mismo es también abrirse y liberarse de ciertos condicionamientos y expectativas que otros han depositado en nosotros. No podemos permitir que nuestra vida transcurra en una especie de burbuja, debemos tratar de superar las ataduras, comprender que solo están en nuestra mente y empezar a conectar con personas o aficiones que no nos habíamos dado la oportunidad de conocer.


Amarse a uno mismo es, despojarnos de mascaras y convencionalismos. No debes agradar a todo el mundo: si te muestras tal como eres, muchos sabrán apreciar tu honestidad y gustarán de compartir buenos ratos. Cada uno de nosotros posee instintos y talentos naturales que pueden mejorarse si nos lo proponemos. Una de las claves para desarrollarnos como personas es realizarnos en base a actividades que nos supongan un reto divertido y apasionante. Tenemos que dejar fluir nuestra creatividad e ingenio para ser consientes del gran potencial que atesoramos.

Ver pasar los días sin salir de la rutina es una de las maneras de tener una autoestima nefasta. Hay que aprender a arriesgar, sea en el plano sentimental, laboral, o en cualquier otro. Arriesgar implica liberarse de muchos temores que acarreamos. Este punto es imprescindible para que nuestra fuerza interior despierte de una vez por todas y nos amemos cada vez




"Tómate un momento para apreciar lo increíble que eres"

Aprendí que las caídas eran lecciones
y que las 
inseguridades podían ser
mi mejor arma.

Soy feliz de ser como soy
Tal vez no soy perfecta,
Pero soy honesta y leal,
No trato de ser 
Lo que no soy
Ni pretendo impresionar 
A nadie
Simplemente soy yo


Si esperamos a ser perfectos
Para amarnos a nosotros mismos,
Perderíamos la vida entera. 
Ya somos perfectos aquí 

"No soy perfecta, pero Dios me hizo única y especial".

Sunday, June 20, 2021

Espantos de Agosto de Gabriel García Márquez

Imagen de: https://www.bancodeimagenesgratis.com/

Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.

"Menos mal" dijo ella, porque en esa casa espantan.

Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos de1 medio día, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.

Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo.

El más grande,  sentenció,   fue Ludovico.

Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.


El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.

Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio.

Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.

Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no.

Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el más apacible de los inocentes. Qué tontería – me dije –, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos. Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de
sangre todavía caliente de su cama maldita.

Sunday, June 6, 2021

Decidir, elegir


                    
En la vida hay que decidir y hay que elegir. 
Y  en un mayor o menor grado, hay que dar cuenta de las razones que llevan
 a decidir sobre algo, personalmente y a los demás. 
No siempre sera así , pero si  exigen razones se deben dar, por la estima y el amor 
que se profesa hacia esas personas. Se le deben razones porque se les quiere.
 
No verlo así implica un inevitable distanciamiento, una lenta pero 
segura transformación en un 
"lobo solitario" que decide no depender de nadie porque no 
está para dar razones, un distanciamiento interpersonal fruto de
 la incomprensión que identificamos en los demás,  
con respecto a nosotros mismos, a los motivos que nos llevan a elegir y actuar. 

Una  actitud que implica que queremos que nos valoren, queremos evitar que nos configuren, nos sentimos incomprendidos, no aceptamos una realidad: vivimos rodeados de gente,  que da sentido a lo que somos, y sin nadie a nuestro alrededor no somos más que "todo" solipsista que ya no debe enfrentarse a este tipo de problemáticas, "que errónea actitud." 

Como yo elijo, no quiero eso, me enfrento al dilema  del yo y los demás. En consecuencia de mi elección (todo es elección), a veces, debo dar razones de mis porqués. Y luego hay que embarcarse en tratar de dar razones 
de nuestras decisiones y elecciones a los demás, 
si esas personas son importantes para nosotros , por lo tanto, es importante que  comprendan porqué hacemos o dejamos de hacer ciertas cosas

 Sin embargo no es explicar a cualquier persona,  solo si es una decisión importante para mi.   Por consideración , por respeto y por amor.  Todo esto, inevitablemente, abruma la mente y el espíritu, cansa, debilita. A esta difícil tarea se enfrenta aquel que no puede evitar depender de la "comprensión" (importante matiz, pues la aprobación en última instancia no importa) de los demás para estar plenamente seguro de tirar adelante aquello que, en el fondo, en su fuero interno ya ha decidido antes incluso de plantearse deliberarlo.

 Porque para uno mismo, la deliberación es, en el fondo, la intrincada y compleja red de autojustificaciones que fortalecen y dan sentido a lo que en un principio ya estaba claro,  en una actitud decisiva desde el mismo momento en el que aparecía la encrucijada. En el fondo, todo ya está decidido: solo cabe descubrir (o redescubrir) el porque de esa decisión ya existente.

Una actitud positiva, hasta cierto punto finalizada. Si estoy viviendo, debo elegir: el "deber" me obliga a ello. Así es la vida, a ello me obliga la situación llegado a este punto de la historia. No tomarla implica no moverme, no avanzar, quedarme quieto, esperar... 

pero, ¿esperar a qué? ¿a que alguien tome otro tipo de decisión que, a la larga, puede ser peor? ¿existe un miedo real al elegir por nosotros mismos y nos conformamos en que los demás elijan por nosotros? ¿hasta este punto rehuimos del vivir con toda su magnitud y problemática? 

Los hechos son los siguientes: todos elegimos, todos nos vemos afectados por nuestras elecciones y  afectamos a los demás con nuestras elecciones. Decidir no tomar una elección no cierra antiguas ni abre nuevas posibilidades, deja todo en el mismo punto en el que está, paralizado, sin vida... no hay un avance real, no hay una transitación por la vida misma. 

Decidir no tomar una decisión ya es decidir algo, hasta este punto nos vemos configurados por nuestras decisiones. ¿Qué es lo mejor que puedo hacer, en el amplio término de posibilidades de "mejor"? ¿Qué es, en un primer término, lo más adecuado que puedo hacer teniendo en cuenta lo que quiero hacer y lo que necesito hacer y qué es, en segundo término, lo más correcto que podría hacer para con los demás?

 Tomar decisiones, bajo deliberación, sospesando cuidadosamente lo bueno y lo 
malo, aceptando con gratitud y merecimiento lo bueno pero, de igual 
manera, aguantar también estoicamente las consecuencias malas que de 
ello se puedan derivar es la forma más valiente, más vitalista para transitar por el camino de la vida, y si de la vida es de lo que estamos hablando, adoptar una actitud que no sea vitalista no debe siquiera contemplarse. 

Las razones pueden ser lo más importante como trasfondo meramente racional pero, al fin y al cabo, acaban siendo lo que menos importa. Tratar de auto justificarse o justificar a los demás con porqués resulta absurdo, pero aun así  en ocasiones se muestra como algo necesario, algo que es necesario  hacer porque,  es muy importante que los planetas que orbitan alrededor del Sol de mi vida, que soy yo mismo, y se nutren tanto de mi como yo me nutro de ellos (soy Sol y soy planeta al mismo tiempo) no se ven afectadas por una  decisión  mal hecha.

Y en el fondo, no hay buenas o malas elecciones, solo elecciones que traen un tipo de consecuencias u otras. Es la vida misma, no se puede evitar. La complejidad de la vida en sus múltiples manifestaciones contempla este tipo de situaciones que, bajo el análisis racional, se muestran como grandes contradicciones en sí mismas. Es necesario y, al mismo tiempo, es absurdo. 

Y solo estoy hablando de decisiones... Solo eso, nada importante. O, quizá, lo más importante sea hablar de decisiones. Pero en lo más fondo del fondo, todo esto da igual, pues no debo tomar una decisión: desde el principio, la decisión ya estaba tomada.  ©Gül
 

La vida tiene muchas opciones,
No tienes que escoger siempre
La que parece mejor, sino la que
te haga feliz.


La intuición es el susurro del
alma. 
Krishnamurti
        


No puedes elegir si el día
esta nublado o soleado, 
pero si puedes elegir 
entre sufrirlo o disfrutarlo.
Elige!!!!!


Solo es cuestión de saber
elegir bien.


La toma de decisiones realmente exitosa
reside en un equilibrio entre pensamiento
deliberado e intuitivo. Malcom Gladwell
                  

Imágenes tomadas de la red. si alguna de estas imágenes es de su derecho favor de comunicarlo y será removida inmediatamente.

Friday, May 28, 2021

El Cristo de los Ponce


El Cristo de los Ponce por Cayetano Coll y Toste

A pesar de que el 4 de septiembre de 1511 los Oficiales Reales de Sevilla habían entregado a Juan Cerón, al ser repuesto en la Alcaldía Mayor de San Juan, por orden del Rey Fernando, siete ornamentos, imágenes, cálices y campanas para la iglesia de la Villa de Caparra, el gobernador Juan Ponce de León, que tenía que devolver, contra su voluntad, al teniente del Viserrey don Diego, las varas del gobierno en la incipiente colonia, quiso tener una imagen del Redentor para sí y su familia. El altivo Capitán de Mar y Tierra, en Boriquén, no quería nada que viniera por conducto de sus personales enemigos, Cerón, Díaz y Morales. Con tal motivo escribió a la Corte enviando buenos castellanos de oro a fin de adquirir un Cristo, que se le había de remitir en la primera oportunidad.


ll Los Oficiales Reales de Sevilla, en la Casa de Contratación, al visar las mercaderías de los tratantes de Indias, dieron «pase libre», sin imposición alguna, al Cristo que remitía al Conquistador de Sanct Xoan su amigo el Comendador de Lares, fray Nicolás de Ovando, que se encontraba por aquel entonces ya de vuelta en la Corte y había entregado el mando de la Española a su sucesor, el primogénito del gran Almirante.

El barco que conducía la Sagrada imagen, se hizo a la vela, cruzó la barra de Sanlúcar, llegó felizmente a Canarias, donde hizo aguada y fijó el rumbo al Oeste por aquel mar ya no tenebroso, en demanda de las islas de Barlovento. Este era el itinerario de la vieja travesía para la venida a las Indias Occidentales.

lll  Corría el mes de agosto de 1513 y La Buenaventura — este era el barco a que nos referimos anteriormente, con su capitán Juan Pérez al timón, llegó frente a Dominica, llenó de agua los barriles de entrepuente, se provisionó de leña y terció el rumbo al suroeste, para costear las islas menores de esta parte del archipiélago antillano y buscar las Cabezas de San Juan. Después, pasó la noche temporejando, como rezan las bitácoras de entonces; y, con el claror del alba, aprovechó el fresco terral que las costas cercanas le enviaban, para avanzar en su ruta en busca de Sanct Xoan.

A la siguiente mañana, amaneció el cielo color de panza de burro, y la brisa quedó entorpecida con fuertes ráfagas de viento, que venían del nordeste, La carabela tuvo que navegar de bolina, para evitar las peligrosas cabezadas que el oleaje y el viento la obligaban a dar. Cada vez el tiempo presentaba peor cariz y pronto tuvo que luchar el barco con uno de esos temibles ciclones que con frecuencia azotan nuestra isla.

Juan Pérez, diestro timonel, que no temía, como viejo lobo marino, ni al mar ni a las tempestades, quiso tomar puerto en la cala de San Juan, a pesar de lo encrespado del tormentoso oleaje, y para aproximar su barco a tierra tomó rizos y con el foque y la mayor aproó atrevidamente hacia la costa, en busca del fondeadero anhelado. Y al embocar La Buenaventura hacia la cala, rozó con violencia en la restinga submarina de la punta de Isla de Cabras, se despedazó la quilla rápidamente en aquellos bajíos.

El buque se detuvo, después del convulsivo estremecimiento, y se inclinó a babor. Y las fuertes corrientes, encontradas en aquellas restingas, con el viento furioso y el golpear incesante del impetuoso mar lo destrozaron en corto tiempo. Imposible socorrer a los náufragos, En la vorágine del océano desapareció en seguida casco y arboladura, carga y pasajeros. Rodó sobre las ondas un terrible y prolongado grito de angustias. Todo se lo había tragado el indomable elemento. El sordo mugir de la tempestad quedó imperando sobre la triste escena.

Sólo una caja se vislumbró que flotaba, a despecho del oleaje. Sobre el lomo de las ondas, se le veía aparecer y desaparecer alternativamente. En vano una onda se empinaba sobre otra onda para llevarla al fondo. Las olas no podían sumergirla. Poco a poco se fue aproximando aquel bulto hacia tierra y se entró por la Boca del Morro, replegándose a un remanso de la corriente, que se forma junto a las peñas de la derecha, y aún existe, y que viene a ser como una pequeñita ensenada, donde las olas, después de rugir y golpear en las rompientes coronándose de espumas, penetran mansamente en aquel recodo.

Allí fue recogida la afortunada y misteriosa caja por algunos vecinos, curiosos que presenciaban el naufragio, a pesar del mal tiempo; y uno de ellos dispuso, echándosela de autoridad, que fuese llevado aquel bulto a Caparra y que allí se sabría a quién pertenecía.

lV Tal como se acordó se hizo. La caja era de fresno y pronto el martillo y cortafrío dieron cuenta de sus clavos. Dentro del misterioso cajón venía una envoltura fuerte: era estopa de cáñamo, acorchada, de poca resistencia, fofa aunque gruesa, y que impidió que el agua del mar penetrase más adentro y dañase una cajuela de cartón fino, que contenía envuelto en algodones y tafetán de seda blanca, un Cristo Crucificado. Imagen que fray Nicolás de Ovando remitía a su amigo el Capitán del Higüey y Conquistador del Boriquén.

Recogió Juan Ponce de León la salvada imagen y una carta del Comendador, que con ella venía. Y por mucho tiempo se veneró con gran religiosidad la sagrada efigie primero en la Villa de Caparra, y después en el altar de la Capilla de Nuestra Señora de Belén en la iglesia de Santo Tomás de Aquino.

Los descendientes del Conquistador, y sobre todo, doña Isabel de Loaysa, fundadora y legataria de dicha capilla, siguieron venerando aquella imagen del Redentor; y el pueblo de San Juan rindiéndole ferviente culto. Se dice en los cronicones de aquella época, que hacía milagros; y se le conoció siempre con el nombre expresivo de El Cristo de los Ponce.



El tiempo ha tendido su fina red de olvidos sobre la milagrosa efigie, porque el tiempo obscurece o mata las mejores añoranzas. Toda la documentación particular del Capitán del Higüey se ha perdido. Sólo se ha salvado respecto al colonizador y primer gobernador de Puerto Rico, lo que se conserva, en el Archivo de Indias.

Actualmente en la iglesia de San José, que es la antigua Santo Tomás de Aquino, se venera una imagen del Redentor, que se llama El Cristo de los Ponce. Y existe la creencia popular, que este Cristo es el que se salvó milagrosamente en el naufragio de La Buenaventura.

Imagen de https://www.primerahora.com/noticias/puerto-rico/notas/

Saturday, May 22, 2021

Jardinero de la vida

 



Jardinero de la vida,

sembrando esta tu corazón inquieto,

la luz divina del amor.

Jardinero de la vida,

tú que regaste los surcos donde germinaron

las semillas, y los sentimientos nobles.

Tú que podaste las cosechas malas y también 

las flores marchitas.

Poda también los sentimientos malos, que

marchitan el amor y entristecen el alma.

Si llorando se riegan las flores, que alumbran

la dulzura del amor.

Llorando también se va el polen, de los

sentimientos puros de la vida.

Jardinero del amor,

que canta como las aves en tiempo de primavera.

Recoge el fruto sagrado que sembró tu tierno

espíritu.

Recoge el fruto sublime, que te da la madre

tierra,

Espárcelo por el mundo, por donde esta la

tristeza.

Por donde esta el sufrimiento.

Por donde este el hambriento.

Jardinero del amor,

que canta alegre y triste, lleva el mensaje

de la paz que calma los sufrimientos.

Lleva el mensaje y la luz, que le da fe al

hambriento.

No siempre se canta de alegría

ni se llora de tristeza.

ni tampoco el sol se oculta sin llevar la luz al 

día.

Jardinero de la vida,

que ves la noche y el día 

Si cantas por este mundo, lleva la paz y la

armonía.

Que tu canto triga el agua, para regar tu

jardín.

Y tu fruto calme el hambre

y así el mundo sea feliz. 

Thursday, May 6, 2021

Vivir el presente: Cuento Corto

 


Vivir el Presente

“Un hombre se le acercó a un sabio anciano y le dijo: -Me han dicho que tú eres sabio. "Por favor, dime qué cosas puede hacer un sabio que no está al alcance de las demás de las personas" El anciano le contestó: cuando como, simplemente como; duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, sólo hablo contigo. Pero eso también lo puedo hacer yo y no por eso soy sabio, le contestó el hombre, sorprendido.

Yo no lo creo así, le replicó el anciano. Pues cuando duermes recuerdas los problemas que tuviste durante el día o imaginas los que podrás tener al levantarte. Cuando comes estás planeando lo que vas a hacer más tarde. Y mientras hablas conmigo piensas en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme, antes de que yo termine de hablar. El secreto es estar consciente de lo que hacemos en el momento presente y así disfrutar cada minuto del milagro de la vida.”

Saturday, April 3, 2021

Hay que sanar



Tuve que alejarme para sanar, porque eso hacemos los valientes, SANAR.
Sanar para no repetir los mismos errores.
Sanar para no matar mundos ajenos.
Sanar para no ensuciar otros corazones.
Sanar para no herir.
Sanar para no dar amor a medias.
Sanar para no ser conformista.
Sanar para darme cuenta que las flores crecen en los jardines y no en el desierto.
Sanar para no autodestruirme.
Sanar para limpiar mis adentros.
Y aunque mi garganta cargaba miles de nudos.
Y aunque creía casi imposible dejar viejas costumbres, quise sanar, porque eso hacemos los valientes.
¡Perdonar!
¡Soltar!
¡Amar!
¡Sanar!
Me falta mucho, el Universo sabe que todavía me falta, pero día a día voy quitando de mi piel aquello que me hizo sufrir.
Lo estoy haciendo
Lo hago

Sigo sanando por la persona más importante de mi vida,
¡Sigo sanando por Mi. Autor Desconocido




Sanar Frases:

El amor es el poder curativo más importante que existe.


Todo sanará. Tu cuerpo sanará. Tu corazón sanará. Tu mente también lo hará. Tu alma se reparará a sí misma y la felicidad volverá a tu vida. Los tiempos malos vinieron a enseñarte algo, no a quedarse.

"El deseo de curación siempre ha sido la mitad de la salud" Seneca

"La curación es cuestión de tiempo, pero a veces también es una cuestión de oportunidades" Hippocrates

"Toda sanación es primero una curación del corazón" Carl Townsend

 
Cada respiración y cada paso puede ser nutritivo y sanador. Thich Nhat Hanh


"Sanar no es solo curar el cuerpo físico,

Sino el ser holístico; físico, mental y espiritual.

Es recuperar la energía y el equilibrio interior"