Chicos, ¿quién trajo la tarea?—preguntó la maestra Abril.
Casi veinte manos se alzaron frente a la joven profesora. Prácticamente todo el grupo había cumplido el encargo del día anterior.
Excelente! Seguro que entre todos podremos enriquecer el tema. ¿Algún voluntario para compartir su investigación?
Esta vez solo una mano permaneció alzada: Galatea, la niña "más inteligente" del grupo esbozaba una sonrisita confiada que había terminado por desalentar a todos los demás.
¡Muy bien, Gali! ¿Nos quieres platicar sobre el tema?
La muchachita asintió con cierto dejo de superioridad y luego se aclaró la garganta. Tras un brevísimo, pero bien estudiado silencio, dijo:
Las fases de la luna son nueve: luna nueva, creciente, cuarto creciente, creciente gibosa, luna llena, gibosa menguante, cuarto menguante, menguante y luna negra…
Galatea miró de reojo a sus compañeros y de inmediato se produjeron confirmaciones con la cabeza y algunos gestos de asombro. La profesora Abril anotó algo en su lista y enseguida preguntó:
¿Y qué son en verdad estas "fases de la luna"? ¿Qué las produce? ¿Alguien quiere participar?
Aunque algunos hicieron amago de hacer un intento, nadie se atrevió a interrumpir a Gali, que ya se había aclarado la garganta para intervenir por segunda vez en la clase:
Yo, maestra. Las "fases de la luna" son más bien cambios aparentes en su visibilidad, ya que es solo un satélite sin luz propia. Sus "fases" son producidas por la cantidad de luz del sol que recibe o deja de recibir mientras recorre su órbita alrededor de nuestro planeta.
Perfecto como siempre, Gali… ¿Alguien más quiere aportar algo?
La sonrisita de autosuficiencia de la extremadamente inteligente Galatea apagó cualquier intento de colaboración por parte de sus compañeros. Algunos miraron un punto indeterminado del pizarrón y negaron con la cabeza; otros fijaron la vista en los libros y pretendieron no haber escuchado la pregunta.
La profesora Abril, decepcionada, frunció los labios y le dió la espalda al grupo para anotar la fecha en la enorme pizarra blanca. Apenas había escrito la primera letra del día de la semana cuando una voz al fondo del salón demandó su atención:
Yo sé algo…
Tanto la maestra como los alumnos giraron la cabeza, sorprendidos; alguien muy tonto o muy valiente deseaba participar y de alguna forma retar a la sabihonda Galatea. Nadie lo había hecho nunca. ¿Por qué hacerlo precisamente ahora?
¿Abel? inquirió la joven educadora. ¿Quieres participar?
Sí. Quiero…
¡Te escuchamos!
Todos contuvieron la respiración. Abel no era alguien que soliera hablar en clase. De hecho ni siquiera estaban seguros de que comprendiera qué pasaba en el salón. El pequeño era parte de un programa de inclusión escolar y nadie le concedía la más mínima importancia: con cierto grado de autismo y pocas habilidades sociales, su presencia en el aula era tolerada, mas no realmente aceptada.
Eh, bueno, pues hay un hámster…
Un sinnúmero de risitas se dejaron escuchar. Abel se puso tenso de inmediato: era una situación nueva para él. Bajó la vista, entre avergonzado y confundido.
Continua, Abel, tienes TODA nuestra atención…—tras la advertencia velada de la profesora, los risueños guardaron silencio.
Eh, sí… hay un hámster. Es más grande que la Tierra, y vive en un agujerito muy profundo entre las estrellas… Adora el queso, y , eh… pues todos saben que la unica fuente de queso en el sistema solar es la Luna, y cada mes, él va y la busca…
Galatea ahogó una carcajada y se mordió los labios. Los demás la imitaron. Esta vez Abel no se intimidó y continuó con su explicación:
Eh, pues cuando la encuentra, espera a que crezca, porque tiene mucha hambre y no se le quitaría con un pedacito. Aunque su pancita ruja, aguarda hasta que la luna esté completa. Entonces le da un mordisco. Esa primera mordida es chiquita, solo para probar el queso. Si le gusta, vuelve por más… siempre le gusta…
Gali puso los ojos en blanco y sus amigas le celebraron la burla con sendas sonrisas. La profesora Abril les lanzó una mirada de impaciencia. El mensaje fue recibido 'fuerte y claro".
Pero esa probadita no le quita el hambre, así que come más y no para hasta que ya ha devorado la mitad… Ahí se toma un respiro; apenas tiene más espacio, vuelve por más…
La curiosa narración había capturado la atención de algunos cuantos: al menos cinco de sus compañeros miraban a Abel con no poca fascinación.
Eh, sí… ahí es cuando el hámster se descara y come otro trozo de Luna de queso; solo deja una rebanadita muy delgada que apenas y se puede ver en el cielo…
Galatea dejó escapar un bufido de burla. Nadie lo secundó, aunque tampoco alguno lo censuró.
Y como el hámster es un animalito muy educado, se termina todo lo que hay en el plato; es así como dejamos de ver a la Luna por un tiempo, porque el ratoncito la ha devorado…
¿Y qué pasa después? —preguntó Carolina, otra niña con fama de ser callada pues el hámster vuelve a su agujerito profundo entre las estrellas, y duerme hasta que la Luna está llena otra vez…
¿Y cómo lo sabe? —inquirió Mateo, el niño que se sentaba justo detrás de él.
¡Ah! Eh, pues cuenta los sueños: cuando llega el sueño número 5, es hora de comer; cuando llega el sueño número 9, es momento de ir a dormir…
Casi todos en el salón comentaron la historia con los compañeros que tenían cerca. Algunos consideraban que la narración era en extremo fantasiosa; otros que sonaba lógica y bien podía ser real. Pero todos coincidían en que la explicación había sido entretenida e interesante.
¡Pero si es justo lo que yo dije! espetó Galatea, entre confusa y enojada.. La única diferencia es que yo fundamenté mis respuestas… ¡Ese niño nos contó un cuento! ¡Aceptenlo: solo dijo puras est…!
Los ojos de Abel se clavaron en los de Gali y la última palabra no alcanzó a ser pronunciada. La pequeña se sonrojó de solo pensar en que había estado a punto de insultar a otro niño como ella, a alguien que se había atrevido a hablar en clase a pesar del terror que eso suponía en la primaria… Contrariada, solo atinó a aspirar muy hondo y luego tomó su lugar.
¡Vaya! No me esperaba tan tremenda aportación… ¡Muchísimas gracias por participar, Abel! ¿Qué opinan, chicos? Ya escucharon dos versiones ¿Cuál es la correcta?
Galatea no hizo ni el menor intento de participar. Su vista estaba bien clavada en el frente del aula.
Carolina alzó la mano con timidez y contestó:
Creo que ambas…
Sí, las dos parecen ciertas… —agregó Mateo.
Pienso igual.
¡Yo también!
Yo igual…
¡Igual!
La joven profesora suspiró satisfecha y dijo:
Así es, chicos, todos están en lo correcto…
La maestra, Abril miró a Gali y ambas compartieron una sonrisa.
Recuérdenlo bien: siempre hay más de una forma de expresar la verdad.k
“Solo sabrás que eres capaz si lo intentas.”
“Algunas veces se gana, otras se aprende.”
“Los buenos maestros tienen una
metodología, mientras que los maestros
fascinantes tienen la sensibilidad para
hablar a los corazones de sus alumnos.”
“Nadie es perfecto por eso los lápices
tienen goma.”
“La única pedagogía posible es estimular
la curiosidad del alumno.”