Friday, May 22, 2015

Sobre Los Maduros: Cuentos




ƈυєɲƭơ 1º
El valioso tiempo de los maduros

“Conté mis años y descubrí, que tengo menos 
tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora.
Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas:
las primeras las comió con agrado, pero, 
cuando percibió que quedaban pocas,
comenzó a saborearlas profundamente.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, 
donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y
reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.

Ya no tengo tiempo para soportar  personas absurdas 
que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.

Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y ventajeros.

Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar 
a los más capaces, para apropiarse de sus lugares,
 talentos y logros.

Detesto, si soy testigo, de los defectos que
genera la lucha por un majestuoso cargo.

Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.

Quiero la esencia, mi alma tiene prisa.
Sin muchas golosinas en el paquete.

Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana. 
Que sepa reír, de sus errores. 
Que no se envanezca, con sus triunfos.

Que no se considere electa, antes de hora. 
Que no huya, de sus responsabilidades. 
Que defienda, la dignidad humana. Y que desee tan sólo
andar del lado de la verdad y la honradez.

Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar 
el corazón de las personas.

Gente a quien los golpes duros de la vida,le enseñó a
 crecer con toques suaves en el alma

Sí, tengo prisa, por vivir con la intensidad, 
que sólo la madurez puede dar.

Pretendo no desperdiciar parte alguna
 de las golosinas que me quedan.

Estoy seguro que serán más exquisitas,
que las que hasta ahora he comido.

"Mi meta es llegar al final satisfecho 
y en paz con mis seresqueridos
 con mi conciencia. Espero que la tuya sea la misma,
 porque de cualquier manera llegarás"

Mario Andrade, 
Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño.

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ƈυєɲƭơ 2º
El tazón de madera

El viejo se fue a vivir con su
hijo,su nuera y su nieto de cuatro años. 
Ya las manos le temblaban,
su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.

La familia completa comía junta en la mesa, 
pero las manos temblorosas y la
vista enferma del anciano hacían el 
alimentarse un asunto difícil.
 Les derramaba la leche sobre el mantel.
guisantes caían de su cuchara al suelo, 
 y cuando intentaba tomar el vaso.

El hijo y su esposa se cansaron de la situación.
"Tenemos que hacer algo con el abuelo",dijo el hijo.
"Ya he tenido suficiente. Derrama la leche,
hace ruido al comer y tira la comida a suelo".

Así fue como el matrimonio decidió poner
una pequeña mesa en una esquina del comedor.

Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la 
familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había
roto uno o dos platos, su comida se la
servían en un tazón de madera.

De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y 
podían ver una lágrima en sus ojos mientras
estaba ahí sentado sólo. 

Sin embargo, las únicas palabras que la pareja
 le dirigía, eran fríos llamados

de atención cada vez que dejaba
 caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio.
Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba
jugando con trozos de madera en el suelo.

Le preguntó dulcemente: "¿Qué estás haciendo?"

Con la misma dulzura el niño le contestó
"Ah, estoy haciendo un tazón para ti 
y otro para mamá para que cuando yo 
crezca, ustedes coman en ellos."

Sonrió y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma 
que quedaron sin habla.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas
 Y, aunque ninguna palabra se dijo
al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la
mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia.
Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos.
Y por algunarazón, ni el esposo ni la esposa,
 parecían molestarse más cada vez que el
tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Los niños son altamente perceptivos.
Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes
 procesan los mensajes que absorben.

Si ven que con paciencia proveemos un hogar 
feliz para todos los miembros de la familia, 
ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. 
Los padres y madres inteligentes se 
percatan que cada día colocan los 
bloques con los que construyen el futuro de su hijo. 
Seamos instructores sabios y modelos a seguir.
Autor desconocido
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ƈυєɲƭơ 
Una vida inútil

Un granjero se puso tan viejo que no ya podría trabajar los campos.
 Así que pasabael día sentado  en el pórtico. 

Su hijo, aún trabajando la granja, levantaba la vista de vez en cuando 
y veía a su padre sentado allí.“Ya no es útil”, pensaba el hijo para sí,
 “¡no hace nada!”. 

Un día el hijo se frustró tanto por esto, que construyó
 un ataúd de madera, lo arrastró hasta el pórtico, 
y le dijo a su padre que se metiera dentro.

Sin decir nada, el padre se metió. 
Después de cerrar la tapa,
el hijo arrastró el ataúd al borde de la granja 
donde había un elevado acantilado. 

Mientras se acercaba a la pendiente, 
oyó un débil golpeteo en la tapa
 desde adentro del ataúd.

Lo abrió. Aún tendido allí, pacíficamente 
el padre mirada hacia arriba a su hijo. 

“Sé que usted va a lanzarme al acantilado,
pero antes de que lo haga,¿puedo sugerir algo?”

¿Qué? contestó el hijo,

“Arrójeme desde el acantilado, si usted quiere” 
dijo a padre, “pero guarde este buen ataúd de madera.
Sus niños pudieran necesitar usarlo”
Autor desconocido

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ƈυєɲƭơ 4º
Bajo nuestro techo


Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa.
Durante largos años había trabajado con ahínco
 para sacar adelante a su familia. 
Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, 
respetado por los demás, ya que para 
lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.

A los setenta años Don Roque se encontraba
 sin fuerzas, sin esperanzas, 
solo y lleno de recuerdos.Esperaba que su hijo,
 brillante profesional, le ofreciera su 
apoyo y comprensión, pero veía pasar 
los días sin que este apareciera y 
decidió por primera vez en su 
vida pedir un favor a su hijo.

Don Roque tocó la puerta de la casa
 donde vivía su hijo con su familia.

¡Hola papá! ¡Qué milagro que vienes por aquí!

Ya sabes que no me gusta molestarte, 
pero me siento muy solo, además estoy
cansado y viejo,

 A nosotros, nos da mucho 
gusto que vengas a visitarnos,
ya sabes que esta es tu casa.

Gracias hijo, sabía que podía contar
 contigo,pero temía ser un estorbo.
Entonces ¿no te molestaría que 
me quedara a vivir con ustedes?

¡me siento tan solo!

¿Quedarte a vivir aquí?, sí, claro, pero no sé si estarías a gusto,
tu sabes, la casa es chica mi esposa 
es muy especial y luego los niños..
Mira hijo, si te causo muchas molestias
 olvídalo, no te preocupes por mí,
alguien me tenderá la mano.

No padre no es eso, solo que, 
no se me ocurre dónde podrías dormir.
No puedo sacar a nadie de su cuarto, 
mis hijos no me lo perdonarían, 
A menos  que no te moleste dormir en el patio.

Dormir en el patio está bien.
El hijo de Don Roque llamó a su hijo Luis de doce años.
Dime papá. Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros.
Tráele una cobija para que se tape en la noche.

Sí con gusto. 
¿Y donde va a dormir?

En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.
Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos.
En ese momento llegó su padre.
¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo?

Sabes papá, estaba pensando.

¿Pensando en que?

En guardar la mitad de la cobija para cuando
 tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.
Autor desconocido
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ƈυєɲƭơ 5º
Las etapas de la vida

Dios creó al burro y le dijo: “Seras burro, 
trabajaras incansablemente 
de sol a sol cargando bolsas en el lomo, comerás pasto, 

no tendrás inteligencia y vivirás 50 años”. 
El burro contesto:
“Sere burro, pero vivir 50 años es demasiado; 
dame apenas 20 años”, 

Dios se lo concedió. 

Dios creó al perro y le dijo: “Cuidaras de las casas de los
hombres, serás su mejor amigo, comerás de las sobras y
vivirás 25 años: serás perro”. El perro respondió: “

Señor seré perro, pero vivir 25 años es
demasiado: dame apenas 10 años”. 

Dios se lo concedió. 

Dios creó al mono y le dijo:
 “ Serás mono, saltaras de rama en rama 
haciendo payasadas, serás divertido y vivirás 20 años”

 El mono respondió,
 “Señor, seré mono, pero vivir 20 años
es demasiado, dame solamente 10 años”.

Dios se lo concedió. 

Finalmente Dios creo al hombre y le dijo:
 “Seras hombre, el único serracional sobre la faz de la tierra.
 Usaras tu inteligencia para enseñar
dominaras el mundo y vivirás 20 años”. 

El hombre respondió: “Señor, seré hombre, 
pero vivir 20 años es muy poco
 Dame los 30 años que el burro rehusó, 
los 15 años que el perro no quiso y 
los 10 años que el mono rechazo”. 

Así lo hizo Dios

y desde entonces el hombre vive 20 años como hombre.
Luego se casa y pasa 30 años como burro, 
trabajando y cargando
todo el peso en el lomo. Después, 
cuando los hijos se van, vive 15 años como perro, 
cuidando la casa y comiendo loque le dan. 
Luego llega a viejo, 
se jubila y vive 10 años como mono,
 saltando de casa en casa o de hijo en hijo,
haciendo payasadas para divertir a los nietos. 

No se en que etapa de la vida te encuentras, 
si eres un hijo, padre o abuelo,
lo que si se es que la vida continúa y tenemos
 que seguir hacia adelante buscando que 
Dios nos de la fuerza para mejorar en todo 
y hacer felices a hasta donde podamos a
 todos los que nos rodean muy especial a los que viven
Autor desconocido
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ƈυєɲƭơ 6 º
" El día que me volví invisible "

No sé ni en qué día estamos. En esta casa no hay calendarios,
 y en mi memoria los días están hechos una maraña. 
Me acuerdo de esos calendarios grandes, 
unos primores, ilustrados con imágenes de
 los santos que colgábamos al lado del tocador.

Ya no hay nada de eso, todas las cosas 
antiguas han ido desapareciendo. 
Y yo, yo también me fui borrando 
sin que nadie se diera cuenta.

Primero me cambiaron de cuarto, 
pues la familia creció. Después me pasaron a otra
 más pequeña aún, acompañada de una de mis biznietas.
 Ahora ocupo el cuarto de los trabajos,
 el que está en el patio de atrás.

Prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, 
pero se les olvidó, y todas las noches 
por allí se cuela un airecito helado que 
aumenta mis dolores reumáticos.

Desde hace mucho tiempo tenía intenciones de 
escribir, pero me he pasado semanas buscando 
una pluma, y cuando al fin la encontraba,
 yo misma volvía a olvidar en dónde la había puesto.

A mis años, las cosas se pierden fácilmente,
 claro que es una enfermedad de ellas, de las cosas, 
porque yo estoy segura de tenerlas, 
pero siempre se desaparecen.

La otra tarde caí en la cuenta de que también mi 
voz ha desaparecido. Cuando les hablo a mis nietos
 o a mis hijos, no me contestan. Todos conversan
 sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos,
 escuchando atenta lo que dicen.

A veces intervengo en la conversación,
segura de que lo que voy a decirles no se
 le ha ocurrido a ninguno y que les van a servir 
de mucho mis consejos, pero no me oyen, no me
 miran, no me responden. Entonces, llena de tristeza,
 me retiro a mi cuarto antes de terminar de 
tomar la taza de café. Lo hago así de repente, 
para que comprendan que estoy enojada,
 para que se den cuenta de que me han 
ofendido y vengan a buscarme y me pidan disculpas.

Pero nadie viene.

El otro día les dije que cuando muriera entonces 
sí que me iban a extrañar.
 El niño más pequeño dijo:
 “¿Ah.es que tú estás viva, abuela?”
Les cayó tan en gracia que no paraban de reír. 
Tres días estuve llorando en mi cuarto,
 hasta que una mañana entró unos de los
 muchachos a sacar unas llantas viejas 
y ni los buenos días me dio.

Fue entonces cuando me convencí de que soy invisible.

Me paro en medio de la sala para ver si aunque 
sea estorbo, pero mi hija sigue barriendo sin 
tocarme. Los niños corren a mi alrededor, 
de un lado al otro, sin tropezar conmigo.

Cuando mi yerno se enfermó, tuve la oportunidad 
de serle útil: le llevé un té especial que yo
 misma preparé. Se lo puse en la mesita y me 
senté a esperar que se lo tomara. Sólo
 que estaba viendo la televisión y ni un parpadeo
 me indicó que se daba cuenta de mi presencia.

 El té, poco a poco se fue enfriando. Mi corazón también.

Un viernes se alborotaron los niños y me vinieron 
a decir que al día siguiente nos iríamos todos de 
día de campo. Me puse muy contenta ¡Hacía 
tantos años que no salía, y menos al campo! 

Entonces el sábado fui la primera en levantarme. 
Quise arreglar mis cosas así que me 
tomé mi tiempo para no retrasarlos.

Al rato entraban y salían de la casa corriendo y
 echaban bolsas y juguetes al coche. 
Yo ya estaba lista y, muy alegre, me paré en 
el zaguán a esperarlos. 

Cuando arrancaron y 
el auto desapareció envuelto en el bullicio, 
comprendí que yo no estaba invitada, 
tal vez porque no cabía en el coche o porque 
mis pasos tan lentos impedirían que todos
 los demás corretearan a gusto por el bosque.

Sentí clarito cómo mi corazón se encogió. 
La barbilla me temblaba como cuando
 uno ya no aguanta las ganas de llorar.

Vivo con mi familia y cada día me hago más
 vieja, pero cosa curiosa, ya no cumplo años.

Nadie me lo recuerda. Todos están tan ocupados.
 Yo los entiendo, ellos sí hacen cosas importantes.
 Ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan, se besan.

 Yo ya no sé a qué saben los besos. Antes besuqueaba 
a los chiquitos, era un gusto enorme el que daba
 tenerlos en mis brazos como si fuesen míos.

 Sentía su piel tiernita y su respiración dulzona
 muy cerca de mí. La vida nueva se me metía 
como un soplo y hasta me daba por cantar 
canciones de cuna que nunca creía recordar.

 Pero un día mi nieta, que acababa de tener 
a su bebé, dijo que no era bueno que los 
ancianos besaran a los niños, por cuestiones de salud.

Ya no me les acerqué más, no fuera ser que
 les pasara algo malo a causa de mis imprudencias.
 ¡Tengo tanto miedo de contrariarlos!

Ojalá que el día de mañana,
 cuando ellos lleguen a viejos.
 Sigan teniendo esa unión entre ellos para 
que no sientan el frío ni los desaires.

Que tengan la suficiente inteligencia para aceptar
 que sus vidas ya no cuentan, como me lo piden.

 Y Dios quiera que no se conviertan en "viejos 
sentimentales que todavía 
quieren llamar la atención". 
Y que sus hijos no los hagan sentir
 como bultos para que el día de mañana 
no tengan que morirse estando muertos
 desde antes como yo. 
¡Vamos a cuidar a nuestros mayores!

Autor: Silvia Castillejos Peral



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