Monday, September 30, 2024
Sócrates & 5 frases
Friday, September 27, 2024
El mendigo y su perra
Desde aquel momento, el mendigo asumió la responsabilidad de cuidar y resguardar al perrito, compartiendo con él la comida que encontraba en las calles. El perrito se había acostumbrado al mendigo y se había convertido en su leal compañero. El vivía en un rincón junto a su amado perrito. Así transcurrió el tiempo hasta que el perrito creció y se convirtió en un adulto, fortaleciendo aún más el vínculo inquebrantable que habían creado.
Caminaban por las calles en busca de comida desechada en la basura, ya era parte de su rutina diaria, siempre acompañado de su fiel perro. Un día, desafortunadamente, el mendigo comenzó a padecer una extraña enfermedad que le provocaba mareos. Las personas pasaban a su lado ignorándolo, sin embargo, su perro no dejaba de ladrar hasta que los mareos desaparecían. En sus ojos, el perro reflejaba una profunda tristeza.
Una tarde soleada se encontraba en medio de la calle y los rayos del sol ardían con intensidad, el mendigo no pudo soportarlo más y cayó al suelo, en ese momento el perro comenzó a ladrar y ladrar mientras las personas pasaban por allí y seguían su camino, después de un rato de ladrar notó que su amo no despertaba. En ese momento salió huyendo en sus cuatro patas y se dirigió a la parte central del pueblo donde había una comisaría, el perro ladraba y ladraba y los policías no entendían nada, pero después de sus repetitivos ladridos les dio curiosidad y decidieron seguir al perro.
Al llegar, descubrieron que el perro los había guiado hacia el mendigo. Inmediatamente contactaron a un hospital cercano y solicitaron una ambulancia para trasladar al mendigo. Durante el trayecto, los médicos notaron que aún estaba con vida y quería decir algo. Después de intentarlo varias veces, justo antes de exhalar su último aliento, expresó: "Cuiden de mi perro y bríndenle el mejor amor del mundo, esos pequeños de cuatro patas son sin duda mejores que muchas personas". Con estas palabras, el mendigo exhaló su último aliento y falleció.
Autor: Emmanuel Emilio Montero
Monday, September 16, 2024
La Tristeza
Se inventan frases para intentar que me aleje de ellos. Dicen: ¡Tonterías!, la vida es alegre. Y su risa falsa les causa calambres en el estómago y dificultades para respirar. Dicen: lo que te hace sufrir te hará más fuerte. Y entonces se sienten angustiados. Dicen: solo tienes que resignarte. Y entonces sienten cómo se tensan sus hombros y su espalda. Dicen: solo los débiles lloran. Y las lágrimas contenidas casi hacen estallar sus cabezas. O se anestesian con alcohol y drogas para no tener que sentirme.
¡Oh, sí! afirmó la anciana me he encontrado con este tipo de personas muchas veces.
La Tristeza se encogió un poco más.
Pero si lo único que quiero es ayudarles. Cuando estoy muy cerca de ellos, pueden encontrarse a sí mismos. Les ayudo a construirse un nido en el que cuidar de sus heridas. Aquellos que están tristes, son especialmente sensibles. Algunas penas vuelven a abrirse como una herida mal curada y eso duele mucho. Solo aquellos que aceptan la aflicción y se desahogan llorando pueden curar realmente sus heridas. Pero las personas no desean mi ayuda. En lugar de eso, disimulan sus cicatrices con una sonrisa deslumbrante. O se envuelven con una gruesa coraza de amargura.
La Tristeza se calló. Al principio su llanto era débil, después más fuerte y finalmente desesperado.
La pequeña anciana tomó a la criatura encogida entre sus brazos. Qué suave y mullida se siente, pensó mientras acariciaba con ternura el bulto tembloroso.
Llora, Tristeza susurraba cariñosamente descansa para que puedas recuperar las fuerzas. A partir de ahora ya no caminarás sola. Te acompañaré para que el desaliento no se haga más fuerte.
La Tristeza dejó de llorar. Se enderezó y miró asombrada a su nueva compañera.
Pero ¿Y tú quién eres?
¿Yo?
respondió la pequeña anciana risueña que empezó de nuevo a sonreír como una niña pequeña y despreocupada—. Yo soy la esperanza.
Monday, September 9, 2024
Te enseñaron a no pedir cosas.
A no molestar.
A complacer.
A hacerlo todo tú.
A sentir vergüenza si necesitabas algo.
A depositar tu autoestima en el hecho de que los demás te necesitaran.
A resolver todos los problemas.
A nunca decir que no.
A estar siempre disponible para el otro.
A servir.
Te enseñaron esa esclavitud emocional que consiste en buscar desesperadamente la aceptación.
En evitar el rechazo por encima de todas la cosas.
En convertirte en lo que la otra persona demanda para que no te deje de querer.
En tenerle miedo al abandono.
Y ahora tú pides algo porque no puedes más.
Lo que sea.
Y la gente que te lleva exprimiendo toda la vida, se enfada.
Y ahora tú dices no.
Porque no.
Y la gente que lleva todo la vida contando contigo para todo, te dice que has cambiado.
Que no eres la misma persona.
Que qué te pasa.
Lo único que te pasa es que te estás dando valor.
Estás pensando en ti.
Estás poniendo límites por primera vez.
Y estás reclamando tu derecho a recibir.
Y ahora puede que ya no haya tanta gente.
Porque la gente que estaba contigo por interés cuando ya no eres útil, desaparece.
Vale.
Estarás más sola.
Pero también.
Eres más libre.
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