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Un profundo estudio de las obras de Leonardo revela
su profundo conocimiento del simbolismo hermético. Fue un hombre especial,
además de ser un gran artista, Leonardo da experimentó asombrosas intuiciones
que le permitieron realizar estudios sobre la luz, descubrir la perspectiva
y alcanzar profundos conocimientos sobre anatomía, botánica,
geología y dinámica de los fluidos, entre muchas otras ramas del saber.
No hubo disciplina que no explorara y en la cual no hiciese hallazgos importantes.
Pero sólo a principios del siglo XIX empezó a repararse
en el significado hermético de sus pinturas.
Con el tiempo, esta evidencia derivó en la sospecha de que
Leonardo era un alto iniciado y, a pesar de carecer de bases históricas,
incluso se llegó a afirmar que había sido el Gran Maestre de esa sociedad
misteriosa conocida como Priorato de Sión. No cabe duda de que
la magia ocupó un lugar central en su existencia.
Esto es algo que surge de sus propios escritos, con frecuencia
impregnados de doctrinas herméticas y simbolismos teológicos.
Además, en su biblioteca se hallaron algunas obras sobre los poderes
mágicos de plantas, minerales y animales; escritos de astronomía
y textos que relacionaban la anatomía humana con la astrología,
sin olvidar dos tratados sobre quiromancia. También cultivó la fisiognomía,
estudiando las tipologías humanas en relación con las figuras,
a las que atribuyó correspondencias zodiacales.
Una de sus fuentes fue el Liber Phisionomiae, de Michel Scoto,
un astrólogo-mago de la corte de Federico II. En este sentido,
la biblioteca de Leonardo resulta reveladora.
En ella encontramos una obra dedicada al Hermes filósofo,
clara referencia a la epopeya de Hermes Trismegisto,
que provendría del antiguo Egipto y sería portador del legado de los
antiguos misterios, recogidos en un códice traducido y divulgado
en la Europa renacentista por Marsilio Ficino. Este libro impregnó
la cultura desde el siglo XV al XVII, creando las bases del hermetismo,
una de las fuentes de inspiración del Renacimiento europeo.
Otros textos de la biblioteca de Leonardo fueron el Tebit, de Tebit ben Corat,
enciclopedista árabe del siglo XII, autor de un tratado sobre las ligaduras mágicas,
y L’Acerba, de Cecco D’Ascoli, astrólogo de Bolonia
que fue quemado en la hoguera por hereje en Florencia.
También es bien conocida la profunda amistad que existió
entre Leonardo y Tommaso Masini da Peretola,
mago y físico de la corte de los Sforza, a quien llamaban «Zoroastro».
La textos de Tolomeo, como los escritos del teólogo, astrólogo y
alquimista Alberto Magno, junto con los de los astrólogos árabes,
aportaron al genio de Vinci las bases para elaborar su pensamiento
y aplicarlo a algunas de sus obras artísticas e investigaciones
más importantes. Su interés por las matemáticas,
la óptica y la geometría, que eran los puntos de partida de las
leyes de la perspectiva, también derivaba de sus lecturas sobre astrología y magia.
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