¿Hay algo que dure eternamente? ¿Algo que, con el paso del tiempo, permanezca inmutable, fijo, en un mismo estado, que no se vea vulnerado por las leyes del tiempo que todo lo cambian? Esta pregunta posiblemente tenga una respuesta muy fácil que la gran mayoría de personas estarían de acuerdo en compartir, y es que no, que todo cambia y que nada permanece en un mismo estado. Pero hoy me gustaría poner en duda este "conocimiento objetivo", esta realidad de las hechos adoptada comúnmente como conocimiento por el saber popular.
Sin duda, nuestras experiencias nos hacen ver que nosotros mismos, así como la otra gente y, especialmente, la gente que convive con nosotros y comparte la realidad que nos rodea de una forma más cercana y conocida, sobre las cuales extraemos también experiencias, que todo ello, en definitiva, se ve expuesto a un cambio gradual y progresivo: que la gente cambia, que el mundo cambia, y que nosotros mismos cambiamos. Nosotros no éramos los mismos de hace unos años, nuestros amigos y conocidos tampoco lo son, así como tampoco lo es el mundo del que formamos parte, la realidad en la que existimos. Todo está sujeto al cambio, y el cambio se da en una sucesión temporal: lo que ahora es una cosa, al cabo de un tiempo es otra que, a primera vista puede parecer la misma pero que, en esencia, no lo es. Que las cosas cambien resulta un hecho innegable si las analizamos desde la perspectiva de la experiencia, de lo que obtenemos si miramos el mundo y lo analizamos no en un sentido estático de lo que en un momento dado entendemos como algo determinado, sino en un sentido temporal como algo que "no será así para siempre". Y ante esto, si esto es así, ¿Qué certeza o seguridad tenemos de "conocer" (o "creer que conocemos") las cosas que nos pasan, las cosas que vivimos, la realidad, desde un punto de vista estático (es decir, establecer una serie de certezas de lo que consideramos ciertas verdades que permanezcan inmutables, a las que llamamos conocimiento y que creemos que van a ser válidas para siempre) y, por tanto, estar seguros de crear este conocimiento fijo y actuar consecuentemente en relación a él? Las cosas que hoy conocemos, o creemos que conocemos, porque así de evidentes se nos muestran a los ojos bajo la experiencia en un suceso de comprobaciones empíricas hechas a base de repetición, no tenemos la garantía de que en un futuro vayan a ser las mismas sobre las que hemos extraído certezas y edificado cierto conocimiento que creíamos inmutable en nuestras vidas.
Somos esclavos del tiempo, del paso del tiempo, del cambio que se da con el paso del tiempo. Las cosas que vivimos y que configuran nuestras vidas, en definitiva, que configuran poco a poco quienes somos, cambian con el tiempo, y este cambio, evidentemente, nos afecta en mayor o menor medida como individuos que participamos o sufrimos dicho proceso de cambio. Como respondemos ante este cambio que se da con el tiempo es algo que depende de cada cual, de su voluntad o de su capacidad de adaptación. Yo entiendo este proceso como la capacidad de cada cual para responder de una forma positiva o negativa ante una modificación, primeramente de las cosas que se nos dan y, seguidamente, de los esquemas mentales que cada uno se ha formado anteriormente y que se ven forzados a cambiar en base a ello. Sin duda, considero que es más fácil una adaptación física, notoria, externa, que una adaptación mental, más personal, interna, aunque muchas veces (la gran mayoría de ellas) la primera dependa de la segunda. Intentar controlarlo todo es imposible, intentar controlar y evitar que se den estos cambio no es algo que pueda hacerse porque simplemente, si la disposición está dada, es sencillamente inevitable. Lo único que podemos llegar a controlar es como responder ante estos cambios que inevitablemente sufrimos en nuestras vidas. Y esto es algo que se da en todos los individuos pero que cada individuo lo interpreta distintamente, de formas y maneras distintas en relación al sentir y al pensar de cada cual. Podríamos hablar de que, cuando se da un cambio determinado, se da una finalización de un estado de cosas y del conocimiento del mismo para posibilitar otro tipo de estados y, por tanto, de conocimientos. El transcurrir del tiempo de nuestras vidas consiste en esta "finitud de estados determinados" que dan paso a otro tipo de estados, los cuales exigen del que los sufre una reinterpretación y una redefinición si de lo que se trata es de aprender a convivir con este nuevo estado de las cosas.
Y, si es cierto que existe esta finitud de estados determinados con el paso del tiempo, finitud ésta relacionada con el cambio al que el ser humano se ve forzado a sufrir temporalmente, ¿Cómo podemos seguir hablando de que ciertas cosas serán "para siempre"? Decir que algo "va a ser para siempre", siendo conscientes de este tipo de realidad que afecta inevitablemente las vidas de todos los seres humanos, es jugar con las ilusiones de los demás. Creer que esto es así, interiorizar este conocimiento hasta el punto de hacerlo nuestro, es engañarnos de una forma ilusa. Una persona puede creer, querer o desear que ciertas cosas sean para siempre, y, si es consciente de su creencia, su querer o su deseo, actuará consecuentemente para que las cosas sean así, dentro del margen de las posibilidades de las que disponga, pero cuando de lo que se trata es de interactuar con la realidad de los hechos, con la realidad que configura la vida, y la interpretación que otras personas hacen de ella, se crea un conflicto de intereses, la mayoría ocultos, que, aunque se manifiesten ante el ojo desnudo como en concordancia con lo que nosotros queremos, indudablemente entran en juego factores internos del creer, del sentir y el desear de cada cual que no tienen porque mostrársenos directamente. El continuo trato que se da entre nosotros y los hechos que vivimos en la vida, el trato entre seres humanos y el creer interno en que conocemos algo o a alguien, aumenta nuestra confianza en ese algo o ese alguien si se nos da, conforme al paso del tiempo, como algo merecedor de esta confianza que le depositamos, en relación a los hechos que observamos. La confianza que tenemos en las personas o en los hechos que se nos dan en la vida derivan de los estados de cosas que conforman las situaciones y en base a las cuales construimos dicha concepción de que "algo" o "alguien" merece nuestra confianza, derivada de nuestro conocimiento de ese "algo" o "alguien", porque las cosas se dan siguiendo un patrón de repetición y de creación de seguridad que así nos llevan a pensar. Pero, ¿Cuándo es suficiente seguridad? Pensamos, ilusos, que este estado de cosas se dará de forma constante e ininterrumpida "para siempre", no contemplamos la posibilidad de cambio, no tenemos en cuenta la, más que posibilidad, necesidad constante de cambio de todas las cosas que hay en el mundo, necesidad ésta que, dicho sea de paso, no entendemos, con pretensión de objetividad y desde nuestra perspectiva individual, como actúa o en base a qué se rige para darse tal y como se da, continuamente, sin tregua ni descanso. Lo único importante, en realidad, es saber sobrevivir a lo que se da continuamente, y lo que se da, sin duda, son los hechos y su transformación, el cambio.
"Los hechos son cosas obstinadas; y cualesquiera que sean nuestros deseos, nuestras inclinaciones, o los dictados de nuestras pasiones, estos no pueden alterar el estado de los hechos y de la evidencia". Ésta frase define de una forma muy aceptable mi sentir personal con respecto a la situación. Por mucho que nos empeñemos en ver las cosas desde una perspectiva determinada condicionada por nuestros deseos, inclinaciones o los dictados de nuestras pasiones, las cosas son como son, son tal y como se dan, y de nada sirve negar una y otra vez la evidencia de lo que es, y lo que de verdad importa, al fin y al cabo, no son las palabras o las justificaciones que nos den o que nos demos, sino los propios hechos: en todo caso, si existiera algo inmutable en un momento dado, serían estos, los hechos mismos, por lo gravados que se quedan en nuestra memoria. No importan las promesas vacías de los demás o nuestras falsas ilusiones internas con respecto a los "para siempre" a los que, al menos yo, me agarro para tener un sustento de seguridad dentro de la inmensidad de posibilidades y multiplicidades en el transcurrir de la vida. Yo puedo regalar a los demás "para siempres" si soy consciente de lo que implica, pero no puedo esperar ni tener la certeza absoluta de que los "para siempres" ajenos sean, en realidad, lo que dicen ser, pues no puedo aspirar a controlar que las cosas se den como se corresponden nada más que en mi mismo. En todo caso, aprendo, esta seguridad que crea la certeza de que algo se va dando de una forma determinada y que merece nuestra confianza, se trata de una "falsa seguridad temporal" que nos sirve de sustento hasta que las cosas y los hechos decidan cambiar en base a su transcurrir interno errático e impredecible, siempre desde nuestra perspectiva de conocimiento individual subjetiva. Importa lo que vemos, lo que observamos, y lo que se da en nuestra vida en cada uno de los momentos en que decidimos observar y reflexionar sobre ello. En este sentido, nuestro conocimiento de las cosas, más que un conocimiento estático de un momento dado, se ve obligado a ser un conocimiento dinámico, un conocimiento consciente de que lo que ahora, para nosotros, observando una serie de estados de cosas, puede ser considerado como una verdad absoluta y ni se nos ocurriría dudar de la veracidad de la misma, en poco tiempo puede ser nada más que eso, una justificación más que evidente de que todo cambia porque todo está en movimiento hacia algo (hacia su realización, entendiendo que algo pueda llegar a realizarse en algún momento de su devenir, posiblemente al final del mismo), y la única seguridad que podemos tener es que las cosas van a cambiar, no sabemos cuando, pero las cosas cambiarán. Forma parte del funcionamiento mismo de toda existencia que esté incluida en el transcurrir de la cuarta dimensión, la dimensión temporal: cambia lo que nos afecta y vemos como bueno, cambia lo que nos afecta y vemos como malo, todo tiende a una transformación de la que no podemos sacar más conocimiento objetivo que el recuerdo y la experiencia personal que sacamos de lo que en un momento dado, para nosotros, eran grandes verdades indudables, y aprender, sobre todo aprender, de lo que al final resultaron ser grandes falsedades temporales (o simplemente, un conocimiento dinámico lo más genuinamente verdadero posible), siendo valoradas des y al cabo, somos, simplemente, esclavos del cambio, esclavos del tiempo dé nuestra perspectiva temporal actual, debido a que, al fin y al cabo somos esclavos, esclavos del tiempo.
Para que no sean esclavos
del tiempo, !embriáguense,
embriáguense sin parar!
De vino, de poesía o de
virtud, a vuestro antojo.
Charles Baudelaire
Controlando el reloj
solo conseguirás ser
esclavo del tiempo.
No te conviertas en esclavo del tiempo.