Boriquén:Leyenda del Coqui

La leyenda del Coquí 
imagen de: www.flickr.com/photos/djsoundwav/
La leyenda del Coquí 

Cierto día después que el Ké (la tierra) 
y el Bagua (el mar) fueron divididos por Yocahú 
(dios supremo de todo lo creado) los animales
 grandes y pequeños habitaron la superficie terrestre.

Yukiyú (dios del bien) había preparado una Cáiku (isla) 
muy parecida al Edén, llevó allí algunos animales 
escogidos por él. Entre la flora, la brisa y las estrellas 
todos los animales se durmieron. Yukiyú decidió darle a la noche
 un sonido melodioso. Quería una nana permanente y natural 
que nos sirviera de arrullo y compañía. Escogió de entre las ranas, 
una de ellas, la más pequeña, temerosa y resbaladiza, con grandes 
ojos azabache que se escondía entre las hojas de plátano. 
Tomándola en sus manos le susurro diciéndole: “ve descubre tu isla,
 conócela, disfrútala y amala. Se el vigilante de los sueños 
nocturnos, profeta de mi Edén Tropical”

Al día siguiente, un radiante Agüeybana (sol grande) 
salió imponente desbordando toda su luz por la serranía. 
Fueron saliendo del bosque las xaxabís (cotorras), los jubos
 (culebras), los mucarús (buhos), las iguanas, los guatibiris, 
los guabas (arañas), los guaraguos (aves), los jueyes, las jutias 
(conejos), los tanamás (mariposas) los biajaní (palomas) y los Cokíes
. Así fue que Yukiyú nos dotó de una fauna muy particular y propia.

Hoy sabemos que cada región geográfica tiene en su territorio 
alguna especie particular. África tiene sus imponentes elefantes.
 India sus impresionantes rinocerontes. Antártica sus orgullosos 
pinguinos. Asía sus ingeniosos topos excavadores. 
Norteamérica sus desafiantes y veloces águilas. 
Australia sus cariñosos y atractivos koalas. 
Europa sus agresivos y acechantes gatos monteses.
 Cada uno de ellos busca imponerse y dominar su ambiente.
 Su amor propio no le permite más que rugir, gritar o emitir 
algún sonido desafiante. Sus días son de lucha y de supervivencia.

Sin embargo nuestra patria tiene al Cokí puertorriqueño. 
Nativo de nuestra isla. Nocturno soñador melodioso que noche
 tras noche le canta a su patria, décimas unísonas que 
otros cookies al escucharlo cantan a coro.

Diminuta y tímida rana que siempre tiene razones para enaltecer 
a su patria. La dulce magia de su música resaltan la belleza de
 las noches borincanas. En los momentos en que cae la tarde 
los cokíes relatan los encantos que tiene nuestra isla con cada
 cántico. Aquellos cokíes cerca de la playa cantan como el sol 
se esconde en el horizonte debajo del mar y sostienen que hay
 un orden en el universo, otros mirando el cielo; escondidos sobre
 las hojas verdes cantan sobre la belleza de las estrellas 
en el firmamento, el resplandecer de la Luna sobre el agua y el
 correr fugaz de las nubes, dándole armonía a su adorado Edén isleño. 
Los que están en el bosque cuentan en forma de cánticos las leyendas 
de los árboles y flores y como estos crean un balance y estabilidad
 ecológica permitiendo el ciclo de vida. Los cokíes mas bebe 
se adentran en los jardines de las casas buscando recitarle
 a los niños como Yocahú convirtió el sereno en gotas cristalinas 
de roció mañanero, quieren así enseñarles la grandeza 
de las pequeñas cosas. Claro que hay personas que 
ponen esto en duda, pero los cokíes que conocen nuestros 
pensamientos cantan mas alto ante la duda de los incrédulos.

Cuan grande es el compromiso del Coki con su terruño,
 aquellos que por la fuerza los han llevado fuera de aquí 
han enmudecido, su cántico melodioso desaparece, 
sus ojos se entristecen y sus fuerzas lo abandonan.
 La nostalgia los abate, por que han perdido su 
inspiración, su todo, su paraíso y su sueño.

Que hermoso es saber que nuestras noches borincanas
 tienen una diminuta rana que con su cántico lleva nuestra
 imaginación a la felicidad y al sosiego. Que desde su
 corazón sale un tributo de amor por Borinquen.
 Cada niño que escucha un coki es una buena noticia, 
cada coki que nace es una buena noticia, cada coki 
que versa y otros le hacen coro es una buena noticia
 porque llenan el campo de sonidos agradables
 transformándose en profetas de paz para nuestra
 tierra y en ejemplos de entrega para nuestros niños.

Pidamos al Dios de todo lo creado, que sean
 muchos los cookies que bajen de la serranía del 
Yunque y la Cordillera para enseñarnos a amar nuestro terruño.

Ramón Santana

imagen de: http://www.freepik.es/foto-gratis/cascada-en-el-bosque-nacional-el-yunque--puerto-rico


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