Thursday, June 11, 2015

pαςïεηςïα ε ïmpαςïεηςïα 1º


La paciencia: Es saber que nuestra voluntad
 puede ser influenciada y esto significará que
 podemos perder el control y entremos en terrenos 
que no conocemos. La paciencia no es una espera pasiva
 en el cual dejamos que otros tomen decisiones por nosotros

 Es la capacidad de mirar dentro nuestro, abrir todos los
 sentidos y pasemos a observar qué es en realidad 
lo que está ocurriendo. Cuando decidimos tener paciencia,
 estamos optando por un tercer camino que no son ni
la confrontación ni la huida. Es elegir un camino mucho más difícil.

 Es una disciplina porque va contra nuestros impulsos. 
La paciencia implica perseverar, vivir, escuchar cuidadosamente 
lo que se nos presenta aquí y ahora. Es evitar
 la confrontación o en su defecto la huida. 

La paciencia es un don tan preciado como escaso.
 Impaciencia, No hay que ser agricultor para saber que una buena 
cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego. 

 También es obvio que quien cultiva la tierra 
no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, 
y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea!

 Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma
 en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, 
y te ocupas de regarla constantemente.

 Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
 En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros
 siete años, a tal punto que un cultivador inexperto
 estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
 Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de 
sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! 
¿Tardó seis semanas crecer? No la verdad es que se tomó
 siete años y seis semanas en desarrollarse.

 Impaciencia: Durante los primeros siete años de aparente inactividad,
 este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces
 que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener 
después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana,
 muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, 
triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente
 resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. 

Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos
 que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente
 justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.

 Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo
 llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante
 y saben esperar el momento adecuado. De igual manera
 es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos
 frente a situaciones en las que creemos que nada está
 sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.

 En esos momentos que todos tenemos,
 recordemos el ciclo de maduración del bambú japonés, 
y aceptar que en tanto no bajemos los brazos, 
ni abandonemos por no ver el resultado que esperamos,
 está sucediendo algo dentro nuestro: estamos
 creciendo, madurando. 
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente 
creando los hábitos y el temple que les permitirá 
sostener el éxito cuando éste al final se materialice.

 El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo 
y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos
 hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios,
acción y formidables dotes de paciencia. 

Tiempo Cómo nos cuestan las esperas , 
qué poco ejercitamos la paciencia en este 
mundo agitado en el que vivimos. Apuramos a nuestros
 hijos en su crecimiento, apuramos al chófer del taxi,
 nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué,

 Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo
que esperábamos, abandonamos nuestro sueños, nos
 generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés.

 ¿Para qué? Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, 
la espera, la aceptación. Si no consigues lo que anhelas,
 no desesperes quizá solo estés echando raíces. 
Autor desconocido





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