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Sentada en la silla el rey malo, envidioso de mis encantos, me convirtió en sapo, pero si me das un beso volveré a ser bello. Y entonces te daré todos los goces y deleites que mi voluptuoso temperamento puede producir".
Sin decir nada, Alicia levantó al sapito, se lo echó al bolsillo y siguió muy campante sentada en su silla...
Desconcertado, el sapito asomó la cabeza y le preguntó: "¿Qué?.. ¿No me vas a besar?..."
"¡¡Por supuesto que no!!" respondió la anciana...
"A mi edad es mucho más divertido tener un sapo que habla, que un viejo loco, insaciable y maniático sexual, que venga a trastocar mi Feliz Soledad y quitarme toda mi pensión.
Créditos a quien corresponda
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