Un dueño de una hacienda muy próspera
Se llamaba Don Julián Correa
Este señor era el padre de una
Muy guapa jovencita llamada Salomé
A quien le encantaba pasear a orillas del río
A la sombra de un antiguo úcar
Se reposaba y le sonreía a la vida
Hasta que su felicidad ya no tenía razón de ser
Su padre, muy en contra de la voluntad de su hija,
Quería casarla con el hijo de un rico hacendado
Se llamaba Don Ramón Rivera
Decidió entonces Salomé
Lanzarse al agua
Y de esa manera dar fin a su vida
Dentro de la corriente embravecida del río
Sintió que aún no era hora de su final y decidió Salomé
Encomendar su destino a los dioses
Unos cobrizos y musculosos brazos
De repente aparecieron desde lo alto por obra de magia
A rescatarla y reubicarla a la sombra del úcar
Cuando recuperó conciencia Salomé
Vio que su salvador era un noble taíno
Y de inmediato sintió un penetrante flechazo de cupido
Su nombre era Arauaca
De padre cacique y madre española
Y la tomó en sus brazos para llevarla de vuelta a la hacienda
A su llegada lo amenazaron de muerte
Don Julián le apuntó con su pistola
Salomé se interpuso entre los dos hombres
Intentó explicar que aquél taíno le había salvado la vida
Pero sus esfuerzos fueron en vano
Aunque Arauaca logró liberarse, no podría verla nunca más
Cada día Salomé regresaba al mismo río
Con la esperanza de encontrarse con su amor
Un día, bajo la sombra del úcar, reapareció
Le confesó que desde una sagrada cueva, ventana de su alma
La observaba siempre desde la distancia
Y la amaba en silencio
Esa tarde en que Salomé
Cayó al río y casi perece en la corriente
Arauaca la percibió desde lo lejos desde aquella cueva
En contra de la voluntad de su padre y los hacendados
Decidió Salomé irse a vivir con su guerrero
A aquél santuario divino y natural.
Se juraron amor eterno.
Cueva Ventana, Carr. 10 km. 75, Arecibo, PR
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