Sunday, February 8, 2015

Cuentos y reflexiones de Amor y Amistad 3º


Cuento 3º

Cuenta una vieja leyenda sioux que una vez llegó hasta
 la tienda del brujo más viejo de la tribu una pareja de
 enamorados de la mano: Toro Bravo, el más valiente
 y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, 
la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.

 "Nos amamos", empezó el joven.
 "Y nos vamos a casar", dijo ella.
"Y nos queremos tanto que tenemos miedo."

"Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán."
Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos.
 "Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar
 a Manitú el día de la muerte."


"Por favor", repitieron, "¿hay algo que podamos hacer?"

El viejo los miró y le emocionó verles tan jóvenes, tan enamorados.
 Hay algo, dijo el viejo después de una larga pausa. 


"Pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada."


 No importa, dijeron los dos"Lo que sea, ratificó Toro Bravo.
"Bien", dijo el brujo. "Nube Alta, ¿ves el monte al norte


 de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola sin más 
armas que una red y tus manos, y deberás cazar 
el halcón más hermoso y vigoroso del monte. 
Luego deberás traerlo aquí con vida 
el tercer día después de la luna llena."

"Y tú, Toro Bravo", prosiguió el brujo, 
"deberás escalar la Montaña del Trueno y, 
cuando llegues a la cima, encontrar la más brava 
de todas las águilas y, solamente con tus manos y 
una red, atraparla sin herirla y traerla ante mí, viva, 
el mismo día en que vendrá Nube Alta... ¿Comprendísteis?"

La pareja asintió y el anciano chamán hizo un gesto 
indicando que no tenía más que decir. 
Los jóvenes se miraron con ternura
 y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión
 encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur. 
El día establecido, frente a la tienda del brujo,
 los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas
 de tela que contenían las aves solicitadas.

El viejo les pidió que, con mucho cuidado, las sacaran de las bolsas. 
Los jóvenes lo hicieron y expusieron, ante la aprobación 
del viejo, los pájaros cazados. Eran verdaderamente
 hermosos, sin duda lo mejor de su estirpe.

 "¿Volaban alto?", preguntó el brujo.
"Por supuesto, como lo pediste ¿y ahora?", preguntó el joven.
 Esperamos un sacrificio, ¿hemos de matarlos, qué hemos de hacer?"
 "No", dijo el sabio anciano. "Haced lo que os digo"


Tomad las aves y atadlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. 
Cuando las hayáis anudado, soltadlas y que vuelen libres"



El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros.
 El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron 
revolcarse en el suelo. Unos minutos después, 
frustradas, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.



"Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto.
 Son como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, 
aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, 
sino que además, tarde o temprano, 
empezarán a hacerse daño el uno al otro. 
Si quieren  que su amor perdure
 vuelen juntos pero jamás atados"