Las Tres Rejas
El joven discípulo de un filósofo sabio
llega a casa de éste y dice:
Oye maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti
con malevolencia , ¡Espera!
lo interrumpe el filósofo
¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
¿Las tres rejas?
Sí. La primera es La verdad.
¿Estás seguro de que lo que quieres decirme
es absolutamente cierto?
No. Lo oí comentar a unos vecinos.
Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es
La bondad, eso que deseas decirme,
¿es bueno para alguien? No, en realidad no. Al contrario
Ah, La última reja es
La necesidad. ¿Es necesario hacerme saber
eso que tanto te inquieta? A decir verdad, no.
Entonces, dijo el sabio sonriendo,
si no es verdad, ni bueno, ni necesario,
sepultémoslo en el olvido”
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La historia del lápiz
El niño miraba al abuelo escribir una carta.
En un momento dado, le preguntó:
¿Estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos?
¿Es, quizá, una historia sobre mí?
El abuelo dejó de escribir, sonrió y dijo al nieto:
Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo,
más importante que las palabras es el lápiz que estoy usando.
Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas.
El niño miró el lápiz, intrigado, y no vio nada de especial.
¡Pero si es igual a todos los lápices que he visto en mi vida!
Todo depende del modo en que mires las cosas.
Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas,
harán de ti una persona por siempre en paz con el mundo.
Primera cualidad: puedes hacer grandes cosas,
pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos.
A esta mano nosotros la llamamos Dios,
y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad.
Segunda: de vez en cuando necesito dejar de escribir y usar el sacapuntas.
Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final está más afilado.
Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores,
porque te harán mejor persona.
Tercera: el lápiz siempre permite que usemos una goma
para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir
algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo,
sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.
Cuarta: lo que realmente importa en el lápiz no es la madera
ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto,
cuida siempre de lo que sucede en tu interior.
Finalmente,
la quinta cualidad del lápiz: siempre deja una marca.
De la misma manera, has de saber que todo
lo que hagas en la vida dejará trazos,
e intenta ser consciente de cada acción.
Por Paulo Coelho
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Pidiéndole a Dios
Un niño de 10 años estaba parado frente a una tienda de zapatos,
descalzo, viendo a través de la ventana y temblando de frío.
Una señora se acercó al niño y le dijo:
Mi pequeño amigo,
¿Qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?"
"Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos"
Fue la respuesta del niño.
La señora lo tomó de la mano y entraron a la tienda.
Le pidió al empleado media docena de pares de calcetines para el niño.
Preguntó si podía darle un recipiente con agua y una toalla.
El empleado le trajo lo que pidió.
Ella llevó al niño a la parte trasera de la tienda,
le lavó los pies y se los secó.
Para entonces el empleado llegó con los calcetines.
La señora le puso un par al niño y
le compró un par de zapatos.
Juntó el resto de los calcetines y se los dio al niño.
Le acarició la cabeza y le dijo:
¡No hay duda mi pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora!
Cuando ella daba la vuelta para irse,
el niño le agarró la mano y mirándola
con lágrimas en los ojos, le preguntó:
¿Es usted la esposa de Dios?"
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Una zorra, perseguida por unos cazadores,
vio a un leñador y le suplicó que la escondiera.
Este le aconsejó entrar para refugiarse en su cabaña.
No mucho después llegaron los cazadores y preguntaron
al leñador si habla visto pasar una zorra por allí,
aquél negaba con su voz haberla visto,
mas con la mano hacía señas indicando donde estaba oculta.
Pero los perseguidores no se dieron cuenta
del gesto y creyeron lo que les decía.
La zorra, al ver que se marchaban,
salió y se marchó sin decir una palabra.
Como el leñador le echó en cara que encima
que la habla salvado no le daba, por lo menos,
alguna palabra de agradecimiento, dijo la zorra:
Pues yo te habría dado las gracias
si las señas de tu mano hubieran estado
de acuerdo con tus palabras.
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Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus alas
y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas.
Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la cabeza
y pasaba sin comer: se sentía como una reina encarcelada.
Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla.
Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo
crecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas,
alzó vuelo, apresó a una liebre para llevársela
en agradecimiento a su liberador.La vio una zorra
y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole:
No le lleves la liebre al que te liberó,
sino al que te capturó; pues el que te liberó ya
es bueno sin más estímulo. Procura más bien
ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo
y te arranque completamente las alass