Unos ricos donantes invitaron a un banquete al Maestro Ikkyú.
Éste llegó vestido con ropas de mendigante.
El anfitrión, que no lo reconoció, lo hizo a un lado y le dijo:
“No podemos tenerte en el umbral.
Esperamos en cualquier momento al famoso Maestro Ikkyú”
El Maestro volvió a su casa, cambió sus ropas por el manto ceremonial
y se presentó nuevamente. Fue recibido con respeto e introducido
en la sala del banquete. Allí se quitó el manto, lo acomodó sobre
el cojín que le habían reservado y dijo:
“Supongo que has invitado al manto, ya que a mí me echaste hace un momento”
Luego se marchó.
“No es la riqueza, ni los ancestros; sino una conducta
honorable la que hace grandes a las personas.”
Un joven discípulo solicitó al Maestro Iluminado el asistir en silencio
a las entrevistas que éste concede a aquellas personas que iban
en busca de su consejo y sabiduría.
La primera visita fue la de un hombre que preguntó: -Maestro, ¿Dios existe?
Sí -fue la lacónica respuesta.
En la segunda visita una mujer también preguntó:
Señor, ¿Dios existe? -No -fue en esta oportunidad la contestación
En una tercera visita un joven interrogó:
Iluminado, ¿Dios existe? En esta ocasión, el Maestro guardó silencio, y el joven se marchó sin una respuesta a la pregunta formulada.
El discípulo, desconcertado por la extraña conducta del Maestro,
no pudo por menos que preguntarle:
Señor, ¿cómo puede ser que a tres preguntas iguales hayas respondido de modo diferente cada vez?
Lo primero que has de saber -contestó el Maestro- es que cada
contestación va dirigida a la persona que pregunta
y por tanto no es para ti ni tampoco para nadie más.
y lo segundo es que he respondido de acuerdo con la realidad y no con las apariencias.
En el primer caso se trataba de un hombre en el que mora la divinidad pero que ahora vive un momento de oscuridad y duda, por eso he querido apoyarlo.
El segundo caso se trataba de una mujer beata apegada a las formas externas de la religión que ha descuidado a su familia por atender el templo, y por ese motivo es bueno que aprenda a encontrar a Dios entre los suyos.
El tercer caso se trataba sólo de alguien que ha venido a verme por curiosidad y sencillamente ha improvisado esa pregunta cómo podía haber hecho cualquier otra.
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